e n plena Guerra Incivil los naranjos siguieron dando las preciosas naranjas de oro que, al exportarse, se convertían en sustanciosas divisas para el nuevo Gobierno de la República. En este tiempo de tan triste memoria la empresa de mi familia, «Cardona&Flores Orange Export», jugó un papel muy importante. Mi tío Julián Cardona fue nombrado presidente del Comité Comarcal de Gandia, y el tío Juan Flores, que en Valencia ocupaba un puesto importante en la UGT, comenzó las negociaciones con la CNT para coordinar las exportaciones de cítricos a Europa. El acuerdo CNT-UGT hizo posible el control sindical de la exportación a través de las cooperativas naranjeras. Se constituyó el Consejo Levantino Unificado de la Exportación Agrícola (CLUEA) como órgano rector, presidido por mi tío Juan y, desde aquel importante organismo se las ingenió para que, tanto los almacenes de Flores en Burriana y Castellón, como los de Cardona en Almoines y Gandia, no dejaran de trabajar. El tío Juan tuvo la feliz idea de encargar al pintor Arturo Ballester la realización de varios carteles publicitarios con las siguientes leyendas: «Campesino, entregando tus naranjas al CLUEA aplastas al fascismo». «La guerra se gana con oro. No lo hay mejor que el de nuestra naranja exportada». «CLUEA paga al productor de naranja toda la naranja exportable para la exportación».

Siguiendo los planes del abuelo Miguel Flores, que se movía como pez en el agua, tanto con los republicanos como con los nacionales, mi padre y su hermano Vicente esperaron en París el final de la guerra, mientras el tío Luis, en Almoines, permaneció escondido en el sótano de su casa.

A mediados de abril de 1938, el traslado del frente de batalla a las comarcas del norte del país supuso un duro golpe para la actividad exportadora de la República al cortarse las comunicaciones terrestres con Europa. La situación se agravó con el incremento de los bombardeos sobre los puertos de Burriana, Castellón, Gandia y Valencia, únicos puntos disponibles para la salida de la naranja. El final de la guerra estaba cerca y el desplazamiento del frente a la provincia de Castellón, una de las áreas citrícolas más importantes, paralizó las exportaciones.

Según la documentación de la CLUEA, que al finalizar la guerra, el tío Juan entregó a mi padre, durante la temporada 1936-1937 se exportaron 750.000 toneladas de naranja, lo que supuso una sustanciosa ayuda para la economía de la República.

La pragmática filosofía del abuelo Miguel, haciendo que los Cardona y los Flores se repartieran entre los dos bandos, dio excelente resultado para salvaguardar las vidas y el negocio familiar.

Finalizada la guerra, con el triunfo de los nacionales, llegó el momento del cambio de protagonistas en el gran teatro del negocio de la naranja. Mi tío Juan escapó a Casablanca y su hermano, el tío Vicente, volvió a Castellón vistiendo la camisa azul falangista y situándose en el entramado del poder de los vencedores. Mi padre, a su regreso, se incorporó sin problemas al bando de los afectos al nuevo Régimen. Unos meses más tarde, Juan fue detenido en Casablanca por la policía alemana y devuelto a España, donde, por su protagonismo en UGT, se le abrió proceso acusado de ayuda a la República. Pero gracias a la influencia de su hermano, Gobernador Civil de Castellón, y del abuelo Miguel, sólo pasó dos meses en la cárcel.

En la familia Cardona de Almoines también hubo cambios. Mi tío Julián abjuró públicamente de sus ideas socialistas y, para mostrar su conversión, se hizo miembro de la Cofradía de la Divina Aurora. Luis abandonó su escondite en el sótano de la casa y, tras vestir la camisa azul y la boina roja, recorrió todas las calles del pueblo cantando el Cara al Sol. Pocos años más tarde fue nombrado jefe local del Sindicato de Frutos y Productos Hortícolas en Gandia, situado en la calle Mártires.

Todas estas maniobras de mi familia hicieron posible que, al poco tiempo de finalizar la guerra, recuperaran sus antiguas propiedades y volvieran a poner en marcha la compañía «Cardona&Flores Orange Export» que los bisabuelos iniciaron en 1864.

Este texto pertenece a la nueva novela basada en hechos reales en la que estoy trabajando, titulada Sangre de Naranja.