Q uerido George:Esta manía nuestra de cartearnos al viejo estilo, rechazando las maravillas de las nuevas tecnologías, no sé si nos convierte en esnobs como los de Thackeray o en un par de trasnochados jubilados que se resisten absurdamente a cambiar de costumbres. Seguramente podríamos ser acusados de ambas cosas. En cualquier caso resulta estimulante escribir este par de cuartillas semanales, aunque, como suele recordarme Evelyn poniendo en dedo en la llaga, esta nueva afición epistolar solo se deba, en realidad, a la nostalgia de las largas veladas de los jueves en el club y, sobre todo, del jerez (en tu caso del Balvenie de doce años) que aquí me han prohibido los médicos españoles. La edad y un hígado que dista mucho de ser el de Joyce obligan a servidumbres terribles, como beber cerveza sin alcohol y porquerías por el estilo. ¿Se acabaron ya las locuras voluntarias bajo la advocación de Baco?

Creo que, por desgracia, eso ya es definitivo, aunque no debería quejarme tanto: para vivir, este lugar es único, a pesar de que sigan chocándome algunos hábitos de los gandienses. Por supuesto, no me refiero a su manera de ser, pues la mayoría son encantadores (los vengativos, hoscos y traicioneros valencianos descritos por Richard Ford hace siglo y medio no se ven por ningún lado), sino a sus insólitas peculiaridades políticas, que he tardado lo mío en desentrañar.

Como sabes, vivimos en el campo, y como administrativamente esta zona apacible pertenece a Gandia y todavía, a pesar del siniestro Brexit, podemos votar en las elecciones municipales, últimamente he intentado informarme de la clase de partidos que intentarán ser elegidos. Teóricamente se dividen en dos grupos, los de izquierdas y los de derechas, claro, si bien esa clasificación resulta equívoca, porque, en Gandia, el principal partido de derechas dejó una deuda de 120 millones de libras en los cuatro años que gobernó (140 millones de euros, una atrocidad jamás vista en otras ciudades parecidas) de modo que las izquierdas se han visto obligadas a contener el gasto y a cuadrar las cuentas de la maltrecha hacienda pública como haría un partido moderado. O sea, que en Gandia los moderados son, en realidad, los partidos de izquierdas. Sin embargo, el partido de derechas (conocido en España como los Populares) no ha desaparecido de la escena política en Gandia y me dicen que hay gente que, a pesar de todo, votará por él en mayo. Cuando pregunto cómo hay personas que pueden depositar su confianza en un partido que ha arruinado a su ciudad y no en los moderados de izquierdas que desde 2015 han saneado las cuentas públicas y respetan las tradiciones democráticas, las respuestas que recibo son melancólicas o ilógicas. Los melancólicos de izquierdas (o moderados) me recuerdan que en España los regímenes democráticos han sido históricamente muy breves y que desde el siglo XIX existe una corriente de irracionalismo antiliberal que, como se ve, aún perdura.

Quienes dicen que votarán por las derechas se limitan, absurdamente, a recordarme que hay cosas que no entiendo. Solo mi condición de residente-invitado de este agradable país me impide declarar que a mí me parece que lo entiendo todo, incluidas algunas respuestas ridículas. Cuando se conocen las claves, analizar la política de este lugar resulta fácil: de un lado están los moderados de izquierdas y de otro quienes han demostrado que se comportan con el dinero público y los derechos cívicos como lo habría hecho nuestro compatriota, el pirata Barbanegra.

Evelyn (ahora le ha dado por adoptar perros: tenemos cinco) me dice que no me meta en líos, y que, después de todo, no soy más que un maldito residente inglés, pero me cuesta aceptar algunas costumbres francamente disparatadas que además amenazan nuestros bolsillos.

Brinda por mí en la distancia y porque ganen los moderados de izquierdas en este pequeño paraíso junto al Mediterráneo. A mi manera, yo brindaré desde aquí para que los majaderos del Brexit sean derrotados. Aunque me temo que nos queda bastante vida para asistir a locuras nunca vistas, en este país y en el nuestro, mucho más penosas sin el divino jerez y lejos de los gloriosos jueves del club.

Afectuosamente, Bobby.