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alandete, víctor, diana, peris... no más tumbas

alandete, víctor, diana, peris... no más tumbas

c omienza el tiempo de elecciones, además con múltiples citas. Los ciudadanos vamos a quedar saturados de tanta urna, debate, panfletos y mensajes para llenarnos la cabeza de esperanzas e ilusiones.

Decía Arturo Pérez Reverte en la presentación de su último libro, Una historia de España, que este país está en demolición, que no tiene solución con los políticos que lo pretenden. Afirma el miembro de la RAE que «en nuestro país no queremos conversos, queremos tumbas». Y así va describiendo un panorama con un futuro suicida, muy lejos de poder ser solucionado, y mucho menos con los actores de los que partimos, apáticos e inexpertos, más pendientes de no meter expresiones incorrectas en sus discursos que de plantear propuestas de futuro o establecer puentes de unión entre adversarios.

Los complejos son el pan nuestro de cada día en la política española. Hay que ser feminista, ecologista, solidario con todas las causas presentes y futuras, austero, comedido y, a poder ser, con apariencia de pobre. Y, por supuesto, «simpático». Si tienes un puñado de estos atributos, la valía, el trabajo, la experiencia y la capacidad de gestión quedan en segundo plano. La clase noble ya no es de condes o marqueses, ahora la ocupan los políticos, ministros, diputados a cortes o senadores. Vemos personajes, en uno y otro bando, que llevan más tiempo que la bandera ondeando a la puerta del edificio, y no pasa nada, siguen y siguen. Unos perpetuándose y los otros, los recién llegados, mirando como estos se perpetúan, sin más anhelo de los segundos que imitar a los primeros.

Al leer las crónicas del afamado novelista me invadió una enorme tristeza. Me di cuenta, aunque con matices, que compartía su visión, y fue cuando pensé en escribir esta humilde reflexión. Este escrito no llegará a los «Moncloas». Esos ya están en fase terminal y están destinados a mantener el sillón, volar en Falcon, esperar al tiempo para cobrar pensiones, cobrar dietas, viajar gratis o disfrutar de vacaciones de estudiante. Y para conseguirlo «chuparan» todo aquello que les facilite el pasaporte al país del cuento.

También me motivó, o mejor dicho aceleró mi motivación, las declaraciones del miércoles de José Manuel Prieto sobre mi amigo y compañero Víctor Soler a raíz de su nombramiento como candidato del PP a la alcaldía de Gandia. Unas declaraciones impropias de un «poeta» que teóricamente debe tener agudizada su sensibilidad. O las del triste y denostado Ciro Palmer, por el mismo motivo. En este último lo entiendo más. La duda de que sea candidato después de haber vendido su honor debe crear una guerra interna de miseria difícil de controlar.

Por todo esto expuesto voy a depositar un grano de esperanza en esta campaña local que se nos avecina. Hoy tenemos una gran oportunidad de cambiar el rumbo de la historia desde abajo, desde el municipalismo. Elevemos nuestros intereses, demostremos al pueblo que estamos con ellos y para ellos, ayudemos a construir ilusiones.

Algunos podéis pensar que yo también cometí errores. Seguro y muchos, pero yo ya soy pasado, como José Manuel Orengo o como Pepa Frau. Ahora toca presente, ahora toca dejar de cavar tumbas para enterrar adversarios, ahora toca respetar a las personas, ahora toca tender puentes entre ideas contrapuestas.

Pep Alandete, Víctor Soler, Diana Morant, Joan Francesc Peris, nombrados ya candidatos: Esto hay que pararlo. Gandia está sin ilusión. Han sido cuatro años de juicios, traiciones, vendettas, revanchas e insultos personales. En Gandia hay que enterrar el odio, los rencores, las malas formas, y demostrar a la ciudadanía que cuenta con un equipo de trabajo unido, de diferentes colores pero armónico, y presentar propuestas en positivo. Toca de nuevo ilusionar a la gente desde el respeto que se merecen. Salgamos de la espiral infecta que nos invade. Tomad café, sentaros antes que sea tarde y, en unos pocos días, los daños sean irreparables. No repitamos errores del pasado, no todos tenemos la misma capacidad de perdón y el odio crea un poso que acaba dañando el alma. Sentaros, poned las reglas y dad un ejemplo desde Gandia de cómo se puede ser adversario sin tener que ser verdugo. Lo digo por experiencia. Viviréis mejor, dormiréis mejor y los gandienses os lo agradecerán.

Este consejo lo doy desde la vivencia de haber tenido la diana de muerte a la puerta de mi casa, de haber sido fusilado al amanecer varias veces por adversarios y por sicarios de panfleto barato e insultado en lo político y en lo personal. Juzgado por voceros y liberado por jueces. Y desde esta experiencia os digo que no vale la pena cargar la escopeta con «bala de posta» como todos la hemos cargado, y digo todos. Demos una lección a la ciudadanía. Estamos a tiempo. Comencemos a regenerar España desde abajo. Aspiremos a ser el motor del cambio, de la democracia y del diálogo.

Hoy desde la atalaya que me ha dado ser miembro de la oposición y Alcalde de Gandia, he querido dejar este humilde consejo a los que van a emprender tan apasionante reto. Hoy más que nunca con una Gandia desmoralizada, los gandienses esperan ideas en positivo, esperan proyectos de los diferentes candidatos que les devuelva la ilusión y la esperanza, que regeneren el comercio, que den vida a la playa. En resumen, recobrar el ansiado bienestar. No por más insultos nos llevaremos más votos. Esa etapa murió con el último traidor. Repito candidatos, si sirve de algo, sentaros, poned las reglas de juego sobre la mesa, por supuesto con debate pero con respeto, y después el ciudadano que elija. Eso sí, conmigo no perdáis el tiempo: yo soy incondicional del Real Madrid, del PP y de mi amigo Víctor Soler.

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