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Patologías políticas

Un grupo de los peligrosos virus VI-155 causantes de la «neuropoliticosis» devoran lentamente el cerebro, provocando su ablandamiento y la desaparición de las neuronas. dibujo de abel jareño

Desde que Aristóteles definió al hombre como animal político, «lo políticamente correcto» comenzó a afectar seriamente el comportamiento de los seres humanos. Según podemos leer en Le Grand Encyclopédie Française, ya en el siglo XVIII, Gay Lusac y Boyle Mariote, al estudiar los efectos de la guillotina, demostraron que la adición a la política afectaba gravemente al sistema nervioso central.

En 1890, el doctor Dimitri Ivanoviski descubrió los virus, unos microorganismos compuestos de material genético protegidos por un envoltorio proteico que, introduciéndose como parásitos en una célula para reproducirse en ella, causaban diversas enfermedades.

En 1930, el Nobel de medicina Karl Landsteiner, director del Instituto Alemán de Neurociencia, en colaboración con un equipo de forenses y especialistas en anatomía patológica de la Universidad de Berlín, descubrió en el cerebro de algunos políticos, el virus VI-155 que, al reblandecer la masa encefálica y disminuir el número de neuronas, ocasionaba una peligrosa patología, a la que dieron el nombre de «neuropoliticosis».

Hoy, en este país, que todavía algunos llaman España, el virus ha adquirido carácter de pandemia y se ha demostrado que afecta tanto al lóbulo derecho del cerebro como al izquierdo. A la vista de lo que está ocurriendo en esta delirante y patética campaña electoral, donde sólo falta que se muerdan entre ellos, se hace realidad la frase de Mariano José de Larra: «Aquí yace media España, murió de la otra media». Y también el cuadro de Goya Duelo a garrotazos, por cómo se enfrentan los rivales políticos.

El filósofo y politólogo sueco Víctor Hassejweit, que también estudia los efectos sociales de la «neuropoliticosis», decía en un artículo publicado el pasado domingo en el Washington Post: «Los partidos políticos en España se han convertido en auténticas religiones, donde Santiago Abascal, Pablo Casado, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y Albert Rivera, convertidos en Papas, ejercen sus poderes omnímodos e imparten su doctrina a través de los medios de comunicación. Mientas, los fieles devotos, infectados por el virus de la «neuropoliticosis», se creen en posesión de la verdad absoluta y luchan con todas su fuerzas para imponerla. Las consecuencias son gravísimas y se reflejan en odios, insultos, amenazas, agresiones, traiciones, venganzas, se atacan las sedes de los partidos e incluso se llega a la violencia física? Estas personas violentas abducidas por la política y convertidas en sectarias parecen no conocer el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que dice: «Todo individuo tiene el derecho a la libertad de opinión y expresión. Este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones».

Los últimos informes del Colegio Oficial de Médicos de España demuestran que este virus de la «neuropoliticosis», además de aumentar la agresividad, afecta gravemente al aparato digestivo, circulatorio y reproductor. Entre las soluciones que han aportado diversas empresas farmacéuticas para luchar contra el peligroso virus, figuran, entre otras, la del Instituto Pasteur de París, que ha puesto ya en el mercado una vacuna antiviral que evita el desarrollo de los virus en la masa encefálica.

Los laboratorios Bayer de Laverkusen disponen de unos supositorios de melisa, tila, salvia y belladona, según la fórmula del doctor Alex de Schrevel, que llegan directamente al cerebro, calmando al virus y produciendo un aumento considerable de las neuronas.

Para las personas altamente afectadas que no toleran la vía rectal la casa Siemens ha creado una sofisticada cámara hiperbárica donde se introduce al paciente y, mediante un método de electroforesis, se logra eliminar el VI-155 causante de la enfermedad.

El profesor Giuliano Gobbato, de la Universidad de Brasilia, estudioso del comportamiento humano, ha dicho en el último pleno de las Naciones Unidas que sólo podrán considerarse libres de la «neuropoliticosis» quienes sean capaces de decir a sus rivales políticos: «Aunque no estoy de acuerdo con sus ideas, daría mi vida para que usted pudiera expresarlas libremente». La frase, atribuida a Voltaire y a Winston Churchill, aclara el profesor Gobbato, es la base democrática de cualquier diálogo político, pero desgraciadamente ha caído en desuso.

Afortunadamente, sin ser devotos de ningún partido, también hay vida y la Sociedad Civil puede consensuar acuerdos para la mayor parte de los problemas que nos afectan.

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