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Malonda I: Un nº 1 de la pilota con el raspall de estilo de vida

El histórico jugador de Oliva continúa ligado al deporte autóctono como «marxador» Con él se inició una saga de hermanos, hijo y sobrinos pelotaris

José Malonda Mestre, conocido en el mundo de la pilota como «Malonda I» o «Pepito Malonda», es uno de los «gigantes» del deporte autóctono en la modalidad del raspall. A punto de cumplir 78 años, su vida siempre ha estado ligada a la pilota, primero como profesional y después de «marxador». La historia de este auténtico nº1 arranca a los 6-7 años cuando ya iba al viejo Trinquet de Oliva «porque vivía muy cerca» y a los 10 años ya se enfrentaba a los aficionados de la época -a los que ganaba casi siempre- con dinero de por medio.

Su primera partida «en serio» fue en Ondara. Lo anunció el Tio Emilio: «Cavallers, la setmana que ve jugará este xiquet». Eso ya fue cuando tenía 15 años. Malonda I trabajaba con su padre en el campo e incluso fue recolector de naranjas hasta que inició una fructífera carrera de profesional. Tan solo lamenta no haber estudiado.

Después de Ondara, juega en Oliva y, en agosto de 1957, debuta en el Trinquet El Zurdo de Gandia. El cartel, recuerda el protagonista, era Ciscar y Godofredo contra Antoniet, Comba y Malonda I, que en un principio actuaba de «punter». Ese día ganó. Desde su debut en Ondara estuvo 11 años de profesional hasta que en 1968 lo deja por problemas físicos.

Ha jugado en Oliva, Gandia, Bellreguard, El Genovés, Alberic, l'Olleria, Villanueva de Castellón o Gata, entre otros trinquets. El centro neurálgico era Gandia, «La Catedral», pero «siempre he tenido libertad para jugar dónde he querido».

Malonda I se consagra como figura a los 17 años. En aquel entonces sus principales rivales eran Ciscar, Miramar, Comba, Monzó o Antoniet de Xeresa, mientras que, junto a él, destaca su etapa de pareja con el también olivense Vidal, con el que «ganamos 23 partidas seguidas».

Cuando Malonda I era «figura» no había trofeos ni mucho menos campeonatos y el «mano a mano» apenas existía. Jugaba dos o tres partidas a la semana, aunque «después igual estaba 15 días inactivo porque siempre he sufrido mucho de las manos».

No existía la preparación física como ahora, si bien recuerda que «un día me dijeron de jugar un desafío y pedí 15 días para prepararme. Corría por la montaña».

Era bueno prácticamente en todo, «yo diría que regular», matiza Malonda I. Tenía una raspada bajo la escalera que «solo la hacía Ciscar -10 años mayor que yo-».

Vivía de la pilota. En Gandia cobraba un fijo, 1.200 pesetas, pero cuando salía fuera su «caché» era de 2.000 y, «si el trinquet estaba lleno pedía 200 o 300 pesetas más. Nos desplazábamos en coche a jugar, aunque en la primera época también iba en moto en pleno invierno».

Malonda I tiene dos partidas en el recuerdo, «una en Ondara, a la que asistió el gobernador de Alicante, y a pesar de haber estado tres meses sin jugar, ese día me salía todo. La otra fue la del desafío contra el de la Granja y Pigat. Fue en Gandia, me sacaban del dau seguido y gané a los dos, por un resultado de 25-5».

Malonda I dejó de jugar porque «me dolían los dedos, aunque probé a escala i corda y, tras dos años inactivo vuelvo, pero ya tenía 34-35 años, pero ya había otros pelotaris más jóvenes que pedían paso».

Tras su carrera deportiva empieza de «marxador» en Gandia por las noches, Benidorm cuando abre y después 30 años seguidos fijo en El Zurdo. «He estado más años de marxador que de pelotari», añade. Su amor por la pilota a raspall es tan grande que reconoce que «siempre me ha afectado el hecho de no hacer una buena partida como jugador o que salga mal como marxador. A veces no puedo ni dormir».

Pepito Malonda siempre se ha sentido reconocido como «figura», «pero nunca he querido ser protagonista».

La pilota, comenta Malonda I, «siempre ha estado infravalorada y más aún el raspall, que siempre ha estado por debajo de la escala i corda. Antes también existía la Federación y nos reuníamos con el presidente, pero no arreglábamos casi nada, igual que ahora».

Al preguntarle sobre la situación actual de los mejores profesionales, que ahora tienen un jornal fijo todos los meses, Malonda I admite que «es un gran logro y para mi supone una enorme satisfacción, pero estamos limitados a la hora de programar partidas porque solo manda la Fundació. La pilota ha mejorado en todos los aspectos, nunca ha habido tantos practicantes y eso le da lustre a nuestro deporte».

Malonda I tiene claro que «las apuestas y la pilota no se pueden separar. El dinero es la salsa de este deporte. Todo se puede mejorar, sobre todo la contratación de jugadores, que tendría que ser libre. Los trinquets son los que son y es difícil cambiar. No habría que contraprogramar partidas en dos trinquets el mismo día. La afición siempre ha sido gente mayor, aunque ahora se ve a jovenes y a mujeres, seguidores de los pelotaris de ahora».

Malonda I evoca «la época de mi hermano Diego Malonda II entre los años 80 y 90, posiblemente como la mejor de todas por la cantidad de figuras: Sanchis, Leandro, Loripi, Coeter I, Diego, Pepito...

Al recordar viejos tiempos no puede obviar la saga de los Malonda encabezada por el él mismo, al que le siguen Malonda II (hermano), Malonda III (hijo), Malonda IV (sobrino), Francisquet (sobrino) o los también sobrinos Pepito, Diego y Carlos. La pilota siempre ha sido un elemento de cohesión familiar, concluye.

Entre sus reconocimientos destaca el de la Gala de l'Esport de Oliva o «El Saque», máximo galardón de la Federació Pilota.

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