Nacida y crecida en Bilbao y residente ahora en Madrid, pronuncia un perfecto valenciano para responder a la entrevista. Nada académico, del que se habla en el pueblo, concretamente en Tavernes de la Valldigna, de donde son naturales sus padres, Rafa y Rosa, que se instalaron en la ciudad vasca cuando él, músico, se sacó una plaza en la banda municipal. Tavernes es el rincón del mundo donde desconecta rodeada de su familia y amigos. Cuéntame es su primer contacto televisivo pero no su primer trabajo. Los cinco meses que duraron los casting los compaginó con sus estudios y el papel protagonista en un musical, donde desarrollaba las tres disciplinas que ama: interpretación, baile y canto.

¿Cómo fue la primera vez que pisaste San Genaro, el barrio donde se desarrolla toda la trama de Cuéntame?

Fue en el último casting para entrar en la serie. Me pareció increíble, la verdad, porque estaba tan conseguida la calle y todos los elementos que forman el barrio. Es un plató muy muy grande. Ese día entré en la que es mi habitación (de María) y allí hice la prueba. Fue muy guay.

¿Recuerdas el momento en el que te dijeron que eras la elegida para encarnar a María Alcántara?

Estaba en el centro (de Madrid) y llamé a mi representante para tomar algo y hablar. Me dijo que no podía porque tenía mucho trabajo ese día, así que me fui a casa. En cuanto llegué me llamó ella y me dijo que ahora ya sí que podía quedar. Que primero me dijera que no y de repente sí que podía ya me pareció muy raro, la verdad. Pensé que me quería anunciar algo importante. Además, los 'no' (en los casting) no se dicen en persona, sino por teléfono. Nos vimos y empezamos a hablar pero no me comentaba nada, empezó a sacar otros temas, así que asimilé que era cierto que lo que quería era simplemente charlar. De repente, me mira y me dice: «Carmen, ¡que lo hemos conseguido!». Ahí ya nos abrazamos y empezamos a llorar. Directamente llamé a mis padres, que estaban en Bilbao.

¿Y qué te dijeron ellos?

En ese momento no estaban juntos. Me cogieron el teléfono primero mi padre y mi hermana y cuando se lo anuncié empezaron los dos a gritar y saltar. Luego llamé a mi madre, que iba por la calle, y se puso a llorar.

¿Ha encajado bien una vasca-valenciana en la casa de los Alcántara y en San Genaro?

Sí, muy bien. Piensa que Ana Duato (Merche) es de Valencia e Imanol Arias (Antonio) aunque es de León, en realidad es más vasco que otra cosa, porque se ha criado en Euskadi, así que soy como una mezcla de los dos, como dicen ellos mismos.

¿Ha sido difícil adaptarse a un personaje que ya existía?

La verdad es que sí. Ya existía y ya había hecho un trabajo previo, pero los directores querían darle otro enfoque. Nos hemos ido adaptando todos. Son cuatro directores y cada uno de ellos, dentro de lo que habíamos hablado, tiene una idea. Por mi parte, yo también tengo que intentar mantener siempre la misma línea para no perder la esencia de la anterior María. Ha sido un trabajo de meses antes y también allí ya rodamos. Como me dijo Imanol, también se va creando durante el rodaje. Ha sido mucho trabajo, pero eso es lo que a mí me gusta, poder crear personajes y tener experiencias como esta, que era la que yo quería. Me he pasado muchos años trabajando y estudiando y ahora puedo ponerlo en práctica de verdad.

¿Cómo te has preparado a lo largo de tu vida para conseguirlo?

Yo siempre he hecho las tres disciplinas: interpretación, baile y canto. Hoy en día, como todo va tan junto, cuantas más cosas hagas de arte, mejor. Por ejemplo, María canta también, así que me ha venido súper bien para la serie. De pequeña iba a clases de las tres disciplinas e iba avanzando. Además, como mi padre es músico me ayudaba a buscar profesores particulares. También estuve en Barcelona y venía a Madrid a estudiar y dar clases. La primera vez que trabajé fue en una compañía de teatro en Bilbao. Hace un año y medio llegué a Madrid para seguir estudiando. Aquí, mi primer trabajo fue en un musical donde me cogieron como protagonista. Era una compañía de pequeño formato, de las que viajas en la furgoneta, llegas, montas tu todos los elementos del escenario, actúas y luego desmontas. Todo ello lo tuve que combinar con el estudio. Además, sin parar de hacer castings, porque hace casi tres años que tengo representante y han sido muchas pruebas, muy difíciles, porque a veces no es lo bien o lo mal que lo hagas, sino lo que están buscando. Han sido muchas finales, muchos «no», pero este ha sido un «sí».

Y después de tantos castings y tantos «no», ¿llega algún momento en que te planteas buscar otro camino?

Cuando llegué a Madrid empecé a conocer a gente que llevaba once años sin parar, a los que a veces le decían que sí para participar en algün trabajo y a veces no lo conseguían y sobrevivían como podían. Entonces yo pensé que no podía quejarme de nada. Yo tengo que seguir aquí, porque aquí estamos todos luchando y no pienso parar. La verdad es que nunca lo he pensado, porque no me imagino haciendo otra cosa que no sea esto. Pero la vida es así, eh, que nunca se sabe. Ahora estoy haciendo más castings y cuando se acabe esto, pues otra cosa.

¿En qué momento te das cuenta que lo tuyo es el arte?

Desde siempre. De pequeña ya le bailaba y le cantaba a mi madre en casa o preparaba un teatro y lo interpretaba. Con mis amigos hacía lo mismo. Yo les hacía guiones para que hiciéramos un teatro entre todos. Mis padres, al ver que me gustaba, me apuntaron a clases. Ellos lo enfocaron como que yo jugaba, querían que me lo pasara bien y aprendiera. Con 16 ya fue más serio, pero como ya llevaba tantos años haciéndolo, jugando, me costó menos. Hice el bachiller a distancia y empecé a estudiar en serio interpretación, canto y baile.