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El debate de pascal renolt

El debate de pascal renolt

aunque, una vez liquidado el bipartidismo, ya no se esperan «ganadores» en los debates electorales, el organizado el lunes por Radio Gandia-Tele Safor sirvió al menos para consagrar a uno de los candidatos como símbolo del futuro, de la política a punto de llegar. Allí estaba Pascal Renolt, defendiendo sus teleféricos, sus desfibriladores y sus cosas junto a los otros tres aspirantes a la alcaldía ( Diana Morant, Josep Alandete y Víctor Soler) que por lo menos sabían a qué partido pertenecían. En la etapa pre-Renolt, que un candidato a alcalde supiese cuál era su partido se daba por supuesto. Esto ha cambiado drásticamente tras el nombramiento del candidato naranja, cuyos microdiscursos sobre Gandia («ciudad preciosa a la que yo admiro, quiero y respeto») partían del supuesto de que Cs no ha estado durante cuatro años participando en la gestión municipal de la ciudad preciosa, sino en la cuarta dimensión, o en Babia, quién sabe dónde, pero no en el Ayuntamiento de Gandia. El truco de hacer como que Cs carecía de historia local y que Ciro Palmer había sido una especie de alucinación colectiva, le permitió a Renolt amonestar a Morant y a Alandete (cuyos partidos han rebajado la deuda en 65 millones) por sus políticas de ajuste. Les miró profesoralmente a través sus gafas metálicas para pedirles que, por favor, no hablasen de gestión. 65 millones debe ser lo que deja de propina Renolt cuando se toma un café.

Teniendo en cuenta que el debate consistió más bien una sucesión de monólogos, parecía que el truco iba a salirle bien, pero la contrapartida fatal de escamotear del pasado reciente de Cs (que ya podemos acuñar como «el método Renolt») fue que él mismo, el único de los aspirantes sin pasado político, se contagió de incorporeidad. Durante todo el debate Pascal Renolt dio la impresión de ser, más que un candidato de carne y hueso, un presentador de teletienda, una presencia inmaterial destinada a sorprender a espectadores insomnes con ofertas espeluznantes. Y aunque demostró, de largo, que era quien mejor dominaba el lenguaje televisivo buscando sin parar los ojos del espectador, tanto si hablaba de comercio, turismo o de economía, era como si intentara vendernos un sillón relax o una sartén multiusos.

Antes, los Pascal Renolt de la política formaban parte de formaciones minoritarias que eran aplastadas electoralmente por los partidos grandes y el sentido del humor del electorado, pero ahora los crean los partidos grandes en los despachos y nos animan a votarles muy en serio. Muere una época pero ha nacido una estrella.

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