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El método Kramp-karrembauer

El método Kramp-karrembauer

El presidente Sánchez urge al electorado socialdemócrata a «no dejar la faena a medias», y otros líderes progresistas se han dirigido a sus votantes en términos parecidos. Pero lo extraño es que tengan que recordarlo en puertas de unas elecciones municipales históricas en las que Vox se infiltrará en numerosos ayuntamientos españoles, es decir, en el sistema nervioso de la democracia. Una amenaza que el sentido común debería advertir de inmediato. Pero a día de hoy se desconoce cuánto sentido común existe en un cuerpo electoral que se proclama ampliamente democrático. Si una vez más tras el 26-M logra imponerse la política de la calma a la de la crispación será, en muchos lugares, por un estrecho margen. De ahí los llamamientos a la participación.

Hace cinco años la mayoría de sus votantes ni siquiera conocía a Vox, al que le ha bastado ese brevísimo plazo para instalarse en el gobierno de Andalucía, en el Congreso de los Diputados (con 24 escaños, cifra por debajo de la esperada, aunque espectacular) y presentar candidaturas en los municipios más importantes y al Parlamento Europeo. Esta vez no se irá de vacío. Una sucesión de conquistas políticas que debe mucho a Cs y PP, que revistieron a Vox de poder despreciando las advertencias de la Europa liberal sobre la necesidad de bloquear a los ultras. Ahora Cs y el PP se disponen por tercera vez a garantizar el avance institucional de la ultraderecha en los ayuntamientos y a darles más poder.

Evidentemente, esa inalterable complicidad con los ultras no responde a ninguna ideología que pueda argumentarse en torno a un conjunto de valores liberales de corte europeo sino a una estrategia que simplemente persigue hacerse con el poder a cualquier precio. Si Annegret Kramp-Karrembauer, sucesora de Angela Merkel en la Unión Demócrata Cristiana Alemana (CDU), señalaba hace unos días el grave error que para los partidos democráticos supone pactar con las fuerzas de ultraderecha, de nuevo las derechas simbióticas españolas incurrirán en el mismo plan antieuropeo en las municipales, sin medir su impacto en la vida pública española. Reincidencia que debería bastar para movilizar no solo a la «izquierda» sino hasta el último demócrata.

En Gandia los candidatos a la alcaldía apenas han hablado de Europa. Pero será nuestra idea de Europa lo que, más que nunca, se votará en las municipales del domingo: la elección entre un modo europeo de entender la política y ese rechazo ciego a todo lo que viene de más allá de los Pirineos y está en el origen del pensamiento reaccionario español.

Quienes llaman a la movilización para frenar al bloque derecha-ultraderecha siguen el método de profilaxis política Kramp-Karrembauer, y cuando el PP y Cs, dispuestos a reforzar a la ultraderecha antieuropea en las ciudades, nos piden nuestra confianza, pretenden enterrarlo.

En un ensayo sobre el sentido común, el también alemán (y Premio Príncipe de Asturias), Hans Magnus Enzensberger, recordaba la definición que de esa expresión daba Nicholas Amhurst, semiolvidado pero lúcido autor inglés del siglo XVII: «Alguien con sentido común es quien sabe distinguir entre el queso y el carbón». Son diferencias que una ciudad inteligente capta de inmediato. Europa y los entierros. El queso y el carbón.

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