Los hosteleros de la playa de Tavernes de la Valldigna están tremendamente molestos con la presión a la que, según denuncian, les está sometiendo el ayuntamiento en el cumplimiento de los horarios de las terrazas que ocupan la vía pública. Desde la Associació de Comerciants i Empresaris de la Platja (Aceplat) han señalado a Levante-EMV que la Policía Local se presenta muchas noches en los locales para comprobar si los establecimientos están desmontando las terrazas en el horario marcado por la ordenanza municipal.
Según esta normativa, los bares, restaurantes y cafeterías tienen que guardar las mesas, las sillas y demás elementos de la terraza media hora antes del horario establecido para el cierre de los establecimientos, que está marcado por un decreto del Presidente de la Generalitat y que es la 1.30 horas. Para los meses de verano, otro decreto, en este caso municipal, permite alargar el horario media hora. Con todo, esto significa que los negocios están obligados a retirar los elementos en julio y agosto a la 1.30 horas.
Lo que ocurre es que en verano la gente cena más tarde y alarga más la sobremesa y eso hace que, según los empresarios, sobre todo en fin de semana, les resulte muy complicado cumplir el horario a rajatabla. «Si hay gente en la terraza y empiezas a guardar las mesas y sillas, los clientes pueden pensar que, de forma subliminal, les estás diciendo que se marchen y eso da muy mala imagen», explicaba uno de los empresarios.
Señalan que, en las últimas semanas, la Policía Local ha tomado fotografías y levantado actas en varios locales por incumplimiento del horario. «Vivimos en una playa en la que solo podemos hacer negocio 45 días al año, si encima nos van multando, no sé cómo lo vamos a hacer», indicaba el propietario de otro restaurante.
Desde la entidad piden cierta flexibilidad al ayuntamiento, como la había, aseguran, hace unos años. «Hemos notado que han aumentado la presión en los dos últimos veranos».
Otro problema que ven los hosteleros en la normativa de las terrazas es que les obliga a guardar todos los elementos cada noche. «Si algún posible cliente pasa por nuestros locales y ven que tan pronto están las terrazas recogidas o que estamos apilándolas, se piensan que está cerrado y ya no entran», indica un hostelero, que se queja, a su vez, de que «están matando la playa».
Este mismo empresario va más allá y cree que «molesta más recoger la terraza, con todo el movimiento de mesas y sillas que dejarla montada, aunque digan que muchas veces vienen porque llaman los vecinos».
Buscar un «equilibrio»
El concejal de Urbanismo, Josep Llàcer, señaló ayer que la obligación del consistorio es «hacer cumplir la normativa». El edil defiende que puede haber «cierto margen de tolerancia» a la hora de controlar los horarios, pero recuerda que «muchas veces son los vecinos quienes llaman porque les molesta el ruido» que se genera en la calle y también que «hay establecimientos que incumplen de forma reiterada».
Llàcer cree que la flexibilidad no se puede convertir en una barra libre para que los establecimientos cierren a la hora que quieran y apuesta porque haya «un equilibrio» en el que exista un compromiso por parte de los empresarios para no traspasar exageradamente los límites y otro por parte del ayuntamiento de aplicar ese margen de tolerancia.
En todo caso, Llàcer recuerda que los controles que lleva a cabo la Policía Local forman parte de la campaña de control del cumplimiento de la ordenanza que también se ha aplicado a los establecimientos del pueblo durante el inverno, por lo que «no podemos permitir que haya un agravio comparativo».
El edil también aclara que, por el momento, no se ha multado a nadie y que solo se está informando a los empresarios.
