La catástrofe natural que ocurrió entre Llutxent y Gandia aquellos días de agosto de hace un año ya ha sido objeto de estudio académico. En concreto, de un trabajo final de grado de Daniela Lührsen, una joven recién graduada en Ciencias Ambientales en el Campus de Gandia de la Universitat Politècnica de València. En el informe la autora describe el impacto que tuvo el siniestro con ayuda de mapas satelitales y cómo han resistido los diferentes estratos de vegetación afectados, con el fin de que sirva para futuros planes de prevención y recuperación.

Precisamente, el riesgo de incendios forestales cada vez más virulentos es uno de los efectos del cambio climático, «y especialmente en la cuenca mediterránea tenemos que enfrentarnos a los llamados superincendios, en los que arden más de 500 hectáreas», explica. Por ello Lürhsen considera que se deben combatir las principales causas, que son «el abandono de la vida rural, la falta de aprovechamiento del bosque y el citado cambio climático».

Una prueba de ello es que los cultivos evitaron el avance de las llamas, aunque también resultaron chamuscados algunos árboles e infraestructuras de regadío. «Si un suelo beneficia directamente a los humanos, estos son más propensos a mantenerlo y seguir las recomendaciones estatales para prevenir incendios», señala Lührsen. Sobre la zona estudiada, la autora apunta que están rebrotando herbáceas, «pero hay pinares totalmente quemados, sobre todo los silvestres y en las zonas de afección altas, que les costará rebrotar». «En general, la vegetación se está recuperando bien, pero a las especies frondosas les está costando más», señala, y aplaude medidas que lleva a cabo la Generalitat como favorecer la expansión de alcornocales.