Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

POTRIES PROTESTA ANTE EUROPA

el gobierno de Potries ha retirado la bandera de la UE de la fachada del ayuntamiento y ha emitido un comunicado de repulsa ante la inoperancia demostrada por las instituciones europeas con respecto a la situación de los migrantes del Open Arms y el Viking Ocean. ¿No es un ridículo que un consistorio de apenas mil habitantes pierda el tiempo en esa clase de esfuerzos, cuya influencia política es nula e informativamente no pasa del ámbito comarcal? ¿No debería dedicarse el gobierno de Potries a resolver los problemas de la gente de esa pequeña localidad sin entrometerse quijotescamente asuntos que solo tienen solución desde la alta política internacional?

Parecen preguntas bastante sensatas y, sin embargo, son las que suelen hacerse personas que saben que no morirán de hambre en las calles o abandonadas en el mar y que, mal que bien, tienen techo, cama, familia y amigos, y pueden ir al hospital más próximo en caso de urgencia. Son preguntas que se plantean desde el primer mundo.

El gesto del ayuntamiento de Potries carece de cualquier clase de influencia directa en el problema de los náufragos del Open Arms, pero está lejos de ser inútil: sirve para poner a prueba la idea que tenemos de nosotros mismos como especie, la consistencia real de aquello en lo que muchos afirmamos creer y nuestra capacidad de reacción, como ciudadanos de sociedades presuntamente civilizadas, ante situaciones límite.

Sin embargo, algunos autores, como el norteamericano David Rieff, buen conocedor del funcionamiento de las organizaciones humanitarias y veterano reportero de guerra, han planteado sus reservas sobre la eficacia y pretendida ejemplaridad ética de las ONGs, cuyas políticas de intervención en países que no la han pedido, así como su carácter de misión compasiva y su dependencia en muchos casos de la financiación de estados opulentos, se parecerían a las de la época del colonialismo y no servirían para resolver los problemas de fondo de las zonas en las que actúan. Rieff señala que los cooperantes también deberían dejar de lado una neutralidad política que ya es imposible mantener, y pone en cuestión la pretendida revolución alcanzada en materia de derechos humanos e incluso la existencia real de una «comunidad internacional» capaz de solucionar los problemas derivados de catástrofes humanitarias. En su libro «Una cama por una noche», en el que trata la crisis de las políticas humanitarias, Rieff se pregunta si puede mantenerse «en esta época cruel, aterradora y egocéntrica la idea salvadora de la solidaridad humana que ofrece el humanitarismo o si la triste verdad es que nuestras ambiciones morales son solo eso, y poco más». Sobre situaciones como los que estos días protagonizan los buques de salvamento Ocean Viking y Open Arms, y su capacidad real para agitar conciencias, el autor norteamericano no es más optimista y dice: «En situaciones de crisis en las que se intenta persuadir al público occidental de que apoye determinadas iniciativas, a los cooperantes les gusta decir que hay momentos en los que existe el imperativo moral de actuar. Tienen razón, pero se equivocan al imaginar que los gobiernos occidentales o la opinión pública estarán tan dispuestos a compadecerse como a sacrificarse».

Aunque en ocasiones Rieff nos parezca un cenizo derrotista, esa impresión no nos pone a cubierto de algunas cuestiones que apelan directamente a las expresiones de la solidaridad, y a su viabilidad real. En ese sentido, ¿cuáles son nuestras obligaciones como ciudadanos? ¿Existen como tales o la solidaridad pertenece a la esfera de las decisiones morales privadas que no tienen por qué manifestarse necesariamente ni desde la política ni en la vida ordinaria, y es competencia del Estado atender cada situación de emergencia humanitaria de manera puntual y según las circunstancias? ¿La solidaridad universal entra en conflicto, como dicen los neofascistas, con la que cada país debe reservar solo para sus ciudadanos? Y sobre todo, ¿cuánto estamos dispuestos a pagar por ella? Son preguntas complejas, aunque deberíamos planteárnoslas teniendo en cuenta que es improbable que las respuestas que ofrecen xenófobos, racistas y los constructores de muros sean las más civilizatorias.

Cada rescate en el mar nos interroga sobre lo que debemos hacer y cómo, y gestos aparentemente insignificantes como el del ayuntamiento de Potries nos recuerdan, a pesar de todo, que nuestro radio de acción personal es menos limitado de lo que consoladoramente preferimos creer y que los escenarios de crisis humanitarias como el del Open Arms o el Ocean Viking van a seguir siendo habituales en las noticias y en nuestras conciencias.

Compartir el artículo

stats