Su uso ha disminuido, o al menos ya no se abusa tanto gracias a las redes sociales y a los grupos de Whats App que promueven los ayuntamientos, pero siguen formando parte de la idiosincrasia de los pueblos, como el almuerzo de los sábados o salir a la calle a tomar el fresco en verano. Son los bandos municipales, mensajes lanzados por megafonía que, a determinadas horas del día, rompen la calma de la población durante unos segundos o un minuto para ofrecer una información que los alcaldes consideran indispensable, crucial para el general conocimiento de sus paisanos.

La mayoría de municipios tiene un sistema de torres con uno o varios altavoces para que los bandos se escuchen en todo el pueblo. Es el caso de l’Alqueria de la Comtessa, donde además cuentan con un «software» informático que permitirle grabarlos y programarlos a lo largo de la semana. Lo suelen hacer policías locales o técnicos municipales. «No los ponemos a las horas en punto para no coincidir con las campanas de la iglesia», explica Andrés Gómez, vigilante local. Tras una sintonía de unos 30 segundos (en l’Alqueria la han bautizado como «bautxos») se lanza el comunicado.

La megafonía es la versión moderna del alguacil con la clásica trompetilla, pero en Ròtova sigue existiendo este oficio, encarnado en Rafa García, una persona muy popular y querida en el pueblo. Rafa debe ser algo así como el último pregonero, porque cuando se jubile -tiene 60 años- es probable que nadie quiera asumir el trabajo que viene haciendo desde hace veinte; el de pronunciar cada bando de viva voz, con la ayuda de un megáfono, por 20 puntos de la localidad. Suena la trompetilla y los vecinos plantan la oreja junto a puertas y ventanas. «A veces también me paran por la calle para preguntarme y les cuento las novedades», señala. En Alfauir también lo hace un alguacil, pero, a diferencia de Ròtova, ellos todavía no tienen línea de Whats App.

La mayoría de los alcaldes consultados afirma que los bandos son para «cosas serias e importantes», unos avisos más concretos de lo que se pueda difundir en el tablón municipal o en las redes sociales, por ejemplo. Y defienden que son necesarios, sobre todo para llegar a la gente mayor.

De hecho, incluso hay municipios donde la megafonía es de reciente instalación, como en Bellreguard, que se puso en 2014 con ocho torres, o en Guardamar de la Safor, hace un año.

En los grupos municipales de Whats App se suele reproducir el mismo contenido de los bandos. Xeraco fue uno de los primeros en tenerlo. En Benifairó de la Valldigna hay mil vecinos inscritos en el Whats App, todo un éxito si se tiene en cuenta que la localidad tiene 1.580 habitantes. El anecdotario es extenso, sobre todo cuando los ayuntamientos abren los bandos a mensajes que quieran transmitir asociaciones, festeros o particulares.

Una temática recurrente son los objetos o animales perdidos o encontrados. En Simat de la Valldigna anunciaron hace poco que se había extraviado un agaporni -también llamado pájaro del amor- y en Rafelcofer el usuario de una dentadura postiza la pudo recuperar gracias a un bando. En otro municipio se anunció que se había fallecido una persona y luego resultó no ser cierto.

En Ador fue famoso el «ban de la becaeta», donde el entonces alcalde, Joan Faus, prohibió en el verano de 2015 realizar actividades molestas entre las dos y las cinco de la tarde para respetar la siesta. En Beniarjó lo dicen dos veces seguidas, por si no lo escuchan bien a la primera. En Llocnou de Sant Jeroni hay dos músicas, una de ellas, más solemne, para los fallecimientos. En algunos pueblos el alcalde toma el micro si se tercia, como en la Font d’en Carròs o en Benirredrà.