si la memoria no me traiciona, fue en el Instituto Técnico Ausias March de Gandia donde conocí las coplas que Jorge Manrique escribió en memoria de su padre. El autor destacaba -hace cinco siglos- el arraigado sentimiento de «cómo a nuestro parecer cualquiera tiempo pasado fue mejor», una percepción común que lleva a magnificar el pasado a costa del presente. Los psicólogos explican que, al evocar el pasado, tendemos a olvidar con facilidad lo negativo quedándonos con los recuerdos positivos. Solemos idealizar nuestra infancia y juventud, eliminando selectivamente de nuestra memoria los aspectos negativos de los tiempos dorados.

Esa percepción del tiempo pasado nos ayuda a evitar que la rememoración constante de todo lo malo que nos haya podido suceder nos lleve a un estado crónico de autoconmiseración o postración que impida afrontar el futuro. Sin embargo, esa impresión, que puede ser útil en lo personal, se vuelve perjudicial cuando lo aplicamos al mundo en que vivimos. Hans Rosling, médico y profesor, explicó en su libro Factfulness cómo hemos llegado a tener imágenes erróneas sobre la realidad de nuestro mundo y cómo, en los países de mayor nivel de vida, la imagen que existe sobre el mundo es mucho peor que la realidad. Llega a esta conclusión al comparar las percepciones de gente de diversos países con la realidad que se desprende de los hechos.

El setenta por cien de las personas encuestadas en España considera que el mundo va empeorando. Al mismo tiempo, el noventa y siete por cien cree que, durante los últimos veinte años, el porcentaje de personas que viven en el mundo en condiciones de pobreza severa (menos de 2 dólares/día) se ha multiplicado por dos o permanece igual. No obstante, la realidad está a años luz de la percepción generalizada, tanto en España como en los 30 países en los que Rosling realizó su estudio. La realidad basada en datos es que, en los últimos veinte años, la proporción de pobreza severa en el mundo se ha dividido casi por tres y desde 1966 ese porcentaje se dividió por cinco.

El libro de Rosling explica las razones por las que estamos equivocados sobre el mundo en que vivimos y aporta valiosa información sobre por qué las cosas van mejor de lo que pensamos. Para ello compara las percepciones con los hechos, llegando a sorprendentes e incluso hilarantes conclusiones. Una de las razones por las que tenemos una imagen equivocada de nuestro mundo es lo que Rosling define como el instinto de negatividad, que hace que percibamos más lo malo que lo bueno y que se ve estimulado por tres causas.

En primer lugar, el olvido selectivo del pasado, filtrando lo malo y engrandeciendo lo bueno, nos lleva a la sensación ya descrita que de que cualquier tiempo pasado fue mejor, lo que equivale a pensar que todo va a peor en vez de progresar. En segundo lugar, la tendencia de los medios de comunicación y de los activistas a resaltar cualquier dato negativo, relegando en gran parte las mejoras progresivas que diariamente se producen a nivel mundial. Los medios creen que si no fuera así perderían audiencia y las ONG piensan que lograrían menos apoyo. Y, en tercer lugar, el sentimiento de que mientras existan cosas malas en el mundo, es cruel decir que se está mejorando.

Como estímulo de la negatividad habría que añadir a una parte del espectro político, especialmente el populismo, que espera obtener réditos electorales ofreciendo imágenes catastrofistas de la realidad. La negatividad política es lo que el filósofo Karl Popper describió como la concepción cínica de la historia, una versión postmoderna del materialismo histórico, una vez desechada la profecía marxista del advenimiento de una sociedad sin clases. Se trata de «una nueva religión pesimista, según la cual vivimos en un infierno moral y nos estamos destruyendo por contaminación física y moral».

Hans Rosling falleció en 2017 pero dejó una fundación, Gapminder (gapminder.org), que difunde al detalle la evolución del mundo en que vivimos y las mejoras impresionantes alcanzadas en los últimos años. Como él advirtió: «El progreso que hemos logrado me dice que es posible lograr que todas las niñas asistan a la escuela, y también todos los niños, y que debemos trabajar duro para que esto suceda. No sucederá por sí solo, y si perdemos la esperanza por estúpidos conceptos erróneos, puede que no suceda en absoluto. La pérdida de la esperanza es probablemente la consecuencia más devastadora del instinto de negatividad y de la ignorancia que causa».

Hay muchas cosas que mejorar en el mundo en que vivimos, pero al mismo tiempo la humanidad ha alcanzado durante las últimas décadas progresos impresionantes, únicos en la historia. No reconocer estos progresos y caer en ese pesimismo que nos repite machaconamente que todo va mal y que cada vez irá peor, sólo contribuye a dificultar la inmensa tarea que aún queda por delante.