¿ué te parece de lo de Franco? - Hombre, pues que unos tanto y otros tan poco?

-Es que en España no hay nada como dar golpes de Estado para que te recuerden por todo lo alto. ¿A ti por qué te fusilaron?

-No, si yo ese día iba a un bautizo... Me confundieron con uno que después se hizo millonario. Yo en política, la verdad, nunca me metí.

-Ya es mala suerte.

-Yo creía que con la Transacción?

-La Transición.

-Eso, que con lo de la Transicción esa pues habrían venido a desenterrarnos un poco. Que se acordarían y eso, más que nada por lo que decían de la reconciliación entre hermanos... No es por quejarme, pero es que a mí los inviernos me matan. Se me mete el frío en los huesos y me quedo pajarito.

-Yo a veces sueño que tengo una tumba.

-¿Cómo la de Franco?

-No, normal. Pero con su intimidad y su lápida al aire libre con el nombre puesto bien clarito y un recipiente para las flores. Para mí que las flores deben de hacer mucha compañía.

- Flores, qué bonito. Ya ni me acuerdo yo de las flores?

-Y eso sin contar que cuando te recuerdan de cerca, así, de cara, seguramente lo notas más que si te recuerdan sin saber dónde estás ni si estás, porque el recuerdo sin destino, a voleo, ¿en qué se queda por muchas ganas que se pongan?

-Así nos va.

-Un muerto tiene que tener un paradero, un domicilio para recibir visitas.

-Qué menos.

-Si no, es como ser un don nadie. Como no haber vivido.

-Ya te digo. Por eso existen los camposantus? Oye, que lo mismo el follón este de Franco sirve para que se acuerden de nosotros y de la importancia de las flores, y de que también somos personas... Lo mismo ahora?

-Tú eres como yo, un iluso. Creíamos que vendrían cuando Suárez. ¿Te acuerdas?

-Sí. Y luego con Felipe.

-Y luego con Aznar, el que decía que leía a Azaña.

-Y luego con Zapatero, que fue un quiero y no puedo. Y luego con el otro?

-Pero al final no vino nadie?

-Al final lo que vino fue el mal tiempo. Llevamos dos franquismos y pico de mal tiempo. El año pasado pillé un trancazo y no lo solté hasta abril, que fue cuando empecé con las alergias... Y el otro igual, y el otro...

-¿Siempre has sido tan melindres?

-Qué va. Si yo antes era un roble. Me volví así aquí, ya al invierno siguiente de mi defunción. No es por quejarme, pero si alguien necesita un cambio de aires ese soy yo.

-La eternidad no está mal, pero, claro, con unas condiciones mínimas de higiene, de habitabilidad.

-Es que si no la eternidad da miedo. Aquí hasta el silencio es distinto. Es un silencio malo, que se te queda como pegado? ¡Tampoco pedimos tanto!

-No pedimos un mausoleo.

-Qué va.

-No pedimos un panteón.

-No.

-No pedimos honores, ni desfiles, ni banderas, ni gaitas... Ni pasar a la posteridad, ni un ducado, ni tampoco dinero. Pedimos solo?

-Sí, hombre, sí... Una atención, un miramiento, como le pasa a todo dios desde que el mundo es mundo? Un ramito en fechas señaladas, que la familia sepa dónde? ¿eh? O sea, lo natural, lo que toca.

-Eso. Pero ahí afuera no se enteran. ¡Como si oyeran llover! A veces hasta me deprimo.

-Yo también tengo mis momentos raros, no te creas. Sobre todo, esos días en que parece que el tiempo se detiene aún más y no sabes si estás, ni para quién.

-Si somos o nos somos.

-Menos mal que podemos charlar. Si no se nos haría aún más largo.

-Sí, menos mal. Si no fuera por estos ratillos...