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«Es falso que España sea el segundo país más ruidoso del mundo»

Ana Delgado, de la Sociedad Española de Acústica, desmiente el informe que publicó la OCDE en 1991 La experta visitó Gandia el jueves dentro de la Setmana de la Ciència

«Es falso que España sea el segundo país más ruidoso del mundo»

España no es el segundo país más ruidoso del mundo, después de Japón, como publicó la OCDE en un informe de 1991, una falsa leyenda que todavía seguimos arrastrando. En los años 90 no había consenso sobre a partir de qué límites se consideraba contaminación acústica en las ciudades, ni procedimientos homologados entre países. Además hacer ese «ránking» sólo con datos objetivos no es del todo exacto, porque se deberían tener en cuenta otros factores, como el clima y las costumbres horarias de cada región.

Así lo aclaró el jueves pasado en Gandia Ana Delgado, miembro de la Sociedad Española de Acústica (SEA), en una conferencia ofrecida en la Casa de la Cultura, en el marco de la Setmana de la Ciència, coorganizada por el Campus de Gandia de la UPV, la Universitat de València y el CEIC Alfons el Vell. El acto estuvo presentado por la profesora e investigadora de la Universitat Politècnica de València Romina del Rey.

De hecho, la SEA lleva años desmintiendo ese «mito» de que seamos un país especialmente ruidoso. Delgado reconoció que el error también vino porque España «envió tarde» los datos para el estudio, pero a renglón seguido explicó que no es adecuado comparar la contaminación acústica de España, por ejemplo, con la de países del centro o del norte de Europa, «donde a las seis de la tarde consideran que ya es de noche y se encierran en sus casas».

Ahora bien, esto no quita para afirmar que en España el ruido representa un grave problema. Y un factor que lo complica es el turismo. «Muchos extranjeros -opina Delgado- como los británicos o los alemanes que vienen de vacaciones se comportan en España de manera muy diferente a la de sus países».

Al respecto, los pisos turísticos son otra molestia en los principales destinos, no sólo por las fiestas que se puedan celebrar en su interior, sino por el traqueteo de idas y venidas de los viajeros con sus maletas sobre ruedas: «Para los residentes de estos barrios es como vivir en una continua mudanza».

En su intervención, Delgado desplegó el amplio abanico de legislación que hay al respecto y recordó, por ejemplo, que los ayuntamientos están obligados a elaborar mapas de ruido, con sus medidas correctoras asociadas. Reconoció que se ha avanzado mucho en controlar y sancionar el ruido, sobre todo el procedente del tráfico rodado, causante del 80% de la contaminación acústica de una ciudad.

Abogó porque las administraciones cumplan con toda esa normativa, ante todo por una cuestión de salud pública, ya que el ruido, «además de causar estrés, irritación y alteraciones en el sueño, aumenta el riesgo de sufrir un ictus o problemas cardiovasculares, y en el caso de pérdida de audición, esta es irrecuperable».

Hay ruidos que pueden paliar las leyes, «pero en otros muchos casos es un problema de falta de educación y respeto por los demás». Por ejemplo, en las zonas de ocio nocturno, «donde los jóvenes hacen más ruido en la calle que dentro de los locales».

Por otro lado, diez años después de la entrada den vigor del Código Técnico de la Edificación (CTE) se constantan avances en las viviendas particulares: «Antes, cuando alguien iba a comprarse una casa, nadie preguntaba por su aislamiento acústico o térmico».

La científica recordó que desde la SEA organizan todos los años el Día Sin Ruido, el último miércoles de abril, y en 2020 se celebrará el Año Internacional del Sonido.

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