Muchos vecinos de urbanizaciones aisladas, que no disponen de un eficiente sistema de evacuación de aguas pluviales y que están rodeadas de enormes árboles, confesaron ayer a este periódico que pasaron mucho miedo durante las 36 horas que van del domingo por la tarde a la noche del lunes, periodo en el que la tormenta resultó más violenta. Lo dice Juan, un hombre que reside en la zona alta de Marxuquera, en Gandia.

José García, que todavía no ha descansado y que es el presidente de la asociación del Camí de les Basses, en el término municipal de Palma de Gandia, confesaba ayer que la tormenta ha dejado una zona casi devastada. «Venir aquí es como apreciar el paisaje después de una batalla», explicaba ayer mientras reconocía que, por fin, estaba llegando la ayuda de la Administración para retirar árboles y reponer los servicios básicos.

El reguero de desperfectos dejados por Gloria se extiende, con más o menos intensidad, en todas las áreas de montaña, donde estos días son habituales las labores para cortar enormes troncos. Según técnicos consultados por este periódico, los dos factores que propiciaron la caída de grandes pinos fueron el viento y la lluvia. El agua ablandó el terreno en el que se hunden las raíces y las fortísimas rachas de viento hicieron el resto. Así, en muchos casos los ejemplares se han desplomado en todo su cuerpo.