"¿Miedo al contagio?, en absoluto; lo que tenía eran muchas ganas de venir, y antes tenían que haber autorizado la reapertura de este negocio". Son palabras de Raúl, un cliente de Miquel Perruquer, establecimiento ubicado en el nº1 de la calle Legionari Bernabeu de Gandia, después de que el propietario y peluquero, Miquel Camarena, le haya cortado el pelo este lunes 4 de mayo en la primera jornada de trabajo tras los largos 50 días de parálisis laboral como consecuencia de la crisis sanitaria de coronavirus.

A sus 49 años y 27 de profesional, Miquel Camarena, ha vuelto a abrir la persiana tras el periodo excepcional sanitario y lo ha hecho gratamente sorprendido, ya que "desde las 07.30 horas no he parado de atender el teléfono para dar turnos y ya estoy, incluso, planificando los de la próxima semana porque en esta ya no me caben todas las peticiones de la clientela". La gran demanda de turnos significa, afirma con rotundidad Camarena, que "las peluquerías son un producto de primera necesidad".

Camarena se ha pasado los 50 días de confinamiento encerrado con su familia en su domicilio de Llocnou de Sant Jeroni, de donde es natural, "a la espera de novedades" y ahora, por fin, y tras hablar con su asesor laboral y la Asociación de Peluqueros de Gandia y consultar las directrices a seguir con el colectivo provincial del gremio, ha reabierto su negocio tras la autorización del Gobierno de España.

Su labor no difiere demasiado de la de antes, pero ahora debe extremar las medidas higiénicas y sanitarias, como mandan las autoridades. En primer lugar, solo atiende a un cliente por turno y tras concertar una cita previa. El peluquero, ataviado con mascarilla, visera y bata, solo puede cortar el pelo de la cabeza, pero no el de la barba "por precaución y hasta nueva orden".

Antes y después de atender a cada cliente debe proceder a la profilaxis, que es el conjunto de medidas que se toman para proteger o preservar de las enfermedades. Esto incluye la limpieza y desinfección de los utensilios con los que se maneja el profesional, incluido el sillón donde se sienta el cliente, así como utilizar toallas, papel y capa desechables para cada persona. En la peluquería tampoco se pueden ojear ahora las clásicas revistas de entretenimiento o el periódico del día mientras uno espera y tampoco hay tertulias entre la clientela, pero el negocio parece imparable.

A lo largo de todo este tiempo de confinamiento, Miquel Camarena solo ha tenido el ingreso de dinero correspondiente a la baja por cese de actividad debido al Covid-19 que el Gobierno creó para los autónomos, ha conseguido moratorias para todos sus pagos, pero al mismo tiempo ha tenido que solicitar un préstamo al Instituto de Crédito Oficial (ICO) con el que hará frente a todas sus obligacionbes económicas cuando se recupere la normalidad laboral. Los pagos generales de alquiler, luz y agua sí que los ha tenido que afrontar en plena crisis.

Camarena asegura que tampoco tiene miedo de un posible contagio desde su posición física tan próxima a los clientes, pero matiza que "estamos ante una situación muy incierta y no podemos hablar del futuro inmediato sino del día a día".