Los vecinos de Villalonga han estrenado esta semana un nuevo concepto de procesiones religiosas, obligados por las estrictas medidas de seguridad sanitaria a las que obliga la pandemia del covid-19. Y, a criterio de los organizadores, la idea no solo no ha salido mal, sino que muchos fieles han mostrado su agradecimiento por el resultado.
Desde la noche del jueves, y hasta mañana domingo, las Mayoralesas de la Virgen, junto al sacerdote titular de la parroquia y otros religiosos y la banda de música local, recorren las calles de Villalonga con la imagen de la Mare de Déu de la Font, la patrona, llevada por un grupo de portadores sobre unas andas más livianas, a fin de que ese recorrido sea menos pesado. Desde los portales de sus casas los fieles esperan al momento de poder venerar la pequeña talla mariana, que se detiene, en un detalles que también ha sido muy bien visto, frente a las casas en las que hay personas enfermas o impedidas.
La noche del jueves el recorrido tuvo lugar en el barrio de Cais y la zona cercana al polígono industrial donde se encuentra Dulcesol, y duró una hora y cuarto, aproximadamente. Al llegar de nuevo a la capilla de la que había salido, se dispararon fuegos artificiales. Entre ayer viernes y el domingo la Mare de Déu de la Font y la comitiva que la acompaña tiene previsto recorrer el resto de zonas del municipio. El lunes, cuando se celebra la fiesta oficial, tendrá lugar misa en la parroquia.
La Policía Local, unos pasos por delante de los portadores, se encarga de garantizar que no haya aglomeraciones y que los fieles veneren la imagen guardando la distancia de seguridad.
Esta «procesión del coronavirus» ya está siendo observada de cerca por representantes de otros municipios, a quienes ha llamado la atención como fórmula válida para no tener que suspender estos actos religiosos. Si, como parece, la pandemia se prolonga, no será extraño que se copie la idea con otros santos, vírgenes o cristos.
