El día 5 de noviembre, mientras tomábamos el aperitivo en la terraza, un Lamborghini rojo descapotable entró a toda velocidad en el jardín de la Casona y, dando un giro de ciento ochenta grados, frenó chirriando las ruedas sobre la gravilla. Cuando paró el motor, en la radio del coche se oía a todo volumen La Marcha Triunfal de El Caballero de la rosa. El conductor bajó del coche, se quitó las gafas, hizo una reverencia y saludó con la mano. Mientras el hombre que le acompañaba recogía el equipaje, él vino sonriendo hacia nosotros. Me sorprendió su enorme parecido con Kirk Douglas y la tata, tomando el protagonismo, le preguntó:

- ¿Eres Daniel Hurtado?

- Sí. ¿Y tú eres mi madre?- No, hijo, no. Tu madre murió hace mucho tiempo. Ahora sólo te quedan primos. -Y añadió señalándonos con el dedo - Berta, Pier, Evarist y Marilyn.

Daniel nos fue besando a todos y cuando llegó a mí, le dije:

- Yo fui la que habló contigo por teléfono.

- Pues como ves, lograste convencerme. Me acompaña mi amigo Ángel, ¿puede quedarse?.

- Por supuesto.

Al aproximarse le reconocí y sentí una extraña sensación. Me quedé mirando a Ángel con cara de sorpresa, sin saber qué decirle.

- ¿Os conocíais? -preguntó Daniel.

- Sí. Fuimos compañeros en la Escuela de Cine.- respondió Ángel.- Estoy encantada de teneros en mi casa. Avisaré para que preparen otra habitación.

- No es necesario. Dormiremos juntos.

No pude resistirlo y entré en la casa para vomitar, mientras la tata y mis primos seguían en animada conversación con los recién llegados. No podía creer que Ángel, con el que compartí tantos momentos de felicidad, fuera el amante de mi primo. ¿Quién representaría el papel de hombre? Seguro que ahora era Kirk Douglas. Pero? ¿a qué venían todos estos pensamientos? Yo estaba enamorada de Evarist y todo lo demás era agua pasada. La voz de la tata me sacó de mis disquisiciones.

- ¡Marilyn! Te estamos esperando para comer.

Sentados alrededor de la mesa, charlando como viejos amigos, Ramona que seguía sorprendiéndome con elegantes vestidos; departía amigablemente con Daniel. Ángel hablaba con mi prima Berta y Evarist deslizaba su mano sobre mi pierna. La comida trascurría en un clima distendido mientras la tata seguía llevando la voz cantante y explicaba a Daniel el origen de las familias que crearon el gran emporio de la fruta dorada. Por su parte Pier ponía el acento en el valor de aquellos hombres que, sin conocer idiomas, supieron unirse con franceses, ingleses, alemanes y holandeses para llevar las naranjas de oro a todos los países de Europa.

Daniel escuchaba admirado las peripecias de bisabuelos y abuelos, sin dejar de tomar notas en un pequeño cuaderno. Se le veía muy interesado y, en un momento dado, cuando las ramas del árbol genealógico llegaron a la muerte del primer marido de tía Manola, se dirigió a mí:

- Ahora, cuéntame lo de su segundo matrimonio.

- ¿De verdad te interesa?

- Presiento que sí. Todo lo que estoy oyendo puede ser un magnífico argumento para una película.

Entusiasmada por el interés que la historia despertaba en un productor de cine y pensando que podría ser mi gran oportunidad, subí a la habitación y tomé el manuscrito. Bajé a toda prisa, pedí silencio y, entre los cafés y el humo de los cigarros de la sobremesa, comencé a leer la historia de tía Manola que se enamoró del marino inglés. Desde la estancia en la alquería de Borriol durante la guerra, sus dos matrimonios y toda su atrabiliaria vida. Daniel me escuchaba sin dejar de tomar notas y, cuando terminé la lectura con la muerte de su madre en un asilo de París, aplaudió emocionado. Vino hacia mí y me abrazó.

- ¡Magnífico! ¡Magnífico! A esa madre no la cambiaría por nada del mundo.

Berta le miró sorprendida sin comprender su entusiasmo y Daniel añadió:

- ¿No os dais cuenta? ¡Es un personaje extraordinario! ¡Un personaje de película! Y la veo físicamente como Amparo Rivelles en La Coquito de Pedro Masó. ¡Un brindis por mi madre!

Descubrí de inmediato que lo que le interesaban eran las locuras de tía Manola y comenzó a imaginarla como un personaje de película salido de mi novela.

- En las escenas con el marino inglés -me dijo- os veo a ti y a Ángel, si os apetece el papel.

Casi se me atraganta el champán y le pregunté:

- ¿Pero de verdad estás dispuesto a producirla?

- ¡Claro! La historia de los naranjeros no puede quedar en una simple novela. Será una gran película. Y con este escenario tan maravilloso de la Casona, no tendrá nada que envidiar a El jardín de los Finzi Contini.

Tomó el manuscrito. Lo ojeó mirando la cronología y la larga relación de personajes y me preguntó:

- ¿Tienes fotografías de los bisabuelos y abuelos?

- Ese es el problema -dijo Ramona muy seria- No tiene nada.

- No le hagas caso a la tata. Está de broma. ¡Lo tengo todo! Por favor, no te muevas. Sigue sentado un momento.

Pedí a mis primos que pasaran al set, se pusieran los trajes antiguos y se situaran formando parte del decorado. Cuando Daniel entró, apenas pudo disimular la sorpresa.

- ¡Esto es una maravilla! Podríamos empezar el rodaje ahora mismo.

Juntó los pulgares para encuadrar y comenzó a mirarlo todo como a través del visor de la cámara. Luego le mostré las antiguas fotografías explicándole quién era cada uno de los personajes que allí aparecían.

Ángel, abrumado por los recuerdos que le traía todo aquel decorado que compartimos en el ático de la calle de Velázquez, me hizo un gesto para que saliésemos a la terraza y no pude menos que recordar el día que nos besamos por primera vez en el plató de la Escuela de Cine.

- Nunca pensé encontrarte aquí- me dijo y añadió- Pero he de confesarte, que me alegro.

- A mí también me ha sorprendido. Te veo muy cambiado- sonreí.

- Pues, la verdad, es que no me hubiera gustado cambiar.

- ¿Ah, no?

- No -titubeó un momento y mirándome a los ojos dijo en voz baja-Porque sigo enamorado de ti.

- ¿Acaso no te gusta mi primo Daniel?

- No tuve más remedio.

- ¡No me digas!

- Sí. Fue el precio que tuve que pagar para triunfar en el cine.

Berta, que conocía mi historia con Ángel, se acercó trayéndonos unas copas y preguntó:

- ¿Será posible que volváis a enamoraros? -y añadió sin esperar respuesta -: Id con cuidado con Kirk Douglas. Os mataría a los dos.

En aquel momento, sonó la voz de Daniel.

- ¡Marilyn! Ven, por favor. Te necesito.

Volví junto a él. Estaba fascinado por la gran cantidad de material que tenía ante los ojos y me preguntó:

- ¿Te das cuenta del tesoro que tenemos aquí?

Pasé toda la tarde proyectándole las películas de mi padre, explicándole detalles sobre la relación de los Cardona y de los Flores con las familias de los representantes extranjeros, donde tantas veces se cruzaron el amor y los negocios. Y le hablé también de personajes relacionados con el mundo de la naranja tan interesantes como el cura de Carcagente que trajo a Valencia las primeras naranjas, a don Mauricio Lombard que le acompañó en su viaje a Francia, Edith Piaf, el primer amor de mi padre, Luis Casanova, fundador de Cifesa, el extraordinario Belinsky, su representante en Rusia, el doctor Marañón?

Estaba tan interesado que, después de cenar, nos propuso hacer entre todos una lectura completa del manuscrito. Salimos al porche y nos sentamos en círculo. Hacía una noche templada y la luna llena, como una naranja de sangre, parecía colgada en el cielo de la Casona para iluminar la escena. Daniel entregó mi cuaderno a Berta y explicó:

- Me gustaría que cada uno de vosotros leyera una página y pasara el libro al que esta a su derecha.

Mi prima, impostando la voz, comenzó a leer:

- En 1820, cuando en España se inicia el trienio liberal?

Todos escuchaban con atención mientras el libro pasaba de unas manos a otras y, aunque cambiaba el registro de las voces, no decaía el interés del relato. Daniel se paseaba a nuestro alrededor envuelto en la nube azul de su Montecristo sin perderse una palabra.

A las dos de la madrugada finalizó la lectura y tuve la sensación de que, al igual que me sucedía a mí cuando imaginaba las escenas de la vida convertidas en cine, Daniel también había visualizado la lectura de la novela convirtiéndola en película. Se acercó a mí y me besó en la frente diciéndome.

- Si te parece, mañana podríamos empezar a trabajar.

Caí redonda en la cama. Había sido una jornada de grandes sorpresas y emociones, un día que nunca podría olvidar, al confirmar el productor Daniel Hurtado que la historia de mi familia se iba a convertir en una gran película. Apenas reparé en Evarist me dormí profundamente. Fue como un fundido en negro que me llenó de paz y felicidad.