e s necesario evitar los «no a?», los «anti?». Estas actitudes dan lugar a que salgan fortalecidos los que piensan y defienden que la economía es lo único que importa, ganar todo el dinero posible imponiendo prácticas depredadoras. Es imprescindible que la demostración de nuestros valores, al margen de las actitudes de otros, consiga un aumento de nuestra valoración personal con la seguridad de que vamos a lograr nuestras metas. Necesitamos decir «sí» a lo que creemos y comunicarlo para conseguirlo.

Cuando uno pretende engañar, la mejor manera es enmarañar las ideas de forma que consigue el cansancio y la aceptación de quien no lo entiende. Tengo un amigo economista que a la pregunta ¿cuántas corrientes de economistas hay?, contesta algo muy simple, pero que refleja la realidad social, «hay economistas que trabajan para que se enriquezcan unos pocos y hay economistas que defienden una distribución justa de la riqueza». Igual diría yo de los políticos. Hay unos que se dedican a tomar medidas para unos pocos y otros que pretenden legislar para favorecer a la mayoría.

Nos encontramos en una situación muy complicada que va a abocar a una crisis, quizás sin precedentes. Siendo en la actualidad preponderante el salvar vidas humanas, no son menos importantes las consecuencias de corte socioeconómico que va a conllevar esta situación, el sufrimiento personal, la disminución de la calidad de vida? Tengamos en cuenta que con las crisis, unas veces provocadas otras naturales como la actual, siempre existe quien quiere aprovecharse de la situación en beneficio propio, no importándoles más que la acumulación de dinero. Pero la realidad es que ese dinero se detrae con recortes, privatizaciones, pensiones? Todo esto es por lo que necesitamos desenmascarar la situación, demostrando que las ideas que preconizamos van a mejorar la vida de todos.

Podríamos preguntarnos cómo hemos llegado a aceptar esta situación en que los neoliberales campan a sus anchas con la aquiescencia de una parte importante de la sociedad que, a la vez, va a sufrir sus prácticas. Se ha llegado a ella de forma subliminal, introduciendo paulatinamente en nuestra cultura asertos como que la codicia es buena, que el mercado manda, que en la vida lo importante es el dinero, que la naturaleza está ahí para que la saqueemos, que las personas vulnerables merecen su suerte y que el número exiguo de ganadores tiene derecho a poseer la totalidad, que todo lo público y comunal es malo y no vale la pena protegerlo, que el peligro nos rodea y solo debiéramos defender lo nuestro, que no hay alternativas (no se puede hacer nada).

El colmo del engaño es la frase que muchos dicen, unos sabiendo que están mintiendo y otros creyéndose las mentiras, «no hay dinero», cuando la realidad es que sí que hay. Como ejemplo podemos reseñar la eliminación de los subsidios a los componentes fósiles, aplicar impuestos a las transacciones financieras, aumentar los cánones sobre los recursos, subir los impuestos a las corporaciones y a las personas de alto poder adquisitivo, instaurar un impuesto progresivo al carbono, reducir el gasto militar... Y mira por dónde no se preconiza ni el ataque a la propiedad privada, ni los desahucios, ni los salarios que no permiten vivir, ni las privatizaciones, ni la pobreza energética, ni el recorte de las pensiones?

Sí que podemos conseguir nuestros objetivos, enarbolando lo que ya muchos dicen: matrículas universitarias gratuitas, duplicar el salario mínimo, producir un ciento por ciento de energías renovables tan rápidamente como lo permita la tecnología, dar la bienvenida a los refugiados...

¿Ante este planteamiento, qué es lo que falla? Existen muchos grupos y asociaciones defendiendo su parcela: la sanidad, la educación, las pensiones, las reivindicaciones de la mujer, el clima, la justicia financiera, la justicia fiscal? Siendo lógico que se continúe haciendo, la consecución de objetivos reales se dará cuando todos los movimientos se fundan buscando un objetivo común, que no es otro que impere el sistema basado en la igualdad de oportunidades y una justa distribución de la riqueza. Si somos capaces de convencernos de que tenemos la fuerza no será necesario decir «No al neoliberalismo», sino «Sí» a este modo de entender la vida, con diferencias aceptables pero imperando una justicia solidaría. Sí a la esperanza de que se va a imponer la sensatez en nuestra sociedad. Sí a la esperanza de que la Coordinadora Estatal por la Defensa del Sistema Público de Pensiones, además de defender nuestros intereses, pueda participar en ese movimiento que aglutine a todos los progresistas de nuestro país con el objetivo de que los políticos se tengan que plegar a ellos para poder llegar a puestos de responsabilidad. Sí a la demostración de que nuestro ideario beneficia a la mayoría.