Tal vez por su proximidad, Beniopa y Marxuquera siempre han estado ampliamente unidas. Cuando Gandia, en su afán de conquista territorial, se dirigía hacia Beniopa para poder anexionarla a sus territorios, lo que realmente buscaba era el agua que bajaba de la vall de Marxuquera, ya que el Mondúver es un macizo cárstico que, como una esponja, absorbe y expulsa las aguas de lluvia. En aquel momento (años 60) lo que importaba era el agua para vivir. Más tarde, con la llegada del turismo, importaría más el agua para bañarse. Si se hubiera adelantado el boom turístico (por aquel entonces todavía por Torremolinos) tendríamos el paseo de les Germanies en la llamada «urba» y viviríamos en una pseudobenidorm. Esta unión entre el pueblo y la vall siempre ha creado vínculos muy afectivos que todavía perduran y se perpetúan como tradición generacional. Mientras Beniopa va cayendo en el olvido, Marxuquera, en cambio, cada vez adquiere un mayor protagonismo como paraíso estival y dominguero. Fue, tal vez, el Pare Miret, quien mayor simbiosis creó entre ambos lugares a través de su letra. Francesc M. Miret nació en la plaza Mayor de Beniopa en el año 1901. Murió en la Safor, asesinado por la FAI, un 3 de octubre del 1936. De muy joven ingresó en la orden de los Camilos, ya que su padre tuvo que emigrar a Buenos Aires.

Estudió posteriormente en Vic y allí también ejerció como profesor. De forma prematura empezó a interesarse por la creación literaria de la mano de autores como Joan Maragall, Teodor Llorente y Cinto Verdaguer. En el año 1932 obtuvo la Viola d´Or en los Juegos Florales con Enyorança a la Mare de Déu dels Desemparats y en el 1933 la Englantina d´Or con Els Almogavers. Sólo le quedó ganar la Flor Natural para haberse convertido en Mestre en lo Gai Saber, pero es muy posible que Miret nunca presentara ningún trabajo para dicho guardón ya que la obra seleccionada tenía que estar dedicada a la Regina dels Jocs Florals y él, por su condición de sacerdote, probablemente lo encontró desacertado. Publicó poesías con pseudónimos en diversas revistas literarias como El vers valencià y dejó inédito un libro cuyo título era Esclats primerencs. En el año 1987, el CEIC Alfons el Vell publicó estas poesías bajo el título Esclats poètics y, para celebrar el centenario de su nacimiento, sacó a la luz la obra Francesc M. Miret, l´últim poeta romàntic (2001). De la obra del Pare Miret destaca, profusamente, el Cant a Marxuquera, a quien el poeta llamaba cariñosamente Marxuca. He aquí un ejemplo de estos cantos: «Dessota els peus pelosos d´un fort cinyell de serres -immobles sentinelles que guarden de ses terres el pa, la fe i virtut- s´estén aixoplugada, tranquil·la, humil, fecunda, bressada pel silenci solemne, que la inunda, d´augusta solitud. Darrere, l´alt Montdúver, que da la mà feresta a la Solsida, serra que arriba cresta a cresta fins la blava Safor; enfront, la Falconera de Beniopa, i l´alba planura de Gandia; a un costat, el de Cotalba, Castell de l´antigor». Cuando uno se acerca a estos personajes que se han inmortalizado a través de su letra, como es el caso, le cuesta pensar que tuvieron nuestra misma condición. Siempre tendemos a endiosarlos sin pensar, detenidamente, que eran como nosotros. Ahora tal vez nos cueste imaginarnos al Pare Miret por esa Marxuquera que tan bien nos conocemos, pero así fue, recorriéndose cada una de las alquerías de las que ahora apenas quedan cimientos y otros lugares testimonios de la evolución humana de esta zona, como la Cova de les Meravelles o el Morabito. Marxuca siempre ha tenido algo que ha atraído a la creación. Es una paraíso que tenemos muy cerca y que muchos, todavía, desconocen. Como decía el poeta: «No sé que té la terra rogenca de Marxuca, que a ses tranquil·les portes jamai el mal hi truca».