Leo interesado que en 1817, el barón alemán Karl Christian Ludwig Drais von Sauerbron inventó el primer vehículo de dos ruedas, al que llamó «máquina andante» y, egocéntricamente «Draisiana de Drais» por su nombre. Años después, paso a conocerse como bicicleta.

Los estudios médicos constatan que el uso diario de la bicicleta, entre otras cosas saludables, tonifica los músculos, cuádriceps o los isquiotibiales. Todo un chollo, y además sale barato. ¿Quién no tiene hoy una en su casa? Yo tengo tres y un patinete.

La primera vez que fui a Holanda visité su bonita capital y sus canales. Pasé de los museos, barrios rojos y coffee-shops. Lo mío era las bicicletas y, por si faltaba algo, Carlos Vives y Shakira me lo recordaban a diario con su canción matraca. Alquilé una bicicleta sin saber que los frenos eran los pedales. Yendo a casa de Ana Frank, me pasé de frenada y acabé en la cafetería de al lado.

En Holanda, para dar ejemplo de lo bueno que es usar la bici, su primer ministro, Maric Rutte, va con ella a diario por La Haya. Ese es «el solidario» que entre risitas, se negaba a ayudar a España con el tema de la pandemia. Si viene por aquí con su bicicleta, le pincharé las ruedas por mala persona.

Gandia que no es Ámsterdam, ¡ni de lejos!, pero lleva años fomentando el uso del velocípedo. Tarea nada fácil por el agobiante tránsito de peatones, coches, motocicletas, camiones y algún tractor en fallas. Los ciclistas natos de la zona tocan poco el asfalto urbano. Les va más el Barranc de l’Infern, la Vall de la Gallinera, la Drova y la peligrosa N-332, que es donde están los mejores bares para almorzar. Sus barrigas dirán quiénes son. Los urbanitas, los que no llevan maillots de Fagor, que son cuatro, van por el paseo Marítimo para acabar en la Marjal. Los patos tiran mucho.

Habilitar calles para dos ruedas sería lo ideal, pero sin perjudicar a nadie, cosa que por razones obvias, Gandia, aunque sea más plana que Castellón, difícilmente podrá conseguir. Por algunos carriles bici, pocos, da gusto transitar. En otros, muchos, te la juegas.

Nuestros políticos y asesores, imitando malamente al infausto concejal de Valencia Giuseppe Grezzi, han habilitado un carril que es un auténtico disparate. Estéticamente no aporta nada y para el transito menos aún. Transcurre entre la Plaza de la Marina, bordeando la iglesia, sigue por la avenida de La Paz hasta la primera rotonda de la playa, donde hay una escultura de Alfaro y los restos del Real Club Náutico en espera del Supremo, cumplir la sentencia o aplicar la ya famosa frase: «Arregleu-se a bones» de don Aurelio Martínez (APV).

Esas calles, sobre todo la de la avenida de La Paz, desde que el antiguo presidente del Atlético de Madrid, don Vicente Calderón, veraneaba por aquí y hasta hace solo unos meses, han sido las más transitadas y pintorescas de la zona portuaria. En los años sesenta y setenta tenía además el aliciente de las míticas: La Boya, el Hukako y la heladería Montecarlo, iconos durante mucho tiempo. Imperaba el turismo comarcal, alcoyano e hispano-emigrantes «franceses». A Madrid pillaba muy lejos todavía. Don Vicente Calderón, que vivía en esa calle, vino más por un problema de salud de su esposa que por turista. Hoy los dos están enterrados en la Iglesia del Grau.

Ni así han respetado nuestros insignes políticos estas arterias tan emblemáticas que, para más guasa, tenían ya un buen carril bici. Pero no se les ocurre otra cosa que partir la calle como un «meló d’alger». Mitad para cuatro bicicletas y algún patinete y la otra para miles de vehículos de motor, autobuses incluidos. Por porcentaje, a mí no me sale la cuenta. En Sant Nicolau los coches fúnebres se las ven canutas para maniobrar y sacar el féretro cuando hay un entierro. Y no digamos de las camionetas con repartidores, que tienen que abrirse de ruedas en mitad de la calzada y fastidiar a bicicletas, vehículos de motor y a ellos mismos cuando cruzan la media calle con la Pepsi Cola en mano. Esa vía absorbía el tránsito sin problemas y aún sobraba espacio para amplias y solemnes procesiones.

Los de «la quinta del biberón» se justifican diciendo que hubo quórum con los vecinos. No sé si antes de almorzar o después. Yo creo que fue después. Si no, ¿a qué santo?

Con esa chapuza vial, además de marear la perdiz, que les encanta, han trastocado la totalidad de calles adyacentes y las que no lo son. Muchos vecinos no usaban el GPS hasta que llegaron los lumbreras con el carril bici a cuestas. La prueba de fuego se daría este verano pero la campana del Covid les salvó del bochorno.

Háganme caso: retiren las señales, arranquen la separación central, dejen expedita la calle y desistan de ver Verano Azul. Aquello fue pura ficción, ¿o no, querido Chanquete? Pero sobre todo no molesten a la ciudadanía que bastante tiene con lo que está pasando.