Inmunes: La tranquilidad de las dos dosis
Una interna en una residencia de mayores, un director de geriátrico, una limpiadora de ambulatorio, un MIR y una enfermera cuentan su experiencia tras vacunarse contra la covid en la comarca de la Safor

Inmunes: La tranquilidad de las dos dosis
Josep Camacho
Ya ha pasado una semana desde que les pusieron la segunda dosis de la vacuna de Pfizer-BioNTech contra el coronavirus. Una interna en una residencia de mayores, el director de un geriátrico, una limpiadora de ambulatorio, un médico y una enfermera relatan para Levante-EMV qué se siente al ser los primeros inmunes de la Safor y estar entre los 76.143 valencianos que han recibido hasta ahora la pauta completa. El Área de Salud de Gandia ya ha vacunado a sanitarios en todos los ambulatorios.
Fina Abad: «Me da rabia cuando veo en la tele esas fiestas de jóvenes»
Nació en junio del 36, hace 83 años, en Cabra de Mora, un pequeño pueblo de Teruel que actualmente tiene 82 habitantes, y del que se marchó con 24 años, en los sesenta, junto a su marido, para trabajar en Alemania en una fábrica de coches. Cuando en España las cosas mejoraron se trasladaron a València. Ella trabajó durante 25 años en una estafeta de Correos y, tras separarse y jubilarse, decidió buscar una residencia en la que no molestar a sus dos hijos. La encontró en Jardí Miramar. «Estoy muy a gusto, aquí estaré hasta que me muera», asegura, risueña, aunque puntualiza que se sigue sintiendo «muy orgullosa de ser maña». La entrevista se realiza por videollamada, con la directora de la residencia, Susana Gilabert, a su lado.
Le pusieron la primera dosis del fármaco el 29 de diciembre, y la segunda el 19 de enero. No ha no notado ningún efecto secundario. En los últimos meses ha seguido con preocupación las noticias sobre cómo el virus se ensañaba con las residencias, por lo que ahora, una vez inmune, respira tranquila. Pero le da rabia cuando ve las noticias sobre fiestas ilegales, o conductas irresponsables de algunos jóvenes, «en esas fiestas, que luego le pueden pasar el virus a los mayores», dice.
La residencia, con 50 trabajadores y 105 internos, no ha registrado ningún caso de covid en toda la pandemia. «Mucha disciplina, mucha limpieza, y también hemos tenido suerte», reconoce la directora. Los familiares han podido ver a los internos gracias al amplio jardín que tienen, manteniendo las distancias y sin tocarse. Por el momento, y a pesar de estar todos vacunados, no han relajado las medidas de prevención.
Toñi Vidal: «La única manera de parar esto es que todos nos vacunemos» Cuando las dosis llegaron al centro de salud de Corea, en Gandia, entre los sanitarios que optaron por vacunarse no tuvieron duda: Toñi Vidal, limpiadora en este ambulatorio desde hace casi 20 años, sería la primera. El gesto supuso, en cierta manera, un homenaje a trabajadores como ella, que siguen siendo imprescindibles en esta pandemia para desinfectar las instalaciones. La vacunación para el personal sanitario empezó el 8 de enero de manera simultánea en todos los departamentos de salud valencianos. Toñi explica que el primer pinchazo no lo notó, pero tras el segundo, administrado el pasado 29 de enero, sí que tuvo unos ligeros efectos secundarios. «Al día siguiente tuve dolor de cabeza y en el brazo, estaba como constipada, y con febrícula». Es algo que también le ha pasado a casi todo el personal del ambulatorio que se ha vacunado (la gran mayoría) pero soportable (sólo duró un día), tratado con paracetamol, y que compensa con creces los riesgos de contraer la enfermedad.
Porque una cosa sí tiene clara Toñi: «La única manera de parar esto es que todos nos vacunemos». Pasó mucho miedo, sobre todo en la primera ola, cuando iba enfundada en un traje EPI, y no había dos circuitos diferenciados. También al volver a casa después del trabajo: «Vivo con mi marido, que es una persona de riesgo». Pero ha tenido más faena en las últimas semanas, a medida que han ido creciendo los contagios. Además, en una zona del ambulatorio se hacen decenas de pruebas PCR cada día.
Su jornada empieza a las 7 de la mañana. «Lo primero que limpio es la zona de Urgencias, que ha estado activa la noche anterior, y a partir de ahí lo que va saliendo, consultas, baños...» Cada vez que un paciente covid entra a una sala debe desinfectarla para que acceda el siguiente. A ella también le hacen test periódicamente. Siempre se ha sentido valorada por todo el personal, antes y ahora con la epidemia, y no tiene queja de los sanitarios.
Javier Planes: «Salud Pública ha estado muy pendiente de las residencias»
Javier (52 años) se puso la segunda dosis de la vacuna de Pfizer el martes pasado, y no ha notado ningún efecto secundario. La primera se la inyectaron el 29 de diciembre. La residencia de mayores que dirige, Sant Carles de Daimús, hizo historia en la comarca, ya que fue la escogida por Salud Pública para iniciar la campaña de vacunación en la Safor. De hecho él fue la primera persona de la comarca en recibir el antídoto. El centro tiene 28 internos, casi la mitad del pueblo. Ha sido una «residencia blanca», sin ningún caso de covid, desde el inicio de la pandemia. Sin embargo, a los pocos días de vacunarse hubo un traspiés y, nadie se explica cómo, pero se originó un brote que obligó a retrasar el segundo pinchazo. Afortunadamente, la mayoría fue asintomáticos y casos leves, excepto una mujer que sigue hospitalizada, pero que evoluciona favorablemente. Planes, que a la sazón también es alcalde del municipio, del PP, confiesa que han sido meses duros. «En marzo nos enfrentábamos a algo desconocido, aplicamos un protocolo estricto». El centro, situado en la playa, se cerró a las visitas, pero tuvieron la suerte de que, al ser pequeño y tener muchas ventanas a pie de calle, los familiares pudieron acercarse y saludar a los mayores a distancia. En septiembre volvieron a tomar la decisión de prohibir las visitas, y así siguen.
Destaca el interés que han tenido tanto Salud Pública como el hospital. «Sólo tengo palabras de agradecimiento, siguen muy pendientes llamándonos todos los días por si necesitamos algo, y no hemos tenido ningún problema cuando hemos requerido algún ingreso hospitalario». También elogia a su equipo de la residencia, compuesto por 20 trabajadores. «Es una plantilla estable que lleva muchos años aquí, por lo que se crea una buena sintonía con los residentes».
Beatriz Mas: «Prefiero que todos cumplamos las normas a un aplauso»
Con casi 20 años de trayectoria profesional, desde hace dos está en Urgencias del hospital, un área que también se ha adaptado a la pandemia. «La gente accede por la puerta de siempre, pero luego el paciente se valora en triaje, y si tiene síntomas de covid pasa a otro circuito». El hospital ha ido mordiendo espacio a otras salas clínicas para ubicar camas, y ya hay cinco plantas covid. Beatriz destaca que hay más compañerismo en el hospital para sacar adelante esta complicada situación.
La primera ola se llevó mejor porque a la menor incidencia de covid en el Área de Salud se sumó el confinamiento, y esto último redujo muchas emergencias, como caídas o accidentes de tráfico. Pero tras esa calma tensa de la primavera y el verano vino la tormenta perfecta. Ella no se ha contagiado pero sí algunos compañeros. Le sigue molestando las conductas insolidarias y añade: «Prefiero que todos cumplamos las normas a que nos aplaudan, yo apenas tengo relaciones sociales, la gente no ve lo que pasa aquí dentro, pero tenemos a personas ingresadas de 30 y 40 años». Recomienda a todos vacunarse «porque nadie nos asegura que seamos un caso leve o asintomático, el riesgo de empeorar y acabar en la UCI está ahí».
Nicolás Ruiz: «Los MIR hemos aprendido mucho de la patología pulmonar»
A este joven de Torís (la Ribera Alta) la pandemia le pilló en su tercer año como médico residente de familia, un trabajo que desempeña entre el hospital de Gandia, donde recorre las diferentes especialidades, y el centro de salud de Tavernes de la Valldigna.
El progresivo aumento de la presión hospitalaria por covid ha derivado en que desempeñe labores casi como un adjunto. «Creo que la figura del residente ha sido clave en esta pandemia, además, los MIR hemos aprendido mucho de la patología pulmonar, ventilación mecánica, y a ver mucha radiografía», apunta. Pero también advierte que algunos dramas que han vivido pueden tener sus consecuencias en la salud mental de los sanitarios.
Lamenta que el protocolo de prevención, con visitas enfundados en EPI, mascarillas y viseras, no permita tener un contacto más directo con el paciente, incluso para los que entran al hospital, hasta que no se confirma que no son portadores del virus. En su faceta como médico de cabecera también se pone al teléfono. «Para unos pocos casos la telemedicina puede servir, sobre todo para cuestiones burocráticas, pero mirar a los ojos y tranquilizar al paciente también forma parte del arte de la Medicina, la que nos han explicado en la carrera».
En cuanto a su vacuna, no ha notado efectos secundarios, más allá del dolor en la zona de punción y cefalea, tras la segunda dosis. «La vacuna nos abre un abanico muy amplio a la esperanza, que es lo que necesitamos ahora, en este caso más vale prevenir que curar», señala. Pero él sigue manteniendo las medidas de profilaxis, tanto en su vida personal como laboral: «En el trabajo llevo doble mascarilla, evito aglomeraciones, hago ejercicio al aire libre en zonas poco concurridas, y por si acaso hace ya mes y medio que no veo a mis padres».
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