para saber quién manda

J. Monrabal

Liquidado definitivamente el proyecto de hotel en la Colonia Ducal, lo lógico habría sido olvidarlo, como todo lo relacionado con un caso que en los últimos meses ha ensombrecido aún más los tristes tiempos que vivimos. Lo malo es que no podemos entrar en la fase «pelillos a la mar» o «hagamos como que no ha pasado nada» cuando el todavía concejal de Turismo sigue en su cargo como si, en efecto, no hubiese pasado nada. Pero, salvo que se acepte cerrar en falso una cuestión que podría reaparecer al calor del pensamiento débil, el culto al «fake» institucional y de intereses privados tan conectados con los poderes públicos como alejados de la ciudadanía, deberíamos preguntarnos, por lo menos, si todo lo que ha pasado es normal.

Si es normal que Infilev responsabilice públicamente del fracaso de su proyecto a un partido político, el PP local, por no haberse manifestado con la urgencia exigida por la empresa ante un asunto todavía pendiente de tramitación en la comisión de Urbanismo y aprobación en el pleno municipal. Si es normal que mercantiles que solo se representan a sí mismas den por sentado que gozan de prerrogativas negadas al resto de la sociedad para conocer por adelantado el sentido del voto en las instituciones de nuestros representantes públicos. Si es normal que pretendan marcar el ritmo, las reglas y los plazos de la política y se reserven el derecho de repartir calabazas y medallas a los partidos, según estos se hayan mostrado a favor o en contra de sus intereses privados.

Por razones aún más preocupantes, deberíamos preguntarnos (para saber si avanzamos hacia una democracia tutelada por grupos de presión) si es normal que el principal partido del Gobierno local no salga al paso de esas conductas nunca vistas en la ciudad en más de cuarenta años de democracia local. Si es normal que el todavía concejal de Turismo, Vicent Mascarell, se haya comportado como hombre anuncio de una empresa a la que años atrás atribuía oscuras relaciones con el PP de Torró. Si es normal que ahora comparta con ella no solo sus opiniones sino su lenguaje y la misma alarma sobre el «peligroso antecedente» que habrían sentado los vecinos de la Colonia Ducal por el solo hecho de defender sus derechos. Si es normal que ya en el pasado mes de julio el concejal diese por sentado en los medios de comunicación que se construiría el hotel. Si es normal que en diferentes declaraciones y artículos nos diera a elegir entre un hotel de lujo y una zona de hamburgueserías y bares, saturada de ruido y humos molestos para el vecindario, cuando se supone que precisamente él debería impedir tales excesos. Si es normal que situase a algunos vecinos de la Colonia Ducal, sin aportar datos, en la órbita ideológica de Compromís, lanzando sobre el vicealcalde y concejal de urbanismo, Josep Alandete, sospechas de posibles tratos de favor en virtud de supuestas afinidades partidistas. Si es normal que quien tanto celo ha puesto en recordarles a los ciudadanos que no son ellos quienes están en el poder sea tan rematadamente torpe ejerciendo ese poder como para colgar en su muro de Facebook el logotipo de Burger King bien visible junto a la placa de un hotel de cuatro estrellas, como ejemplos de lo que nos conviene y lo que nos conviene menos, sin percatarse de que ningún concejal, y menos el de turismo, puede afear la imagen de marca de ninguna empresa. Si es normal la obsesión de ese concejal por las hamburgueserías. Si es normal dejar alguna cuota de poder, por pequeña que sea, en manos de tales lumbreras siempre preocupadas por el progreso y la sostenibilidad, pues llevan décadas sosteniéndose con éxito en diferentes cargos públicos sin dejar de progresar hacia el siguiente. Si es normal que el tantas veces citado concejal manifieste un olímpico desprecio hacia la cultura y la opinión de los expertos en una ciudad que hace dos años recibió el título de Capital Cultural de la Comunitat Valenciana. Si es normal que su inteligencia política solo logre abrirse paso a duras penas ofendiendo la de los ciudadanos y cuya demagogia barata y ramplonería retórica imposibilitan cualquier debate serio. Si es normal que su partido le mantenga en el cargo como si, efectivamente, no hubiese pasado absolutamente nada porque todo ha sido normal y Mascarell era lo mejor que podía ofrecer en un asunto que precisaba de talento político, cirugía de alta precisión y una estrategia que evitara un papelón en el caso de que las cosas se torciesen.

Pero el paladín del hotel, únicamente preocupado por el Plan A de la empresa constructora, no tenía un Plan B para su partido, que ahora, cuando las cosas se han torcido, culpa infantilmente al PP, como Infilev, del fracaso del proyecto, como si hubiese sido el PP, y no Infilev, el que lo ha retirado, como si el PP hubiera debido plegarse obligatoriamente a los deseos e intereses de la constructora. Es el enésimo «fake», la penúltima martingala de quienes no han aprendido nada de sus errores, parecen haber echado por la borda toda su capacidad autocrítica y siguen insultando la inteligencia de la gente endosándonos al eterno Mascarell para que suelte las sandeces de rigor sobre trenes perdidos, desestacionalizaciones arcádicas y «pinzas» fantasma entre el PP y Compromís.

Lo único cierto en esta historia tragicómica, tan inquietante como patética, es que han tenido que ser los populares y Compromís-Més Gandia Unida los encargados de recordar la importancia de las formalidades administrativas, la autonomía de las instituciones y dónde reside la autoridad municipal. ¿Dónde está Diana Morant? ¿Pero aquí quién manda?

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