El ayuntamiento del pequeño municipio de Beniflà va a «ganar» casi diez mil euros al año con una inversión de 43.560 euros fruto de una subvención de la Diputació de València. El «milagro» es el sol, ese astro vital para el planeta que se ha metido de lleno en la agenda política como una inmensa fuente de energía gratuita y limpia cuyo único obstáculo son los días nublados.

La fórmula es sencilla. Beniflà paga a las compañías eléctricas unos 13.000 euros anuales por el consumo que generan sus instalaciones, incluido el alumbrado público, pero desde ahora el 80% de ese consumo lo proporcionarán las placas fotovoltaicas instaladas en edificios municipales. La electricidad generada se aprovecha íntegramente, porque cuando exceda la que se está consumiendo en ese momento, se inyecta en la red de distribución y su valor queda compensado por la empresa en la factura mensual que pasa al ayuntamiento.

Es solo un ejemplo, porque en este mismo Plan de Inversiones 20/21 de la diputación el Ayuntamiento de Alfauir destina 46.000 euros a placas que cubrirán el techo del auditorio municipal. Benirredrà recibe otros 45.000 euros y Castellonet de la Conquesta, el municipio más pequeño de la comarca, destina 9.000 euros para poner las placas sobre el mismo edificio consistorial. Otros municipios han hecho lo mismo con dinero del llamado Plan Reacciona, que también financia la institución provincial, lo que demuestra que la inversión en sol se extiende por doquier.

Estas iniciativas responden a un mismo criterio. Los alcaldes han descubierto que destinar dinero a este fin, y más aún si llega de la diputación, tiene un retorno económico inmediato y es fuente riqueza presente y futura. Porque, siguiendo el ejemplo de Beniflà, desde ahora el consistorio dispondrá de diez mil euros adicionales cada año que ahora tenía que incluir obligatoriamente en su presupuesto para pagar la electricidad. Haciendo cuentas, en cada legislatura de cuatro años se pueden acometer proyectos por valor de 40.000 euros, cifra que antes se evaporaba por el consumo eléctrico, lo que no está nada mal para un pueblo de 400 habitantes.

Tanto los técnicos que redactan esos proyectos como los de las administraciones que los subvencionan, en este caso la diputación, señalan en sus estudios que el sol es una inversión muy rentable. Porque es evidente que la energía seguirá siendo necesaria, y más seguro todavía que la fuente que da el dinero no puede fallar.

Una lección para todos

Obviamente la lección no solo ha sido aprendida por los alcaldes. Las grandes compañías eléctricas y muchas empresas están presentando, casi a diario, proyectos para instalar enormes parques solares en espacios donde los estudios señalan que hay más horas de sol al año.

La revolución hacia las energías renovables, que tiene todo el respaldo del Gobierno de España y de la Unión Europea, alcanza incluso a la producción doméstica, con pequeños parques solares que ya empiezan a verse en tejados de viviendas particulares gracias, en parte, a la financiación de muchas empresas que no dudan de la rentabilidad de invertir para «robar» energía al sol y, al mismo tiempo, contribuir a la sostenibilidad del planeta y a poner fin a la contaminación que produce la generación con otras fuentes energéticas, especialmente las derivadas de combustibles fósiles.

La Safor, una comarca reservada a microproyectos de renovables

En la carrera que se ha iniciado por la instalación de grandes plantas generadoras de energía limpia, la Safor se va a quedar al margen. La orografía, situación y distribución urbana de esta comarca imposibilitan que queden disponibles espacios para dos infraestructuras que sí se ven, y se verán más en un futuro inmediato, en áreas del interior.

Por una parte, para las megaplantas de energía fotovoltaica se precisan superficies enormes y despejadas de las montañas para que no queden ocultas al sol. En segundo lugar, los parques de aerogeneradores para producir electricidad a partir del viento tendrían que instalarse en lugares montañosos que están protegidos por su interés ambiental.

Eso no quita que, como en tantos otros lugares, puedan aparecer pequeñas instalaciones, no solo sobre cubiertas de edificios, sino también en suelo agrícola, actualmente de escasa rentabilidad.

En energías renovables, la Safor es suelo de microproyectos, lo que no es problema para que esta comarca cuente en esa revolución que se va a impulsar desde todas las administraciones. Como en un granero, cada pieza cuenta, y la suma de pequeñas plantas de energía servirían para abastecer una parte importante de la demanda doméstica e industrial.