Restricciones La otra cara de doblegar la curva
La mejora de la situación sanitaria ha sido un esfuerzo colectivo, pero deja por el camino negocios muy afectados por medidas como la clausura de sus servicios o el cierre perimetral, también en Gandia

Restricciones La otra cara de doblegar la curva
Josep Camacho
Pronto hará un año desde que el coronavirus nos cambiara la vida a todos, especialmente a aquellos que han perdido a algún ser querido. No se ha repetido el confinamiento estricto, pero las restricciones decretadas por las autoridades impiden todavía hacer una vida normal. «Incertidumbre» y «reinventarse» siguen siendo las palabras más utilizadas. El consumo en bienes y servicios sigue cayendo en picado, y eso perjudica a una ciudad tan comercial como Gandia. El cierre perimetral (este fin de semana es el cuarto) y tener que bajar la persiana a las 18 h para el comercio no esencial está mermando los ingresos en los establecimientos. Muchos se han acogido a las ayudas del plan Resistir, aunque todos preferirían tener la libertad de poder trabajar. En este reportaje aparecen algunos de esos negocios perjudicados de una u otra manera, amén de la hostelería y de los ocio nocturno.
Ahora bien, siendo comprensible ese malestar, una cosa está clara: las medidas, en su conjunto, están dando resultado para doblegar la curva de la tercera ola. En la Safor la incidencia a 14 días está en 213 casos por 100.000 habitantes, la más baja desde octubre, y hay 379 enfermos activos.
El hospital de Gandia tenía a principios de enero 100 pacientes covid ingresados (llegó a haber un pico de 149 el día 28) mientras que el viernes pasado el dato es de 34 hospitalizados. Y ya no fallecen tantas personas como el fatídico enero, que supuso más de la mitad de todas las muertes registradas desde que estalló la epidemia.
Luismi Sabater«Las ayudas son una tirita frente a la sangría de gastos»
Los gimnasios y centros deportivos, clausurados desde el 21 de enero, están atravesando una temporada irregular. «El Reto», que regenta Luismi Sabater, también ha tenido que reinventarse, además de intensificar las medidas de seguridad y desinfección. Antes del cierre tenía un aforo máximo de 10 personas, un tercio del total, cosa que por otra parte le ha permitido ofrecer una atención más personalizada. «En verano funcionamos bien, pero a partir de octubre, por miedo, mucha gente ya no venía con tanta frecuencia, aunque afortunadamente la mayoría mantuvo el pago de la cuota», explica. En Navidad la clientela bajó a la mitad. Y el cierre de enero, mes por excelencia de apuntarse a un gimnasio como propósito de año nuevo, ha sido la puntilla. Asegura que no se ha producido ningún contagio en su sala. Ha habilitado espacios individuales para entrenar, con límite de tiempo para cada sesión, y como máximo diez personas cada hora. Aplaude el plan Resistir pero lo compara con una «tirita» frente a la sangría que suponen los gastos corrientes, el alquiler, el seguro de autónomo, los impuestos, o las provisiones ante impagos de los abonados, «además de los que se necesitan para vivir como la hipoteca, el coche, llenar la nevera, la familia...». Así pues, lleva un mes sin ingresos, de momento tampoco recibe ayudas públicas, «y con la intranquilidad de no saber si podré subsistir». Sin duda, un nuevo reto por delante.
Francesc Burgos«El cierre nos ha perjudicado más de lo que pensábamos»
El cierre perimetral de Gandia le ha servido a Francesc Burgos, gestor del Teatre del Raval, para comprobar que gran parte de los espectadores habituales de la sala, prácticamente la mitad, son de fuera de la ciudad. «Pero nos ha perjudicado más de lo que pensábamos», confiesa. También cree que no les favorece el hecho de que el Ayuntamiento de Gandia haya suspendido la actividad cultural y la teatral en el Serrano, «a pesar de que las autoridades sanitarias no lo hayan prohibido, y considerando que la cultura es segura, porque no ha habido ningún brote vinculado a ella».
Por tanto, añade Burgos, son los teatros privados y los de la Generalitat los que están sosteniendo estos días el «frágil ecosistema escénico y cultural» que ha dejado la pandemia. Para sortear el cierre perimetral han tirado de imaginación. Ya el año pasado pudieron celebrar sus festivales, al ser de pequeño formato, mientras las grandes citas musicales más «mainstream» se suspendían. Y ahora están ofreciendo una versión en «streaming», complementaria a la presencial, de los espectáculos de la campaña escolar y de los conciertos del festival Hostes, para que los abonados de fuera de Gandia que no pueden entrar a la ciudad y la gente que se quiera unir desde su casa puedan disfrutar de la programación del Teatre del Raval y de LaCasaCalba. «Hemos podido adaptarnos porque nuestros proyectos son dinámicos, están concebidos desde la cultura de base y la sostenibilidad ambiental», afirma.
Juan Martí«Nuestra supervivencia depende de que haya actos falleros»
«La actividad en tienda es prácticamente nula, estoy revisando la página web, actualizando las redes sociales, en contacto con proveedores… pero tengo a las modistas paradas», se lamenta Juan Martí. Si ya de por sí el comercio generalista ha acusado la crisis, la situación de uno que está especializado en unas fiestas suspendidas por segundo año consecutivo es desesperante. «La facturación ha caído un 95%. Tras las Fallas hacemos unas rebajas, hasta mayo o incluso junio, que en 2020 también se vieron afectadas».
Considera que la fecha límite para celebrar las Fallas de 2021 debería ser, mientras no se agrave la pandemia, finales de junio. «Necesitamos cerrar un ciclo, no sólo nosotros, sino todo el mundo fallero», asegura. «Trasladar las Fallas a 2021 también ha supuesto que los cargos de las comisiones vayan a ser los mismos, y por tanto, tampoco tenemos esa venta que se suele hacer en mayo, cuando se nombra a los nuevos». Por eso advierte que la única manera para sobrevivir en su sector es que se organicen actos falleros seguros, aunque sea de manera simbólica y con los aforos establecidos por la normativa.
La epidemia sirvió para que las cinco tiendas de indumentaria valenciana de Gandia (La Barraca Fallera, Brocat, Martí Indumentària, Rosa Fallera y Trini Boscá) se unieran el pasado mes de noviembre y crearan una asociación, llamada Ascoinga. Actualmente ultiman proyectos junto al Ayuntamiento de Gandia y la Federació de Falles. Recientemente han renovado la colección de indumentaria del Museu Faller.
Ana Torregrosa«En cien años nuestro sector no ha sufrido una crisis parecida»
El martes pasado Levante-EMV se hizo eco del malestar en su gremio, y a raíz de ahí se interesaron otros medios de comunicación, incluso televisiones. «También me llamaron de la Vall d’Uixò, donde tienen un problema similar», señala Ana Torregrosa. Cuando salieron las ayudas del plan Resistir, no dio crédito a que comercios como el suyo, dedicado a la venta de moda para eventos y celebraciones, tan castigados por esta crisis, no estuvieran incluidos, por lo que movilizó al resto de propietarias de estos establecimientos, un sector muy potente en Gandia, para presentar una queja al ayuntamiento. El jueves pasado el pleno aprobó por unanimidad pedir al Consell que en la ampliación del plan Resistir se tenga en cuenta al comercio minorista.
«La situación es terrible. Mi padre que ya está jubilado no se acuerda de una crisis parecida», se lamenta Torregrosa. El 30% de su clientela es de Gandia y el 70% de fuera. Como muchos comercios del centro de Gandia, ha decidido cerrar los sábados por la tarde, otro «efecto colateral» de esta situación: «No merece la pena abrir, las calles se quedan desiertas». Por ahora no puede dar trabajo a las modistas. Su esperanza está puesta en el verano, si la cosa mejora, se levantan las limitaciones en las reuniones sociales, y se puedan celebrar comuniones, como el año pasado.
Ha comprado nueva colección, pero esta vez ha sido más prudente, por si acaso. «Mis ventas han caído un 85% en un año», dice. Y detecta que muchas familias están optando por modelos más económicos.
Marta Tasa«La pandemia ha demostrado que también somos esenciales»
No son pocas las peluquerías que han modificado su horario, haciendo malabares para, por un lado, respetar el aforo, y por otro, no quedarse de brazos cruzados. Marta Tasa regenta una sala en la avenida d’Alacant. Como actividad esencial no tiene restricciones, pero sí su esteticista, que a partir de las 18 horas no puede recibir clientes. Y el gasto se ha moderado: «Ya no tengo a esa clienta que venía cada semana». A ello se une la caída de ingresos por la falta de eventos y fiestas. Hace suyas las reivindicaciones del gremio, entre ellas reducir el IVA. «Esta pandemia ha dejado claro que las peluquerías también somos esenciales».
Jesús Herráiz«La Morada en el centro es drástica y llega en un mal momento»
Jesús Herráiz asume que el cierre municipal será temporal, por eso le preocupa más otro cierre, el de La Morada, la restricción al tráfico motorizado que viene aplicando el Gobierno de Gandia en el centro histórico desde el 18 de diciembre. «Creo que no sirve, ha agravado más los problemas en el comercio del centro», apunta. «Es una medida drástica que se ha tomado en un mal momento». Y se queja de la señalización, que advierte de un «centro cortado» pero a la vez no informa de que hay una hora gratis de párking en el Serpis.
«Si todo es peatonal, ¿quién va a cargar con un jamón o con un vestido de novia?». Herráiz se une así a las voces que piden la retirada de La Morada (ya lo han hecho PP y Cs) pero el Gobierno local se mantiene firme en mantenerla.
Sobre la pandemia, señala que dispensan ahora menos medicamentos para la covid, lo que apunta a una disminución de casos. En este asunto sí elogia la gestión municipal, «en especial el trabajo que está haciendo la concejala de Sanidad, Liduvina Gil».
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