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albus | FOTOGRAFÍA DE RAFA ANDRÉS

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Cuando empezó a vislumbrarse todo este proyecto que supone el Caligrama a varios colores, el fotógrafo Rafa Andrés y yo nos sumergimos de lleno en su fondo fotográfico para cubrir visualmente, semana tras semana, las letras que les hago llegar todos los domingos. Recorrimos el mundo y así se lo estamos mostrando a través de muchas imágenes que, sin lugar a duda, pueden llegar a ser muy inquietantes para el lector. Desde el principio mi vista se clavó en la fotografía que hoy les mostramos y supe que un Caligrama, indudablemente, iría dedicado a la misma. Por mucho que pretendamos normalizar la pluralidad humana es innegable afirmar que todavía nos causa cierto exotismo aquello que escapa de nuestro espeso barniz de occidentalidad canónica, por eso continuamente recurrimos a países como la India, por ejemplo. Pero si a ello le sumamos que dentro de ese mismo exotismo todavía podemos desdeñar cierto grado de pluralismo étnico, entonces, el estallido visual está servido y, desgraciadamente, el apartheid social también.

Las personas que tienen albinismo en países de la vieja Europa, por ejemplo, tienen a sus espaldas su propia historia; muchas veces ensombrecida por misticismos, supersticiones e inquisiciones. Estas personas que deben vivir prácticamente en reclusión monástica porque un rayo de sol que a nosotros nos pueda dorar la piel a ellos les supone toda una amenaza dérmica o que sus ojos apenas puedan distinguir una sombra a 20 metros de distancia, aquí suelen situarse dentro del cánon ortonormativo por toda esa escala Pantone en la que oscilan nuestras pieles. En países como la India, permítanme que lo dude. Cuando se acrecienta más la diferencia estereotípica que hay entre un grupo humano culturalmente homogéneo, más posibilidades de exclusión existe. Si estos grupos se hallan ampliamente amparados por creencias religiosas, más todavía se allana el camino que conduce al ostracismo social.

Hay un día mundial contra el albinismo, como tantos otros días mundiales hay. En realidad, poca sorpresa nos puede causar este hecho porque si algo se le da bien al ser humano es el despertar esa capacidad redentora que tiene de dar culto a un determinado asunto durante un día concreto, limpiar así su conciencia y olvidarlo hasta el año siguiente. Recuerden que esto ya lo hablamos cerca de Todos los Santos. Pues bien, estos días deberían hacerse extensivos para trabajar poco a poco en crear conciencia global de la pluralidad en la que se halla inmersa nuestra condición humana que pocas veces responde al arbitrarismo caprichoso de la conciencia y muchas más es el resultado de diferentes genéticas que anidan como pléyades por todo nuestro espectro anatómico.

El albinismo es, en realidad, una condición genética que implica la mutación de uno o más genes asociados a la síntesis de la melamina: causante esta última de nuestros pigmentos dérmicos. Viene del latín albus, que significa blanco, y fue descrito científicamente por Garrod en el año 1908. Solamente los primates y, por ende, los humanos, tiene este problema extensivo a la vista también.

Como les decía al principio del escrito, este problema ha sido causante de una cantidad inconmensurable de ataques perpetrados hacia personas que padecen esta condición a causa del misticismo que se les atribuye. El problema es gravísimo y las cifras impactantes. Un informe que revisó la situación en 29 países africanos asegura que se han producido hasta 205 asesinatos y 356 ataques a personas con albinismo. Práctica muy habitual de los chamanes clánicos era hacer ungüentos con sangre de gente albina por disponer esta, según ellos, de propiedades curativas.

Sin lugar a duda, el albinismo es la historia de una discriminación social que necesariamente debe cambiar y que atenta contra los mismísimos Derechos Humanos, como cualquier otra discriminación porque, desgraciadamente, de discriminaciones tenemos tantas como días mundiales.

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