Una persona recibe el mensaje de texto en su móvil con la cita para acudir a vacunarse contra el coronavirus. Se le señala un día y una hora exacta, con su minuto concreto. Llegado el momento, acude al Museu Faller de Gandia, pasa por los diferentes filtros, recibe el pinchazo, espera los quince minutos de rigor para comprobar si tiene alguna reacción grave y se marcha a su casa. Contando ese cuarto de hora, desde que ha entrado al punto de vacunación hasta que se ha marchad no ha pasado ni media hora.

Es un proceso rápido y sin mayores complicaciones tras el cual hay un enorme trabajo, con mucha gente implicada y que apenas se percibe entre la ciudadanía que regresa a su casa inmunizada y más cerca de poder volver a la vida normal. Todo parte de un engranaje que tiene que funcionar a la perfección para que la vacunación no se detenga, que va desde los laboratorios hasta la mesa donde se inyecta, pasando por Europa, el Ministerio de Sanidad, la Conselleria de Sanitat, Salud Pública de Gandia, las zonas básicas del departamento hasta llegar finalmente al brazo del ciudadano o la ciudadana. Cada eslabón de la cadena depende del anterior para poder seguir adelante, de ahí que no haya un ritmo homogéneo de vacunación.

El Museu Faller solo es la etapa final. El dispositivo en la Safor arranca en la calle Duc Carles de Borja de Gandia. En un edificio sin alardes, con una fachada pintada de amarillo, solo un pequeño cartel de metacrilato en rojo y blanco indica que es el centro de Salud Pública de Gandia, que es el que gestiona todas las cuestiones que no son directamente asistenciales como ocurre en el hospital Francesc de Borja o los centros de salud.

Cada viernes, al correo electrónico de la doctora María Gironés llega, desde València, una hoja de cálculo en la que se indican las dosis que se le asignan al departamento de salud de Gandia y que van destinadas a los 31 municipios de la comarca de la Safor y diez de la Vall d’Albaida. «Nosotros no marcamos las necesidades, ellos mismos planifican dosis para sanitarios, dosis de residentes, etc, en función de la población en el tramo de edad que toca», explica Gironés. El trabajo de Salud Pública es gestionar el reparto de dosis. «Con ello se indican las primeras y las segundas. Tienen en cuenta las primeras que ya se han puesto la primera para traer nos las dosis para esta gente que quede cubierta», explica Lidia Soler, enfermera que junto a Maria Gironés organizan todo el dispositivo. La prioridad es asegurar que quien recibe la primera pueda tener también la segunda.

Los viales para administrar durante la semana llegan el lunes. Su número es variable dependiendo de la organización que la Conselleria realice en otros departamentos y primando siempre el reparto igualitario. En algunas ocasiones son en torno a 700 y en otras han superado las 1.000. En las dos últimas semanas se ha incrementado y eso ha permitido aumentar el ritmo de vacunación. Hay que tener en cuenta que de cada vial de Pfizer se extraen 5 dosis oficialmente, mientras que de AstraZeneca son 10. Tanto Lidia Soler como María Gironés explican que gracias a la pericia de las enfermeras que se dedican a preparar las jeringuillas es posible extraer una dosis más de los viales.

Pero, ¿cómo llegan las vacunas a Gandia». Si alguien espera un despliegue enorme de medios y una gran espectacularidad, que se quite esa imagen de la cabeza. Un trabajador del departamento, en coche oficial de la Conselleria de Sanitat, se desplaza hasta València con una nevera que permite que no se rompa la cadena de frío, algo muy importante. Allí recoge los viales de Pfizer y también los de Janssen, mientras que los de AstraZeneca llegan directamente del laboratorio y los de Moderna se suministran a los centros de salud y hospitales.

Entre 2 y 8 grados

Las vacunas llegan a Gandia alrededor de las 11 de la mañana. En ese momento se depositan en unos grandes refrigeradores que se encuentran cerradas bajo llave en un cuerto también con paso restringido y al que solo pueden acceder personas autorizadas. Las vacunas deben estar siempre a una temperatura de entre 2 y 8 grados. Estos frigoríficos se autorregulan la temperatura y disponen de un sistema que envía incluso una alerta al móvil del director del departamento si se produce algún problema. Un generador se encarga de alimentarlas en caso de que se produzca un apagón eléctrico para que nunca se rompa la cadena de frío.

Las vacunas de Pfizer que llegan a Gandia han sido previamente descongeladas en València, por lo que tienen que ser administradas en un plazo de 5 días como mcuho, es decir, de lunes a viernes, mientras que las de AstraZeneca y Moderna aguantan hasta un mes refrigeradas.

Esos viales se mandan, por una parte, a los centros de salud de la comarca de la Safor y, por otra, al Museu Faller. En el mismo edificio de salud pública se preparan los viales en cajas y se introducen, de nuevo, en una nevera. Se elabora un planning de reparto por los ambulatorios y la persona encargada de esta labor se desplaza no solo por toda la comarca, sino que llega también hasta los municipios de la Vall d’Albaida que forman parte del departamento.

En el Museu se pincha dos o más días dependiendo de las dosis disponibles. Esta semana en concreto hubo cuatro días de vacunación, de lunes a jueves. El primer día llegan las vacunas de AstraZeneca y se introducen en una nevera que los propios sanitarios van controlando periódicamente. También, como es lógico, se envían las jeringuillas y las agujas que se utilizarán para inocular el antídoto y que también van llegando al centro de Salud Pública de Gandia de forma periódica. Las dosis se preparan al momento, en el propio Museu, por parte de sanitarias que se han especializado en esta cuestión. «Una vez se abre un vial debe ser utilizado por completo, porque tiene una duración concreta», explicaba Lidia Soler, por lo que siempre se debe actuar de forma muy escrupulosa para que no se desaproveche ninguno. «Es muy importante hacerlo en el momento por si quedan dosis sobrantes poderlas llevar hasta los centros de salud», añadía María Gironés.

Todo fluye casi a la perfección en el vacunódromo de Gandia. «Las sanitarias están muy bien preparadas y lo hacen muy bien, y la ciudadanía acude puntual, a su hora», remarca la doctora Gironés. Hasta ahora, el porcentaje de personas que acuden a vacunarse ronda el 70% de media tanto para las dosis de Pfizer como para las de AstraZeneca. Las ausencias se deben más a problemas de movilidad para desplazarse hasta el Museu Faller que a las dudas por las vacunas.

Una vez administrada la dosis, cada persona recibe su carnet de vacunado, donde se señala el nombre, la fecha de la primera y la segunda y el tipo de medicamento que ha recibido.

Consultas de profesionales

Además de organizar el dispositivo, desde Salud Pública también atienden consultas. «Hay muchos ciudadanos que llaman pero no tanto por las dudas por los efectos secundarios de las vacunas, sino por saber cuándo les toca vacunarse», explica Gironés. «También nos llegan muchas consultas de profesionales del departamento porque esto cambia día a día y surgen dudas sobre qué patologías son compatibles o incompatibles con las vacunas», indicaba.