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El colegio Cervantes convierte su patio en una aula de valores

Los trabajos para reconvertir el espacio han contado con la colaboración del profesorado, el Ayuntamiento de Gandia y el alumnado de jardinería del IES La Safor de Beniarjó

Hace ya mucho tiempo que los colegios dejaron de ser esos edificios fríos, sobrios y sin alma donde las niñas y los niños acudían simplemente a escuchar la lección del día. Cuando el profesorado del colegio Cervantes de Gandia, tras las obras que permitieron su rehabilitación completa, vio los patios exteriores, comprendió que había que hacer algo para llenarlos de vida. Contentos por el resultado de la intervención general en el edificio, que les permite tener ahora mismo uno de los centros más modernos de la ciudad, veían demasiado gris, el color triste y frío del hormigón, en aquellos espacios que acogen los juegos de su alumnado a la hora del recreo.

Por eso, el director, Paco Sansaloni, junto con la maestra Susana Sigalat, se pusieron a pensar cómo podían llenarlo de vida. La idea iba más allá de pintarlo y decorarlo. Buscaban crear un concepto que, además, sirviera para complementar la formación de sus alumnos y alumnas, como una aula más, un espacio en el que, además de jugar, adquieran una serie de valores que sobrepasen los propiamente académicos. Así fue como surgió la idea de crear un «Pati viu i coeducatiu».

Empezaron por el patio del nivel de infantil para acometer luego la actuación en el de primaria, que se deja para el siguiente curso. «Antes, lo único que había aquí era un secarral, hormigón por todas partes», explicaba ayer a Levante-EMV Paco Sansaloni. Efectivamente, era una explanada con un minúsculo jardín con tres árboles (que ya estaban anteriormente) y un pequeño espacio con cuatro juegos infantiles. El resto era esa amalgabama de hormigón que incomodaba.

Lo primero que se hizo fue crear una comisión del patio, coordinada por Susana Sigalat pero con un equipo de maestras y maestros que han ido aportando sus ideas y su tiempo para convertirlo en realidad. «Buscamos mucha información y nos documentamos, luego dibujamos a escala lo que queríamos hacer y cuando encontramos el diseño que nos gustaba nos pusimos manos a la obra», explicaba Sigalat.

Los cuatro pilares del nuevo concepto del patio son la coeducación, es decir, que no haya diferenciación entre géneros en el juego, el contacto con la naturaleza, la actividad física y la creatividad mediante la dramatización.

Para ello, lo primero que tenía claro el claustro era que debía haber una gran zona de árboles y tierra. Así, el pequeño jardín se ha convertido en un amplio espacio, donde se ha plantado más vegetación y se han instalado otros elementos como un barco construido con maderas y una hilera de neumáticos pintados de colores y varios troncos para fomentar la motricidad y el juego creativo. Esta actuación ha sido posible gracias a la colaboración del Ayuntamiento de Gandia, que aportó la brigada para realizar los trabajos de ampliación del espacio de tierra, y del alumnado de jardinería del instituto La Safor de Beniarjó, con su profesor Óscar Peñalver al frente, que se ha implicado de forma muy importante en la colocación de diversos elementos.

El trabajo lo ha completado el propio profesorado, que ha dedicado parte de sus horas libres en dibujar y pintar los diferentes espacios, pensar la organización, elegir los colores, etc. Todos se pusieron manos a la obra. Hasta las pérgolas de hormigón que sirven para crear sombra son ahora de vivos alegres colores.

Con el objetivo de favorecer la igualdad entre los niños y las niñas se instalaron varias cocinitas de juguete en una de las zonas. «Habíamos observado que en las aulas es uno de los juguetes que más se utiliza en infantil y lo hacen tanto niñas como niños. Queremos acabar con los estereotipos del fútbol para niños y la cocina para niñas», indicaba la maestra.

Un tercer espacio es el circuito sicomotor. Abarca todo un lateral del patio y, mediante pictogramas, hace que los niños y las niñas realicen diferentes actividades motrices. También disponen de un rocódromo para que hagan una de las cosas que más les gusta a los niños y las niñas, escalar. «En este caso, lo hemos colocado en horizontal para que se desplacen lateralmente y evitar las caídas», explicaba Sigalat. El último de los elementos destacados es la zona de teatro. «La dramatización es un punto fuerte en la educación. A través de esta herramienta, el alumnado «expresa sus sentimientos y emociones y trabaja la expresión oral». Además permite acoger cuentacuentos y teatros.

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