La brecha de género también se observa en las adicciones. De las 106 personas atendidas en Gandia en 2020, el 73% fueron hombres y el 27%, mujeres. Los datos son similares en los centros de Ontinyent y de València. Esta desigualdad tiene una explicación, y es que las mujeres piden ayuda más tarde, por tener cargas familiares o por el doble estigma, pero esto provoca que, a su vez, lleguen con adicciones más avanzadas.
Desde la fundación son conscientes de ello y se está trabajando en este asunto, por ejemplo con grupos exclusivamente de mujeres. A diferencia de los hombres, la mayoría de las mujeres consume drogas legales, como el alcohol, o las pastillas sedantes y antidepresivas, como las benzodiacepinas, del tipo Trankimazin, aunque, en teoría, para comprar estas últimas se necesita receta médica. Por otra parte, la fundación trabaja en estrecha colaboración con la Unidad de Conductas Adictivas (UCA) y la Unidad de Alcohología del Departamento de Salud de Gandia, ubicadas en el centro social de Corea, un equipo que dirige el doctor Pepe Olcina.
De hecho, es habitual que los usuarios estén controlados por partida doble, por la UCA, a nivel más médico, y por los terapeutas de Proyecto Hombre, que también les hacen test rápidos de drogas cada semana para comprobar si mantienen o no la abstinencia.
Proyecto Hombre aborda las adicciones a través de un método que persigue la maduración y el crecimiento de la persona. Su método se ha mantenido invariable.
En los cuatro centros de día de la fundación hay 130 plazas concertadas con la Conselleria de Sanidad, que el año pasado aportó 1,4 millones de euros. El Ayuntamiento de Gandia contribuyó con 10.000 euros. El 80% de los recursos de la fundación son públicos, el 17% propios, y el 3% restantes, privados. En 2020 el equipo de la fundación estuvo formado en total por 54 personas contratadas y 118 voluntarios.
