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"Poner un ascensor nos cambió la vida, ahora da menos pereza bajar a la calle"

En Gandia escasean en los barrios de los años 60 y 70

"Poner un ascensor nos cambió la vida, ahora da menos pereza bajar a la calle"

Instalar un ascensor en una finca que por tener ya una cierta antigüedad carece de él permite revalorizar los pisos superiores al menos en un 25%, según los expertos consultados en este artículo. Esto en términos económicos, porque, al margen, el mayor valor añadido es la mejora de la calidad de vida, tanto de los propietarios como de los inquilinos de esos pisos, a menudo personas mayores que sin un elevador acaban renunciando a bajar a la calle y socializar tanto como les gustaría.

Esta situación de falta de ascensores se da sobre todo en ciudades con barrios que se construyeron en los años 60 y 70, ya que la normativa de aquel momento no obligaba a instalar servicios de transporte vertical. En Gandia las fincas más necesitadas están el Raval, Benipeixcar, Corea, República-Argentina, el Grau, y el núcleo antiguo de la playa.

En una finca situada en el número 32 de la avenida República Argentina, en Gandia, pusieron el ascensor hace un año. El edificio ya tiene más de 50 años, cinco plantas, y hay 23 propietarios.

«Estamos todos encantados, incluso aquellos que al principio no querían el ascensor», reconoce Concha Boscà. Es la presidenta de la comunidad desde hace una década y lleva viviendo en su piso, que era de su madre, toda la vida, desde los cinco años. «Yo vivo en un segundo, pero siempre he soñado con tener un ascensor, y por fin, tras haberlo propuesto muchas veces en las juntas en los últimos años, lo hemos conseguido». Este último intento que acabó con éxito fue un proceso largo, ya que empezó hace tres años.

Para facilitar el consenso acordaron aplicar un prorrateo del coste del ascensor en función de la altura, es decir, que pagaran más los de los plantas superiores. No obstante, cada comunidad marca sus reglas. La obra costó 60.000 euros y han logrado una subvención del 50%. Los vecinos están pagando, a plazos, entre 1.000 y 5.000 euros, según la altura del piso. Cuando llegue la subvención, que está aprobada, se les reembolsará su parte, también en función del mismo coeficiente.

María Eugenia vive en el quinto con su hija y trabaja como camarera. «Me ha cambiado la vida, me da menos pereza bajar a la calle y es un alivio para subir las bolsas del súper, sacar al perro o al llegar de trabajar cansada».

El administrador de la finca, Iván García, de Adinco, les llevó todo el papeleo. «Es importante animar a los vecinos a que hagan estas obras, e informarles que tienen ayudas públicas», explica.

El ascensor lo instaló la empresa Zardoya Otis, con delegación en la calle Tossal de Gandia. «Poner un ascensor no es un gasto, es una inversión», afirma Jesús Moratal, su técnico comercial. Pero es frecuente encontrarse con el rechazo de los propietarios de las viviendas de las plantas más bajas. «Piensan, erróneamente, que nunca les hará falta un ascensor, pero eso no se sabe, cualquiera de nosotros podemos tener un problema de salud y necesitarlo, con independencia de la edad», añade. La empresa ha instalado unos 30 ascensores en los últimos años desde Oliva hasta Sueca.

Otro punto a favor para decidirse por esta obra es que en Gandia hay numerosas empresas que se dedican a esta actividad, tanto a instalar ascensores como a rehabilitar espacios inaccesibles.

Las innovaciones tecnológicas y arquitectónicas actuales permiten instalar un ascensor en fincas antiguas en la gran mayoría de los casos. Técnicamente y legalmente es viable incluso instalarlos en espacios exteriores, adosados a la fachada y, según apunta el arquitecto técnico Jordi Miragall, «dentro de planes especiales, incluso se podría ocupar la vía pública». Además, la legislación de propiedad horizontal en los últimos años ha creado las condiciones favorables para llegar a un acuerdo comunitario. El estudio de arquitectura Miragall Romaguera ha proyectado en los últimos años 25 ascensores en edificios de Gandia y comarcas cercanas.

En el caso de la comunidad de propietarios de este reportaje, el ascensor se instaló aprovechando el hueco del patio de luces. Al principio tuvieron que lidiar con la oposición de los vecinos del primero, rehacios a ceder parte de lo que consideraban su patio. Pero cabe recordar que el suelo de un patio de luces se considera zona común, no privada, y por tanto la obra siguió adelante. Los trabajos duraron unos tres meses.

Jesús Moratal, técnico comercial de Zardoya Otis, coincide en que «hoy en día, con recursos como el doble embarcamiento, fosos y sobrerrecorridos reducidos, podemos instalarlo en el 99% de los casos». Y si falla la opción principal del ascensor, o elevador de personas, hay otros recursos como poner montacargas, sillas salvaescaleras o plataformas elevadoras.

Para llevar a buen puerto el proyecto es importante que los vecinos estén bien asesorados por un arquitecto técnico o por un aparejador.

Por otra parte, también ayuda a la revalorización del inmueble no sólo el ascensor, sino eliminar barreras arquitectónicas en las zonas comunes, adaptándolas a la legislación vigente en materia de accesibilidad.

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