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La Safor ha perdido un tercio del suelo agrícola desde 1950

Un estudio de Virginia Garófano y Rafael Delgado constata el retroceso de campos de cultivo y pastos en la comarca y el desarrollo urbano del litoral tras comparar imágenes aéreas de 1956 a 2020

Dos imágenes de una misma zona, el paraje de la Caldereta, entre Barx y Gandia. A la izquierda, a principios del s.XX, con escasa vegetación y, a la derecha, ahora. | SIP-DIPUTACIÓ/LEVANTE-EMV

Que la agricultura en la Safor está en un dramático retroceso no es un secreto, pero recientemente lo ha constatado un estudio, elaborado por Virginia Garófano y Rafael Delgado. La investigación sobre los cambios de usos del suelo y abandono agrícola en la comarca, en la que colabora el Ministerio para la Transición Ecológica, ha sido impulsada por el CDR La Safor, de Beniarjó.

La Safor ha perdido un tercio del suelo agrícola desde 1950

Para llegar a sus conclusiones los expertos han analizado minuciosamente cuatro imágenes áreas (ortofotografías) de la Safor de los años 1956, 1975, 2000 y 2020, comparándolas con otras variables. Tras ello, se constata que la superficie de uso agrícola en la Safor ha pasado del 48% en 1956 al 27% en 2020. Y del total de los terrenos cultivables el 29% están abandonados. El mayor aumento de cultivos agrícolas abandonados se produce entre los años 2000 y 2020.

Pero es que, además, como recalcan los autores del estudio, se trata de un fenómeno «irreversible y que no tiene precedentes». Es decir, que antes de 1950 nadie habría imaginado que llegaría un momento en que no sería necesario cultivar los campos del entorno para vivir. Además, la agricultura comarcal era tan dinámica que si se dejaba un cultivo se sustituía por otro.

En 1960 el sector agrario ocupaba a un 43% de la población activa valenciana, y en 2002 ese porcentaje representaba un 4%. Los cambios sociales, como l a querencia por vivir en las zonas urbanas del litoral, y la figura de un agricultor a tiempo parcial, ante la pérdida de rentabilidad de la cosecha, hicieron el resto para darle la puntilla al paisaje cultural mediterráneo que conocieron nuestros abuelos o bisabuelos.

Otro dato del informe es que la agricultura de secano, que en los años 50 suponía el 15% de la superficie comarcal, es prácticamente testimonial en la comarca. Olivos, almendros, algarrobos, higueras o viñas empiezan a abandonarse a partir de los años 60 y ya sólo pueden verse en algunos parques y jardines de pueblos, como elementos decorativos.

En este sentido, y aunque esto no lo señala el estudio, son positivas iniciativas como la del parque Maria Mercè Marzal, en Gandia, junto a la Alqueria de Martorell, inaugurado en 2019, donde hay un espacio interpretativo dedicado a la agricultura de secano que se cultivaba en las comarcas centrales. En el siglo XX los agricultores transformaron el secano en regadío, en naranjos, gracias a las modernas bombas de impulsión, y animados por los beneficios que daba la exportación de naranja a través del puerto de Gandia. La fértil Huerta de Gandia llegó a un pico del 35% de la superficie citrícola cultivada en 1975. Pero a partir de los años 80 del siglo XX el minifundismo, la crisis de los precios o la falta de agua provocaron que la naranja no fuera tan rentable, y ha seguido los mismos pasos del secano.

El estudio de Garófano y Delgado se suma al que ya realizaron los olivenses Morell y Monzó mediante teledetección con imágenes de alta resolución. Este último, del que también informó este periódico, concluyó que el 31% de las parcelas de cítricos en el término municipal de Oliva están totalmente abandonadas.

En paralelo, ha crecido el suelo destinado a infraestructuras, sobre todo en la conurbación de la N-332. Y precisamente muchos de esos terrenos abandonados son candidatos para construir carreteras, de ahí la polémica abierta con proyectos como el de la prolongación de la CV-60.

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