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La fiesta que el nacionalcatolicismo vetó en Oliva al creerla una burla vuelve a la calle

Los niños y niñas serán protagonistas de una jornada que contará con diversas actividades y para la que todo el vecindario ha colaborado en la restauración de la imagen, que hace unos años fue sometida a otra no muy afortunada

Una imagen de la fiesta de la calle Niño de Oliva, en los años 50. | LEVANTE-EMV

Los vecinos y las vecinas de la calle Niño de Oliva recuperarán este año una fiesta que llevaba sin celebrarse desde 1956. El único motivo por el que dejaron de organizarse los festejos en torno a la imagen del Niño Jesús de Praga, a quien estaba dedicada esta programación, fue que el entonces párroco, Antonio Monteagudo, consideraba que las danzas, bailes y animaciones que se llevaban a cabo durante esos días suponían «una burla» al niño Jesús, una actitud ligada al nacionalcatolisismo, la corriente que se impuso en la iglesia durante el franquismo, donde casi cualquier cosa suponía una ofensa al imaginario religioso.

Con todo eso más que olvidado, el próximo domingo, 15 de mayo, el vecindario de esta vía, ubicada en el barrio de Sant Francesc, ha preparado una serie de actividades en las que los niños y las niñas serán los grandes protagonistas.

La organización, formada por la Junta de Festes a Sant Francesc d’Assís, la Parroquia de Sant Francesc y la concejalía de Giestas, junto con los vecinos y vecinas de la propia calle, ha hecho un llamamiento a la participación de los niños y niñas antes de recibir su primera comunión. Las actividades arrancarán a las 11 horas con un pasacalle con dolçaina i tabalet animando a la fiesta por als calles del barrio.

Posteriormente, desde las 11.30 será la misa de los niños y niñas en la propia calle. Estará presidida por el cura de la parroquia de Sant Francesc, Germán Oltra. Además, se pide a los vecinos y vecinas y familiares de personas que participaron en las fiestas antiguas de la calle que las puedan aportar como documentación respecto a esta celebración de cara al futuro.

Por otra parte, se ha procedido a la restauración de la imagen original del «Niño Jesús de Praga», un proyecto que ha contado con la colaboración de los vecinos de la calle y personas del municipio que han querido aportar una ayuda económica para que la imagen pueda lucir como antaño, tras una mala restauración hace varias décadas.

La fiesta de la calle Niño era toda una tradición en la localidad, aunque la ideología y costumbres de la época no le dejaron tener mucho recorrido. De hecho, nació en la década de los 50 y en 1956 dejó de celebrarse.

Todo surgió de una tertulia entre unas vecinas de la calle: la tía Concha de Collet, la tía Dolores de la Merdera y la tía Vicenta «la rulla». Tras proponer la celebración, los vecinos de la calle fueron respondiendo mayoritariamente en positivo.

De año en año variaron las actividades que se organizaron, pero algunas de ellas quedaron marcadas. La fiesta se celebraba el día de la Pascua de Pentecostés. Nueve días antes tenía lugar el anuncio de la celebración y el tradicional novenario. Un niño iba tocando la campana en las esquinas del barrio anunciando la fiesta. Por la noche había verbenas, cenas de vecinos y fiesta y canciones hasta la madrugada.

La calle del Niño se engalanaba con banderas y guirnaldas y se cantaban versos. El más popular era: «Perquè eres carrer del Niño, tots de tu s’han de burlar. Si fores carrer del Grande no se burlarien tant». O el de «Tan xicoteta que sóc i tinc el cabell rullet, i si em diuen a qui semble, jo diré que al ninyet (o al Jesuset)».

Traslado de la imagen

El día de la víspera había un baile especial con dolçaina i tabal y se bailaba la tradicional “Dansà d’Oliva”. El tío Mestre solía hacer de «cap de danses» y se hacía un concurso de ver qué hombre llevaba el pañuelo más bonito a la cabeza, con un premio de 10 duros.

En la celebración del «Dia del Niño» se trasladaba la imagen del Niño Jesús de Praga hasta la parroquia de Santa María con niños y niñas de comunión y el capellán, José Sanchis, hacía la misa sin cobrar.

Durante los últimos años de la fiesta alcanzó gran magnitud y se incorporó una popular Cabalgata, que cruzaba toda la calle con carrozas, carruajes y jóvenes a caballo. Se ponía el «bescuit» a «ca la gorda» y a «l’hostal» con agua para poder hacerse el refrigerio.

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