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Federico Armenteros

Federico Armenteros: "Ya viví lo del ‘que no se te note’ y por desgracia vuelve ese discurso"

Armenteros, que el viernes participó en una jornada en Gandia, advierte de la soledad de los mayores gays, por falta de espacios de socialización, y de la homofobia en residencias

Federico Armenteros, el viernes pasado en la plaza Major de Gandia. | J.C.

Los mayores LGTBI que, tras una juventud de represión y de lucha, se atrevieron a salir del armario vuelven a él si se internan en una residencia. Algo parecido ocurre en los centros municipales de mayores. Federico Armenteros (63 años), educador social, preside la fundación 26 de Diciembre. Entre otras acciones impulsa en Madrid la primera residencia y centro de día en España para este colectivo. El nombre de la entidad hace referencia al 26 de diciembre de 1978, cuando el Gobierno de Adolfo Suárez impulsó la derogación parcial de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. A partir de entonces la homosexualidad dejó de ser un delito en España. Ni siquiera el indulto de 1975 o la amnistía de 1976 se habían acordado de los homosexuales represaliados por esta norma franquista, que en 1970 sustituía a la Ley de Vagos y Maleantes.

Armenteros estuvo el viernes pasado en Gandia para intervenir en una jornada organizada por la asociación Gent&Pol en el edificio Tossal. Entre otras cuestiones se debatió la situación de los derechos LGTBI en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

¿Cómo surgió el activismo especializado en los mayores?

A mí personalmente me animó Boti García Rodrigo cuando salí del armario, con unos 40 años, y entré en Cogam. Nos dimos cuenta que había un vacío en este sentido, aunque en España también está la Fundació Enllaç, en Barcelona, que promovió Armand de Fluvià, y asociaciones como Cogam o Lambda tienen grupos de mayores potentes. Y me encontré con casos dramáticos, de mayores que tenían planificado su suicidio cuando fueran muy dependientes, por lo que había que darle la vuelta a todo esto. Hay muchos mayores LGTBI que están solos, pero no acuden a los Servicios Sociales; nuestra misión es buscarles y atenderles de manera profesional.

¿Cuándo abrirán la residencia de Villaverde?

Está muy avanzada pero se nos está retrasando por la domótica y otros equipamientos, por los problemas de logística y materiales que hay. Esperamos abrirla este otoño, o como muy tarde inaugurarla el 26 de diciembre. La residencia, con cinco plantas, será sólo para los que tienen reconocida una dependencia.

¿Qué factores deben darse en un territorio para llegar a tener una residencia para mayores LGTBI como la de Madrid?

La verdad es que lo nuestro fue una mezcla de casualidad y de suerte. Por una parte, teníamos la fundación y también nos sentimos apoyados por la entonces presidenta de la Comunidad de Madrid Cristina Cifuentes. En València hay alguna empresa que nos ha pedido consejo, pero es difícil promover estas residencias desde la iniciativa privada porque la mayoría de los mayores LGTBI tiene pensiones no contributivas, no podrían costearse una plaza. Estamos buscando financiación para otros proyectos en A Coruña y en Castilla-La Mancha.

¿Debería existir una legislación que obligara a las administraciones a abrir algún centro de día o una residencia pública para el colectivo LGTBI?

Sí, y por eso estamos peleando, para que la Ley de Igualdad lo contemple en el articulado, no como un brindis al sol, como está en el actual borrador, sino que los poderes públicos lo garanticen y le doten de presupuesto. Vamos a patalear, que es lo nuestro, esto también tiene que estar atado en las legislaciones autonómicas.

¿Los jóvenes LGTBI son conscientes de que los derechos que disfrutan hoy vienen de la lucha de los mayores?

Hay de todo, pero en general, no. Hay mucho desconocimiento de la historia del movimiento LGTBI, que no se aborda en los institutos, si acaso en cuatro charlas puntuales. Por desgracia se está perdiendo la conciencia de colectivo, que tanto nos ha unido en las luchas. Por otra parte, más allá de la política sería interesante fomentar el voluntariado de los jóvenes con los mayores, porque eso genera solidaridad.

¿Son visibles los mayores LGTBI en España?

Todavía hay muchos mayores en el armario. El caso de María del Monte no debería ser noticia. Muchos mayores siguen actuando tal y como fueron educados, con ese pensamiento del «que no se me note», que «a nadie le importa lo que uno hace en la cama o en su casa», o «eres un pervertido, te vas a quedar más solo que la una», que yo ya viví. A nosotros nos construyeron así y eso, por desgracia, está volviendo ahora con el auge de la ultraderecha y su discurso. En la fundación, con ayuda de psicólogos, tratamos de que los mayores abandonen la homofobia interiorizada, pero es un proceso difícil.

¿Cree que el colectivo va bien encaminado en sus reivindicaciones?

Es momento de pararse, reflexionar y de mucho debate. Hay muchas asociaciones LGTBI que han nacido por enfadarse unos con otros, pero falta definir de nuevo un objetivo común, porque hay mucho personalismo en el colectivo, y eso genera rechazo.

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