El Monestir de Santa Maria de la Valldigna, ubicado en Simat, está de enhorabuena. Apenas hace tres días, el pasado jueves, las Corts aprobaban una nueva ley que servirá para regular su gestión. Se trata de un texto que no solo sirve para dar más peso a quienes, sin duda, más quieren y han cuidado históricamente este recinto, sino también para dotarlo de protección, tanto jurídica como patrimonial.

Porque la de este cenobio ha sido la el ejemplo claro de cómo, en ocasiones, se tiene muy poco aprecio por la cultura y la historia de un territorio. Tras la desamortización, a mediados del siglo XIX, el monasterio fundado en el XIII acabó en manos privadas. El recinto se convirtió en una explotación agropecuaria, en la que la iglesia, por ejemplo, era utilizada como almacén. Fue entonces cuando comenzó el expolio y sufrió importantes daños y pérdidas, ya que muchos materiales, de alto valor, se vendieron por separado, como el claustro del Palau del Abat, que acabó en el monasterio del Canto del Pico, en Torrelodones, a principios del siglo XX, la fuente interior o los florones de la iglesia son otros de los elementos que acabaron fuera de su lugar.

La adquisición del espacio por parte de la Generalitat, en el año 1991, consiguió acabar con aquel expolio y, no sin esfuerzo, se han logrado recuperar muchas de las piezas, como el propio claustro, ya montado. Ahora, según ha podido saber Levante-EMV, la Conselleria de Cultura está preparando la colocación de los siete florones que adornaban las cúpulas de la iglesia.

Uno de los florones de la Valldigna que se colocarán Levante-EMV

Estos elementos estuvieron durante décadas en la parroquia de Sant Joan Evangelista de Benifairó de la Valldigna, hasta que en 2010 la entonces Fundació Jaume II, que gestionaba el cenobio, los adquirió por un precio de 40.000 euros. El precio de la compra, en realidad, era de 35.000, mientras que los otros 5.000 correspondían a la creación de unas réplicas en escayola para el templo de Benifairó, que por cierto ya llevan varios años instalados como confirmaba el alcalde, Josep Antoni Alberola.

Desde la Conselleria de Cultura han confirmado a este periódico que los trabajos están planificados y, de hecho ya se ha reservado el espacio en la iglesia para llevar a cabo la colocación de los florones. Es más, la Mancomunitat de la Valldigna tenía previsto celebrar en ese espacio un concierto en las próximas semanas pero no podrá precisamente por que se espera que, de un momento a otro, arranquen las labores.

Desde Cultura explican que el motivo de que no haya una fecha concreta para el inicio es que en estos momentos se está elaborando una réplica de uno de ellos. El motivo es que en la parroquia de la localidad vecina de Benifairó se encontraron seis pero, en realidad, en la iglesia del monasterio había un total de siete florones rematando rematando los arcos de las bóvedas. Desde el departamento que dirige Raquel Tamarit han concretado que se han reservado dos naves de la iglesia del monasterio "para los trabajos previos de preparación y montaje de los florones en su lugar original por parte de los restauradores del IVCR+i". Estas labores no empezarán hasta que esté terminada la réplica del séptimo, "ya que el objetivo es colocarlos a la vez para limitar al máximo los riesgos que supone para el patrimonio el trabajo con una plataforma elevadora", apuntan fuentes de la conselleria.

En realidad, estos elementos se encuentran en el propio monasterio desde el año 2017. Aunque la adquisición se ofcializó en 2010, no fue hasta febrero del 2011 cuando se desmontaron de Benifairó. De ahí se trasladaron al Institut Valencià de Conservació i Restauració (IVCR+i), donde fueron sometidos a un proceso de restauración. Seis años después regresaron a su casa, donde permanecen guardados en unas enormes cajas a la espera de que llegue el momento de su colocación, lo cual parece inminente.

Características de los florones

Los seis florones son todos de madera de pino policromada y pan de oro. Dos de ellos de mayor tamaño (150x80 cm) y profusa decoración barroca, a base de elementos vegetales, geométricos y figurativos (ocho cabellos de ángeles). Los otros cuatro de menor tamaño (100x50 cm.) presentan dos decoraciones distintas y sin elementos figurativos, siendo iguales dos a dos.

Estas piezas formaban parte del conjunto de 7 florones que estaban colocados en las bóvedas de la iglesia del Real Monasterio de Santa María de la Valldigna: tres en la nave central, dos en ambos brazos del crucero y dos en el presbiterio, de lo que se desprende que uno se perdió o se desconoce dónde ha ido a parar. En la Iglesia del Real Monasterio permanece el de la cúpula del crucero, que por ser de mayores dimensiones (aprox. 4 m. de diámetro) y estar a más de 30 metros de altura, no pudo ser desmontado.