El departamento de Medio Ambiente de la Generalitat acaba de dar el visto bueno definitivo a la prolongación de la carretera Natzaret-Oliva en el tramo que queda pendiente en el término municipal de Gandia, que va desde la rotonda del Campus de la Universitat Politècnica hasta la carretera del Grau, donde confluiría en la rotonda de Daimús.

Dicen los técnicos de la Generalitat que esa obra no requiere evaluación de impacto ambiental, entre otros motivos porque discurre sobre suelo no urbanizable, está totalmente antropizado y, además, ya figura como carretera en el Plan General de Ordenación Urbana aprobado en 1999.

Así que tanto el Ayuntamiento de Gandia como la Diputación de València tienen vía libre para cumplir con su propósito, y tanto es así que el año que viene ya se ejecutará el primer tramo, desde el campus universitario hasta el camino del Molí de Santa María.

El proyecto, explica el concejal gandiense y responsable de Hacienda de la diputación, Vicent Mascarell, ya está en los presupuestos del ente provincial. Para el año que viene figuran 1,1 millones de euros y para el siguiente se contemplan otros 1,4 millones, suficientes para concluir esa fase. Para la segunda, desde el camino del Molí de Santa Maria a la rotonda de Daimús, todavía no hay proyecto.

La realidad es que Gandia ha resucitado un proyecto que, apenas hace cinco o seis años, todos daban por muerto. En primer lugar, porque en ensanche urbano ha alcanzado ya esa zona situada entre la ciudad y el Grau, y, en segundo, porque la diputación ya había desistido de completar los tramos pendientes de aquella carretera diseñada en los años 60 del siglo pasado que iba a discurrir, sin interrupciones, entre el barrio de Natzaret, en València, y la ciudad de Oliva.

Técnicos de Adif y del ayuntamiento, en el lugar donde se prolongaría la carretera. Àlex Oltra

Entre los motivos para decidirse a completar ahora ese tramo del término de Gandia, Vicent Mascarell apunta que se está peatonalizando el entorno de la iglesia de Sant Nicolau, en el Grau, para limitar allí la circulación de vehículos, de manera que resulta necesario conectar la playa, el Grau y la ciudad por esa nueva carretera situada más al interior. Y también pesa el inminente desarrollo urbanístico en la playa, que hará necesarias más infraestructuras para garantizar la movilidad. La zona de Equipamientos Privados, donde se instalarán numerosos negocios, alcanza los 174.000 metros cuadrados, pero también está el «ecocámping», una instalación que se asentará sobre parcelas que suman otros 188.707 metros cuadrados y que quiere abrir en unos dos años.

El primer tramo, entre el Campus al Molí de Santa Maria, ya tiene proyecto, en el que se ha dibujado una carretera de dos carriles, en cuya franja este se incluye un paseo y un carril bici. Todo ello con hileras de vegetación y arboledas que minimizarían el impacto visual. Si se cumplen los plazos previstos, estaría acabada en unos dos años.

El otro tramo, sin embargo, va para mucho más largo. Porque desde el camino del Molí de Santa María hasta la carretera del Grau se encuentra nada más y nada menos que el barranco de Sant Nicolau y la línea férrea Gandia-Playa. Los técnicos municipales y los de Adif ya han pisado el terreno para comenzar a dibujar alternativas, pero nadie se atreve todavía a fijar fechas para un proyecto que tiene que superar esos dos obstáculos separados solo por unos doscientos metros.