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LA MINISTRA Y EL MILLONARIO

La ministra Ione Belarra, en un mitin.

La ministra Ione Belarra, en un mitin. / Levante-EMV

OPINIÓN / J. Monrabal

Como ya sabe todo el mundo, la ministra de Asuntos Sociales, Ione Belarra, se ha referido a Juan Roig llamándolo «capitalista despiadado», declaración que es toda una novedad en la medida en que rompe el tabú de no buscarles las vueltas a los multimillonarios españoles. Un tabú creado por el poder que inevitablemente estos detentan, pero sobre todo porque, como dijo uno de ellos con cierta modestia, «ricos, lo que se dice ricos, en España somos muy pocos». Juan Roig es uno de esos pocos, a juzgar por esas listas de ricos más ricos entre los inmensamente ricos que ciertas revistas sienten la necesidad de publicar cada cierto tiempo para aumentar el nivel cultural. Juan Roig tiene –euro arriba euro abajo- 3.700 millones, una cantidad que parece irreal para la gente corriente y no digamos para quienes no llegan a fin de mes. Sin embargo, comparado con Amancio Ortega, cuya fortuna –euro arriba, euro abajo- es de 67.000 millones, Juan Roig no llega a fin de mes. Ahora bien, comparado con Bezos, Musk o Zuckerberg, Amancio Ortega no pasa de ser un señor que aún está pagándose el apartamento en la playa y tiene que hacer algunos sacrificios para salir adelante.

Esta gradación de fortunas no la ha tenido en cuenta la ministra Ione Belarra, que califica de «despiadado» a Juan Roig sin reparar en que este hombre se expone a sufrir las miradas despiadadas y severas amonestaciones de quienes desde los peldaños más altos de la escala plutocrática bien podrían decirle que se ha esforzado poco. Se entiende, pues, que Juan Roig, mirando hacia abajo, nos recuerde que tenemos que esforzarnos más y, una vez llegados al punto culminante del esfuerzo, incitar a los que aún se encuentran en los escalones inferiores a hacer lo mismo, y así sucesivamente porque en ese clima de apremio descendente y vigilancia perpetua se encuentra el verdadero progreso de los pueblos. 

Juan Roig ha creado un imperio porque el público va a sus tiendas, y el público va a sus tiendas porque ofrece productos mucho mejores que la pedagogía empresarial de tres al cuarto con la que periódicamente nos da la brasa. Podemos mantiene su cuota de mercado electoral, a pesar de la pedagogía de tres al cuarto que periódicamente nos infligen sus representantes, porque mucha gente les vota, y les vota porque tras la hojarasca ofrece productos políticos saludables para una equilibrada dieta democrática. Plantear la cuestión en los términos en los que la exponía un sonriente economista neoliberal («Más Juan Roig, menos Podemos») es estúpido, porque el fondo del asunto no es que la ministra haya sido más o menos «educada» o sea de un partido u otro, ni que Roig, para ascender en la escala plutocrática, siga acumulando los millones que le suministra su negocio. La cuestión a ventilar es saber si las asociaciones de consumidores que han denunciado a ocho cadenas de supermercados, entre ellas la de Roig, ante la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia por no repercutir la rebaja del IVA en todos los alimentos afectados por las medidas del gobierno para paliar la inflación tienen razón; la cuestión es saber si a pesar de la pifia de centrar solo en una marca de supermercados y en un solo empresario un problema que podría afectar a muchas más, Ione Belarra cumplía, mal que bien, con su deber. La cuestión es saber si con las cosas de comer se está jugando o no, si la balanza del mostrador es de fiar o no. Pero tan raro será que nuestra madura democracia nos saque de dudas como que los bocazas expertos en lanzar cortinas de humo y frases baratas, por una vez, cierren el pico.