Color local

Projecte Gandia o el sol por Antequera

Laura Morant, Josep Alandete y Joan Francesc Peris

Laura Morant, Josep Alandete y Joan Francesc Peris / Levante-EMV

OPINIÓN / J. Monrabal

No es extraño que la presentación el lunes pasado, en Fomento, de Projecte Gandia, la escisión de Compromís, contase con la espontánea presencia de Ciro Palmer, que apoya a ese nuevo partido pero no oculta sus simpatías por Moragues. Palmer siempre está en el centro, no tanto en la equidistancia como en el filo de la navaja. Con cuatro o cinco partidos a su espalda conoce el paño y sabe por dónde hay que cortar.

Projecte Gandia, que algunos comienzan a llamar ya «Projecte Manhattan», se sostiene en el tándem Alandete-Peris, y parece lo que es: un arreglo electoral de última hora creado a medida de quienes no se resignan a desaparecer de la escena política, pese a quien pese y caiga quien caiga. Porque la característica más notable de los partidos surgidos de crisis internas es dar por buenas, o inevitables, las alteraciones representativas que puedan provocar en las urnas. Lo hemos visto a menudo en Gandia, donde las rupturas del PP han favorecido gobiernos del PSOE, y hoy el fenómeno podría reproducirse a la inversa, tras el cisma de Compromís.

Si Projecte Gandia no consigue obtener un concejal se lanzaría a la basura un número de votos quizás total o parcialmente necesarios para garantizar la continuidad de la izquierda al frente del gobierno local. Pero hablar de ese riesgo objetivo en un escenario electoral que se presenta muy ajustado es tabú para los nuevos partidos y sus incondicionales que, en todo caso, lo asumen como una consecuencia de «la democracia» o, como diría Isabel Díaz Ayuso, de «la libertad».

No es el factor ideológico el causante de la creación a matacaballo de esos nuevos partidos (sus líderes defienden lo mismo que las formaciones que han dejado o les han echado), sino las desavenencias personales y entre facciones relacionadas con las estructuras de poder interno. Siempre es así, y la pregunta derivada es qué beneficios añaden los perdedores de esas refriegas domésticas a la oferta electoral o en sentido amplio a la «virtud» política o, como diría Alandete, al «bienestar» de los ciudadanos. Por lo general, en el ámbito municipal, no añaden mucho más que un memorial de agravios sobre el funcionamiento orgánico de la formación abandonada en el que destaca la falta de democracia interna: es lo que denuncian los creadores de Projecte Gandia en Compromís y los de La Veu d’Oliva real en el PP de esa localidad.

Fundadas o no, son razones muy endebles para construir una propuesta electoral, más aún cuando, en el caso de Projecte Gandia, los paladines de la democracia interna y la participación ciudadana se disponen a liderar candidaturas creadas a dedo por ellos mismos o sus seguidores al amparo de una sensación general de indignación que lo justifica todo: desde poner en riesgo la continuidad de un futuro gobierno de izquierdas hasta la alianza con Peris, a quien los diez miembros de la ejecutiva de Els Verds, que dimitieron en bloque de sus cargos hace apenas dos semanas, recriminaban «toda una serie de despropósitos, acciones y decisiones unilaterales» y la ausencia «de un proceso amplio, participativo y transparente de primarias».

Puesto que no ofrecen nada nuevo y se asocian con gentes que convierten al denostado «aparato» de Compromís en un modelo de virtudes democráticas, ¿en qué se quedan Projecte Gandia y la candidatura de Alandete que merezca ser sometido a votación en las urnas? ¿Qué propone ese partido que pueda asumirse, como diría Hobsbawm, desde una izquierda racional? No propone absolutamente nada, salvo un rosario de resquemores, comprensibles en el ámbito personal, pero sin encaje posible en el marco electoral, un cúmulo de contradicciones mucho menos respetables, a Peris como mozo de espadas y que salga el sol por Antequera.

Alandete ha tenido cuatro años para resolver sus conflictos con el núcleo duro de Compromís, y ha fracasado, porque nadie gana batallas contra el aparato de los partidos. Hoy parece muy claro que debió provocar una crisis a tiempo y tomar decisiones antes de que las circunstancias le arrastrasen, a él y a quienes le apoyan. Pero no lo hizo, y convertir a última hora un problema de orden interno en un asunto de interés general empieza a ser grotesco, una absurda huida hacia adelante, otro fracaso.

Los problemas del valencianismo local no van a resolverse así, con salidas por la tangente ni improvisando pedestales para quienes creen que pueden hacer lo que quieran en cada ocasión, escudados en razones morales incompatibles con la realidad orgánica de los partidos, las reglas de juego y la maduración necesaria de cualquier proyecto político serio. Que ahora Alandete presente su candidatura como el colmo de la libertad o la quintaesencia de la democracia es de traca, porque los riesgos que implica su aventura personal por el filo de la navaja no los correrán ni él ni su flamante nuevo socio, un experto en achicharrar votos progresistas, sino el conjunto de la izquierda.  

Pero si todo ha de valer, si ha llegado el momento de jalear las ocurrencias y disparates de la política romántica, si hasta Peris sirve para dar solución a los problemas democráticos de Compromís y Palmer parece a punto de envolverse en la cuatribarrada, entonces, pase lo que pase el 28-M, ya ha empezado a salir el sol por Antequera.