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El sermón de Ródenas

Xavier Ródenas

Xavier Ródenas / Levante-EMV

OPINIÓN / J. Monrabal

El martes el exconcejal de Més Gandia Xavier Ródenas se marcaba en estas páginas un sermón de aúpa que con el título de «Més Gandia 3.0» cantaba las virtudes de ese partido con un ímpetu apostólico portentoso.

En la homilía de Ródenas, la ruptura interna de Compromís se había esfumado de la Historia Sagrada, quedaba reducida a un altercado en el que unos intrusos habían ido «a fer mal» a los titulares de la propiedad, y todo quisque recibía un rapapolvo en calidad de enemigo inequívoco, tibio indudable o posible anfibio al servicio de las fuerzas del Mal. Hacía pensar el exconcejal en esos sacerdotes coléricos que desde el púlpito les recuerdan a los parroquianos que son, ante todo, pecadores. Desde la ultraderecha y el PP hasta el PSOE, desde «opinadors que fa tres dies eren contraris al bipartidisme», hasta el apóstata Josep Alandete, desde concejales o exconcejales de Més Gandia hasta cualquiera, en fin, que no asumiera a ese partido como ejemplo de la verdad revelada, a su nueva lideresa como a Nuestra Señora de la Salud (pública, se entiende) y al resto del elenco electoral como dechados de perfección política, media Gandia recibía su bronca y su ración de hostias. 

Fuera de la facción triunfante de Compromís y sus satélites no se salvaba ni el apuntador: el que no era fascista, capitalista era, o un renegado, o partidario de un camping, o algo poco presentable, poco verde y no muy de fiar mientras Ródenas reservaba a «les companyes Alicia Izquierdo y Nahuel González» el papel de esforzados cruzados por la libertad y para Més Gandia 3.0 el estandarte de la verdadera izquierda. Y todo en ese plan.

Como todas las diatribas de corte religioso, las de Ródenas no se basaban en datos empíricos, gérmenes que podrían llevar a lo que más temen los partidos, empezando por el suyo: un auténtico debate descargado del peso de los dogmas. Así, la monserga del exconcejal no pasaba de ser un caso, rebajado hasta la caricatura, de eso que todos hacen a dos meses del 28-M: propaganda electoral. Pero incluso para entregarse con ardor a la propaganda hace falta cierta dosis de inteligencia y realismo político que en Compromís no ha asomado ni remotamente en ninguna de sus dos orillas.

Suele asumirse desde una parte de la izquierda, como dice Ródenas, que «deixar al PSOE a soles no és un perill riscós sinò un gran error» pero se dice menos que ese consejo cautelar funciona también en la dirección opuesta. Conviene recordarlo hoy, cuando el cisma de Compromís se ha convertido en un factor de riesgo para la continuidad de la izquierda en un grado que, sean cuales sean sus culpas, orgánicamente nunca ha supuesto el PSOE, partido que lleva meses haciendo de contrapeso de los impulsos autodestructivos del partido de Ródenas. Y ese peligro (lo único histórico que ha ocurrido en Més Gandia) no se conjura descargando en otros las responsabilidades propias, colgándoles sambenitos o acusándoles de haberse vendido al capital.

Asombra comprobar por enésima vez cómo un partido que arrastra una ruptura interna colosal e incapaz de organizar los más básicos soportes y discursos de campaña, sigue creyendo que la estética, el orden, la previsión y el buen rollo no se gratifican en las urnas y que, con acumular siglas, recitar un menú de lugares comunes y descubrir enemigos hasta en la sopa, los votos lloverán del cielo. Pero si los hechos positivos no favorecen hoy ese deseo es porque Compromís no ha estado a la altura de las circunstancias. Puede Ródenas seguir intentado clavar flanes en la pared, endosarles a las estructuras del sistema o a un complot universal la situación que vive su partido o las consecuencias electorales de alto riesgo que ha provocado, pero de esa lamentable situación no tienen la culpa el mundo exterior ni el capitalismo, ni el fascismo, ni el PSOE sino Compromís y sus no menos lamentables líderes, ungidos o escindidos. Y empieza a resultar cómico que lejos de paliar o disimular ese problema con el 28-M a la vuelta de la esquina, los cerebros estratégicos de Més Gandia se permitan llamarnos a capítulo cuando más les valdría cerrar el pico, aguantar marea y mostrar un poco de vergüenza. Pero ni la inteligencia, ni la responsabilidad ni el realismo parecen encontrar sitio hoy en un partido que a duras penas se sostiene en la chapa de su marca principal y más que al 3.0 de la excelencia política en Gandia tiende, sencillamente, a cero.