La sinrazón de la fuerza

La sinrazón de la fuerza

La sinrazón de la fuerza / Manolo Varó

Manolo Varó

Desde este rincón del Mediterráneo a buen seguro que cada ciudadano/a de Gandia alberga en su interior un sentimiento de pena y tristeza, fruto de la realidad que nos envuelve. La situación en Oriente Próximo ha relegado a la invasión de Ucrania por Rusia a un segundo plano, y comienza a enquistarse el conflicto, con lo cual la actualidad manda. Lo sucedido el lunes es arcaico, lo que pasó el martes es pasado y hoy es miércoles, actualidad. Voy a poner un ejemplo de ficción para tratar de describir humildemente el conflicto Israel-Palestina del que tantas opiniones escuchamos ahora en todas partes.

Usted es la familia R (residente). Está compuesta por su mujer y dos adolescentes, hijo e hija. Vive en un adosado de dos alturas con jardín. Está allí desde hace quince años. De repente un día llaman a su puerta y aparecen cuatro hombres uniformados y armados, seguidos de la familia I (invasora) compuesta por cinco personas, de parecidas edades a las suyas. Entran a la fuerza y de mala manera, les obligan a salir y les confinan en un rincón del jardín, acotado por vallas de alambre con púas en un espacio de 5 metros de largo por 3 de ancho. Como propietario y cabeza de familia se rebela y lucha por defender lo que es suyo y de su familia. Los armados le reducen, le dan una paliza y le arrojan al redil, amenazando con disparar si hay otra sublevación.

Pasa el tiempo y su situación empeora cada día, con pocos alimentos, sin sanidad, sin libertad y cada movimiento es observado por los vigilantes. Además malvive en una tienda de campaña y tiene que ver cada día a los invasores regodearse en su casa y hacer uso de todo lo suyo. Pasado un tiempo aparece el administrador como mediador del conflicto, quien les ofrece otra vivienda más modesta, éstos no aceptan y advierten que se quedarán con la nueva y la que ocupan, todo ello apoyado en la fuerza de los armados.

¿Qué haría Ud? ¿Lucharía aunque le costara la vida para recuperar su propiedad y la normalidad? ¿Se resignaría ante la situación malviviendo? ¿Buscaría la ayuda de amigos para desalojar a los usurpadores? La familia (R) son los palestinos y la familia (I) los israelíes. Sin entrar en más detalles, valorando actuaciones y defendiendo la legalidad, sólo quiero que entienda lo injusto de la situación. El dolor, la desesperación y la angustia de los agredidos por la sinrazón de la fuerza, la prepotencia de los agresores y lo inhumano de la situación.

En 1947 Palestina era todo lo que hoy forman Israel, Gaza y Cisjordania. La ONU resolvió entregar la mitad del territorio a los judíos, declarando los israelitas su independencia en 1948. Los judíos eran un pueblo sin territorio y venían de sufrir el holocausto nazi, pero los árabes nunca aceptaron dicha resolución, ese fue el principio del conflicto que dura 75 años.

Cuesta entender, tras tanto sufrimiento, cómo somete Israel a otro holocausto a los palestinos: muerte, sufrimiento, miseria y genocidio. Así nunca terminará el conflicto. Son personas las que sufren, mueren y padecen en ambas partes pero se convierten en fríos números de una estadística favorable al invasor.

Desde nuestra burbuja de confort somos espectadores de la debacle, ya son tantos años enfrentados que concluimos diciendo, nunca se acabará, y pasamos página. Nada justifica la masacre colonizadora, ni el terrorismo permanente. Gandia está en el centro geoestratégico de las dos guerras del siglo XXI. Al noreste Rusia/Ucrania y al sureste Israel/Palestina. Somos espectadores desdichados y consternados por la catástrofe humanitaria que acontece. Sólo podemos esperar que triunfe algún día la paz y la humanidad. ¡Vae victis! (¡Ay de los vencidos!), dijo Tito Livio.

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