Latinoamérica en dos calles de Gandia

El distrito de la Plaza El·líptica-República Argentina, en Gandia, y en concreto el entorno de «Las 500», es el más multicultural de la ciudad y concentra varios negocios que cumplen además una función de arraigo y socialización

Marcela y Gerardo en el exterior del Bar Asador Piko Riko, restaurante de comida colombiana en Gandia.

Marcela y Gerardo en el exterior del Bar Asador Piko Riko, restaurante de comida colombiana en Gandia. / J.C.

Josep Camacho

Gandia

La barriada que en los años sesenta se formó con numerosos inmigrantes manchegos, andaluces o extremeños, llegados a Gandia para aprovechar las oportunidades que representaba la construcción y la hostelería en la playa, desde hace veinte años se ha repoblado con inmigrantes que vinieron de otros países, especialmente de América Latina. 

El cuadrante entre la avenida República Argentina y el parque de Sant Pere, de las escasas zonas donde aún se puede conseguir vivienda a un precio asequible, cuenta además con restaurantes y tiendas de alimentación de productos latinos, que ejercen además una función de socialización de sus respectivos compatriotas.

En Gandia hay un 20% de población extranjera, y de esta última hay 5.950 vecinos de origen latinoamericano, según datos facilitados por el ayuntamiento sobre un padrón con datos referidos a 2023. La población total es de 81.773 habitantes. 

Según el mismo padrón, las cinco principales nacionalidades latinoamericanas presentes en Gandia son, por este orden, Colombia (2.142 en 2023, 598 más respecto al año 2022), Venezuela (572, una subida de 127), Uruguay (444, nueve más), Argentina (534, 78 más), Bolivia (512, 28 menos) y Ecuador, con 390 vecinos, 14 más que el año anterior. 

Los países y el número de empadronados fueron: Argentina (534), Bolivia (512), Brasil (264), Chile (108), Colombia (2.142), Costa Rica (2), Cuba (274), Ecuador (390), El Salvador (107), Guatemala (11), Honduras (107), México (41), Nicaragua (100), Panamá (5), Paraguay (82), Perú (186), República Dominicana (69), Uruguay (444) y Venezuela, con 572 ciudadanos. 

A falta de asociaciones, con la excepción de espacios como Ca Saforaui, muchos de ellos siguen rememorando sus raíces en estos lugares, así como en locales de ocio para bailar, que también los hay, junto a la plaza del Prado, o en pueblos cercanos como Daimús. 

«Los españoles son ahora más amables con los colombianos»

Marcela Campos y Gerardo Montoya. 

Bar Asador Piko Riko. c/ Abat Sola, 56. 

2.142 COLOMBIANOS EN GANDIA

Marcela y Gerardo en el Piko Riko.

Marcela y Gerardo en el Piko Riko. / J.C.

El Bar Asador Piko Riko es bien conocido entre la comunidad latina de Gandia, no sólo porque está enclavado en una ubicación estratégica, sino porque ya lleva 12 años abierto, aunque han pasado distintas gerencias. Es el lugar de encuentro por antonomasia de colombianos y venezolanos, tanto los que llevan en la Safor varios años como los que acaban de llegar. 

El emblemático bar lo gestionan desde hace un año y medio Marcela y Gerardo, una pareja procedente de Buga, en el Valle del Cauca, la región de donde llega la inmensa mayoría de los colombianos que residen en Gandia. 

Primero vino Gerardo, hace 23 años, cuando apenas había colombianos en Gandia, y hace ocho años Marcela. Tienen un hijo, de cuatro años. El bar es ahora un negocio familiar donde también trabajan otros familiares de la pareja. 

Ambos constatan que tras la pandemia se ha acelerado la llegada de colombianos. «Colombia es un país muy bonito, con una naturaleza exuberante, yo no quiero hablar mal de mi país, pero hay que reconocer que tiene muchos problemas de seguridad ciudadana, hay mucha desigualdad social y es difícil salir adelante, aunque parece que allí se hayan acostumbrado a vivir así», cuenta Gerardo. 

Añade que la fortaleza del euro permite a muchos compatriotas enviar remesas a sus familiares, aunque aquí tengan trabajos precarios o compartan piso de alquiler. «Independizarse o comprarse una moto, lo que en Colombia igual te cuesta casi diez años, aquí en España, ahorrando, lo puedes hacer en un par de años», argumenta. 

Ahora bien, a sus compatriotas les recomienda no venir a la aventura, sino que «al menos sepan un oficio», porque conoce auténticos dramas de colombianos que a los dos tres meses ya se encuentran perdidos y sin rumbo. «También me han pedido trabajo pero les digo que sin papeles no les puedo tener aquí», matiza. Se han dado casos de hacer una colecta en el bar para pagar un retorno en avión o incluso colaborar para repatriar un cadáver. Añade que ese goteo de llegadas, que se produce especialmente en los meses de otoño e invierno, cuando los pasajes de avión están más baratos, se hace por recomendaciones de amigos. 

«Es muy raro el que llega sin conocer a nadie», cuenta, de ahí que la mayoría sean vallunos o de Cali, mientras que en la zona de Alicante, por ejemplo, se hayan establecido colombianos de Medellín o de Pereira. «Hay quien viene pensando que trabajando un año cuidando mayores o recogiendo naranja ya se podrá comprar una casa en Colombia, pero no es así, yo pasé 12 años hasta que tuve alguna propiedad allí», advierte. 

La mayoría son jóvenes veinteañeros. También hay venezolanos, que en el restaurante se mezclan en perfecta armonía. Ellos no han sentido episodios de racismo por parte de los españoles, aunque tienen que enfrentar a los estereotipos de narcotráfico y prostitución asociados con los colombianos. «Cuando llegué hace veinte años ni te saludaban, ahora ya parece que interactúan más, hay un mayor intercambio y conocimiento de culturas, en ámbitos como el trabajo o en el instituto, e incluso hay matrimonios mixtos», señala Gerardo. 

La bandeja paisa es uno de los platos más demandados en Piko Riko, y los domingos el sancocho. Ofrecen menú del día y en ocasiones especiales hacen tamales. El toque más caribeño lo da el agua de panela o los zumos de guanábana o lulo, mientras de fondo suena una salsa suave. En Gandia hay otros dos establecimientos más con productos colombianos; la cafetería-panadería Tatipán, uno de los veteranos, también en la calle Abat Sola, y el restaurante Delicias del Valle, en la calle Madrid, que además ofrece productos de bollería. 

«Están llegando más argentinos ahora que tras el ‘corralito’ del año 2001»

Nancy Bracalenti y Rubén Mollo.

La Bombonera. c/ Sant Rafael, 24. 

534 ARGENTINOS EN GANDIA

Nancy y Rubén en su tienda de alimentos y servicios.

Nancy y Rubén en su tienda de alimentos y servicios. / J.C.

«Yo pasé de cenar cada mes con el presidente del Boca Juniors en Buenos Aires a vender chucherías a 5 céntimos en Gandia». De eso hace ya más de veinte años, pero Rubén Mollo ejemplifica así el choque emocional y profesional que supone para muchos emigrantes tener que empezar desde cero en el país de acogida. 

Llegó a España con su mujer, Nancy, y sus dos hijos, que actualmente tienen 23 y 25 años, el 23 de abril de 2002, una fecha que nunca se olvida. Su nacionalidad italiana les permitió entrar sin problemas. Lo hicieron después del «corralito», la crisis de deuda que en 2001 llevó al Gobierno a restringir en el país la libre disposición de dinero en efectivo.

Pero no emigraron por motivos económicos, asegura Rubén, sino fundamentalmente para huir de la situación de colapso, en todos los sentidos, en el quedó sumida Argentina, especialmente la delincuencia, y del que en cierto modo todavía no ha levantado cabeza. El país suramericano cerró el año pasado con la mayor tasa de inflación del mundo, y la victoria de Milei por ahora no ha supuesto ningún revulsivo en este aspecto, ya que en diciembre los precios escalaron al 25%.

Rubén trabajaba allí en una agencia de publicidad y también como periodista. Además, fue miembro de la Asamblea de Representantes de Socios del Boca Juniors, club que sigue llevando en su corazón. En 1999 hicieron un viaje por varios países europeos, con anclaje en Madrid, de donde germinó la idea de establecerse en España. Recalaron en Villalonga, donde han vivido hasta hace poco durante unos 20 años. Rubén trabajó en un locutorio y su mujer de comercial en una empresa de telefonía. 

Después se mudaron a Gandia, donde, junto a otro socio argentino, acondicionaron un antiguo depósito de motos viejas frente a la actual oficina de Correos para transformarlo en un locutorio y ciber, que también ofrece dulces y envío de dinero. Lo abrieron en mayo de 2003. 

Cuando su otro socio le vendió su parte no dudó en rebautizarlo como La Bombonera, como el estadio del Boca, de hecho puso el escudo en el rótulo. «Con el tiempo hemos ido adaptando la tienda a las necesidades de los clientes», explica. 

Ya no hay locutorio y añadieron una sección de productos latinos, «también de Centroamérica, que son los grandes olvidados», matiza Rubén. El producto que más vende son las hierbas para mate, de todo tipo. También hay otros que los argentinos compran por pura nostalgia. «Mira, por ejemplo, este turrón de maní. ¿Es que no se harán mejores turrones acá que en la Argentina?Pero eso no importa, es una marca que nos recuerda al país», dice. 

«Los españoles siempre nos recibieron con pasión y nos dieron todo tipo de facilidades, no puedo decir otra cosa», reconoce Rubén. Actualmente observa un repunte migratorio. «Están llegando más argentinos ahora que tras el corralito, la mayoría son chicos muy jóvenes, formados, pero que vienen a la aventura». A los nuevos les aconseja tener perseverancia. En la playa hay un asador argentino, llamado «El día que me quieras», donde también se reúnen compatriotas. 

«España podría ayudar a Ecuador facilitando el asilo»

Rocío Villavicencio.

Taberna Latina. c/ Primer de Maig, 27. 

390 ECUATORIANOS EN GANDIA

Rocío en el comedor del restaurante que regenta donde ofrece comida costeña de Ecuador.

Rocío en el comedor del restaurante que regenta donde ofrece comida costeña de Ecuador. / J.C.

Rocío (52 años) está muy pendiente de la situación en Ecuador, sobre todo en los últimos días. El país vive una escalada de violencia que el Gobierno del recién proclamado presidente, Daniel Noboa, trata de contener con el estado de excepción hasta finales de febrero.

En Ecuador no se puede salir a la calle desde las cinco de la tarde hasta las cinco de la mañana. Guayaquil y Quito son las ciudades más castigadas por las bandas de narcotraficantes que desafían al Estado. La crisis de seguridad empezó hace ya unos años, y de seguir así, provocará una nueva oleada migratoria.

Rocío vino desde Machala, en la costa, hace más de diez años, con el primer gran éxodo que se produjo en el país. Como madre coraje, lo hizo sola, para sacar adelante a sus cuatro hijos. Actualmente dos hijas siguen en Ecuador, ya casadas, y dos varones están en España.  

Rocío hizo un largo periplo hasta llegar a Gandia: Madrid, donde estuvo cuidando a una señora mayor; Murcia, donde trabajó en el campo, en la recolección de fruta y verdura, un año más como temporera en Francia y finalmente, en 2013 recaló en Gandia, donde puso un bar, primero en la plaza El·líptica y después el actual en la calle Primer de Maig. En Ecuador también tuvo un restaurante. 

Conoció Gandia porque tras un tiempo en España trajo a sus hermanos, y uno de ellos se sacó el carné de conducir aquí y le habló de la ciudad. Ofrece servicio de comida y cena ecuatoriana con platos de tradición costeña, como el encebollado, el ceviche o la bandera. Pero sus clientes ecuatorianos y bolivianos le preguntan por mucho más que por el menú, por ejemplo, dónde conseguir trabajo, o una habitación. «También dónde se pueden reunir con gente ecuatoriana, o dónde ir a bailar», cuenta.

La emigración ecuatoriana a Gandia, como la de Marruecos o la de los países del Este, es una de las más veteranas, pero muchos ecuatorianos regresaron a su país con la crisis en España de 2011, y por el momento se han frenado las llegadas, hasta el punto de que sólo hay 390 empadronados.  

La dolarización ha agravado el problema del narcotráfico en Ecuador y ha aumentado el coste de la vida. Rocío considera que España podría ayudar facilitando el asilo. «Hay que venir con la mentalidad de trabajar en lo que se encuentre, aunque cuesta integrarse, yo trabajé en el campo con médicos y abogados, y además pasaron nueve años hasta que pude volver a ver a mis hijos». De Gandia valora sobre todo la seguridad; «al menos se puede pasear por la calle tranquilamente de noche».

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