Color local

El hombre desdoblado

Carlos Mazón

Carlos Mazón / Levante-EMV

J. Monrabal

Dice Mazón que no estaba en el Ventorro como President de la Generalitat sino como dirigente del PP y que no tiene obligación de enseñarnos la factura. Ahora que sabemos que Mazón tiene doble personalidad política y que la usa sin avisar, porque avisar no es lo suyo, los valencianos vivimos en la duda paralizante, en el desconcierto de no saber quién se encuentra al frente de la más alta institución autonómica: si un hombre de partido, un hombre de gobierno, o una tercera, o cuarta o quinta identidad al acecho, dispuestas a tomar el relevo de las otras dos cuando las cosas se tuerzan. Es una conjetura razonable, teniendo en cuenta que ni el President ni el líder de partido (juntos o por separado) han asegurado que no existan más identidades que puedan presentarse a la hora de comer, que es cuando todo indica que aparecen los cambios de personalidad, las cuentas de restaurante opacas, las prolongadas y siempre gratas sobremesas.

Si fuera posible hablar en serio de esos desdoblamientos y de la sarta de embustes, cortinas de humo y versiones contradictorias que les preceden, sería fácil admitir que ha llegado el momento de llamar a los facultativos, una vez revocadas por el todavía President todas las apelaciones a la cordura. Pues, según el nuevo orden de valores decretado por Mazón, ni 223 muertos pueden provocar ninguna consecuencia política que le afecte directamente, ni los cientos de miles de ciudadanos que por tres veces se han manifestado en las calles exigiendo su dimisión conseguirán alterar ni un ápice su delirante sentido de la realidad.

La Generalitat se ha convertido hoy en un lugar grotesco tras haber arruinado el todavía President la noción de responsabilidad que, en teoría, sostiene a esa institución y el título de Molt Honorable. A esa idea de responsabilidad se refería hace cuarenta días Ximo Puig cuando dijo que “no puede continuar todo igual, como si no hubiese pasado nada”, porque hay reglas civilizatorias evidentes por sí mismas, un sentido elemental de la razón representativa que, si se rompe, nos devuelve de golpe a la ley de la selva. Ante esa barbarie protestan las multitudes, se rebelan las familias de los ahogados, y siente repugnancia la gente corriente, esa gente que vive en el mundo real, sujeto a consecuencias, y que ahora comprueba que en el mundo de Mazón no hay consecuencias, ni obligaciones, ni explicaciones.

Dos meses después de la riada, los valencianos ignoran por completo qué criterios ha seguido el todavía President para continuar imponiéndose como un déspota, como ignoran cuáles son los límites en que su cargo se haría insostenible. Por lo que sabemos, esos límites no existen, y, por tanto, no los marcan convicciones morales ni formales de ningún tipo, ni los muertos ni los vivos, ni otra pauta de conducta que la de permanecer a toda costa en el poder.

Lo que demuestra que Mazón, entero o desdoblado, sigue siendo el mismo del 29 de octubre: el hombre ilocalizable del Ventorro, el de las digestiones lentas, el que atiende a los problemas urgentes de los valencianos como quien oye llover.

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