Color local
Mr. Gay y el guirigay

. / Levante-EMV
J. Monrabal
Vuelve Mr. Gay, movida mamachicho, pero en plan coros y danzas LGTBI, un espectáculo cañí de tercera fila, ideal para venderse en pueblos endeudados, para que el alcalde vuelva a soltar el rollito de la colaboración público-privada, la inclusividad y el modelo de ciudad: el modelo urbanístico, el modelo turístico, el modelo eucarístico y ahora el modelo triunfante de Mr. Gay, que vendrá a ser el contrapunto del “Día del Cofrade” y el “Año Jubilar”, pero hecho carne de gimnasio y bajo el amparo espiritual de Bárbara Rey, también musa de la noble causa liberadora, que no todo va a ser rezar.
Igual deberían contratar a Bárbara Rey para la inauguración del campanario, para seguir invirtiendo en la colaboración público-privada, que esta señora ha bajado mucho las tarifas y todo lo que se haga por la cultura será poco en la Capital Cultural.
Ya lo estoy viendo: la septuagenaria vedette emplumada, símbolo del ave fénix y del renacimiento de la ciudad, desciende desde lo alto del campanario mediante unas poleas manejadas por fornidos ex concursantes de Mr. Gay con ajustadas camisetas marineras, mientras doblan las campanas, danzan los incensarios, el Abad hace el signo de la bendición y al poner pie en tierra, Bárbara, la gran Bárbara, le lanza un beso soplado a la enardecida multitud y despliega un cartel en el que se lee “¡GANDIA AVANZA!” un segundo antes de que estalle la mascletà.
¿Y por qué no? Ese es el registro y el tono acostumbrados en las múltiples celebraciones y apoteosis locales: lo que flota en al aire, parece confeti, pero es caspa.
Ahora se entiende que en el “Espai de les Idees”, local abierto por el PSOE en la última campaña electoral para animar el pensamiento progresista, decían, acabasen poniendo un futbolín. Para atrapar a la ciudad en la tenaza neotradicionalista y festivalera (las dos caras del mismo duro sevillano) no hacía falta nada más que echarle morro y adaptar a las circunstancias la estética péplum de “Maremágnum”, el feísmo de “Gandia Shore”, ocupar los espacios de “la tradición”, regándolos de dinero público, y ponerlo todo en el mostrador, una vez barridas las siglas del partido que aún permanecían a la vista y presentar a Prieto como el nuevo dueño del negocio. Eso sí, tenían que cuadrar las cuentas, no como la otra vez.
Desde que la socialdemocracia local quemó sus naves y se convirtió en un agujero negro, en un permanente negocio electoral dispuesto a sacar tajada de cualquier partícula de la realidad política y social de la ciudad, ya no se puede hablar de un partido ligado por un conjunto de prácticas y principios a una estructura representativa superior, reconocible en la política nacional, autonómica y local, sino de una organización que solo se representa a sí misma, a una serie de intereses y proyectos que no pueden vincularse a ideologías o siglas.
Nos faltaba este alcalde-espectáculo, encantado de haberse conocido, para liquidar cualquier asomo orientativo, para que la brújula se volviese loca en la ciudad tecnocrática y pragmática, levítica de día, mamachicho de noche. Que, muertas las utopías, compañeros, siempre nos quedarán las procesiones, Mr. Gay y el guirigay.
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