Color local
De frente y de perfil

. / Levante-EMV
J. Monrabal
Cada vez que oigo hablar a este alcalde de «moderación» me viene a la cabeza la imagen de una voluminosa tía mía que de día proclamaba solemnemente que se había puesto a dieta y de noche saqueaba a escondidas la despensa.
La semana pasada salió de la despensa municipal el primer edil con un suculento video subido a las redes sociales en el que aparecía en las más diversas situaciones y poses: yendo al ayuntamiento, subiendo las escaleras del ayuntamiento, sentado a la mesa de su despacho, primero de frente y después de perfil, entregado a los más sesudos asuntos con gesto grave, o, ya más relajado, en el gimnasio, levantando pesas o trotando en una cinta de correr, o, de nuevo en el ayuntamiento, departiendo en recepciones (con niños y ancianos sonrientes), o en un foro en el que el público aplaudía con ardor (seguramente incorporando el papel de «el pueblo»), o caminando por la calle trajeado, o en chándal, o enfundado en un abrigo, yendo o viniendo, y en ese plan omnipresente, multifuncional y casi milagroso.
De propina, en el video aparecía el siguiente texto sobreimpresionado, que parecía salido de una redacción infantil: «Gestionar una ciutat requereix esforç i treball continuat. Cal analitzar, acordar, decidir… Però sobretot tractar de tu a tu, amb les persones, per escoltar i atendre, perquè són el més important. Ser alcalde suposa tindre l’agenda plena, com la d’este dijous, que ha sigut un dia intens, però molt gratificant, perquè treballem per a la millor ciutat possible».
Primera pregunta: ¿Se puede saber por qué este hombre nos cuenta su vida, por qué pretende aleccionarnos mediante un video perpetrado a costa del erario sobre las fatigas y goces que implica ser alcalde de Gandia? Tras casi medio siglo de democracia local, debe de creer que la gente es tan necia como para no suponer, por sus propios medios, en qué consisten las ocupaciones corrientes de un alcalde, que por visto también incluyen, desde ahora, sus esfuerzos y sudores en el gimnasio. Y si en el video no aparece este señor metido en la cama con un gorro de dormir sin duda se debe a que de noche también vela por nosotros, de frente y de perfil.
Pero lo más llamativo de ese nuevo trágala propagandístico no es la petulancia que rebosa, sino la idea que intenta transmitir, según la cual la hiperactividad de su protagonista vendría a ser la medida de la más alta eficiencia política, en una suerte de actualización local de la leyenda de «la lucecita de El Pardo», símbolo de una laboriosidad infatigable. Algo simplemente inverosímil, pues aligerado de hojarasca, de discursos pastaflora, de ceremonias incontables y de su ocupación infalible de cuanto sarao o evento asoman en el horizonte para endosarnos las fotos y los videos de rigor, ¿en qué se queda este alcalde desideologizado, tecnocrático, tradicionalista y biempensante, que ni siquiera puede decirse que sea de los suyos?
Tercera pregunta: ¿ha tenido alguna vez el actor estelar del video un plan político definido que no sea presentarse, por encima de ideologías y siglas, como un ser suprapolítico y convertir todo su mandato en un permanente carnaval preelectoral sembrado de eslóganes y alardes?
Y una última pregunta: ¿hasta cuándo habremos de soportar que los siempre insólitos alcaldes de Gandia impongan sus manías, su carácter, sus gustos y ocurrencias como un privilegio del cargo y se empeñen en dejar huella a todo trance, de frente y de perfil?
Todas las respuestas son melancólicas.
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