Asesinato de Arturo Torró

Un hombre acostumbrado a vivir entre la gloria y la tragedia

Ser alcalde de Gandia colmó sus expectativas, pero no dudó en usar el cargo para atacar a sus oponentes

Gandia

Contaba Arturo Torró que entre sus días más felices estuvo el siguiente a las elecciones municipales de 2011, cuando, en el Palau de la Generalitat, el presidente Francisco Camps recibía a los alcaldes vencedores. Para Camps en aquellos comicios la pieza deseada era la capital de la Safor, donde el PP no había logrado nunca la alcaldía. Así que ese abrazo fue especialmente efusivo y Torró se convirtió en la estrella de la reunión. Esa escena, contrapuesta al asesinato que ha supuesto el fin de su vida, marca una trayectoria que le ha llevado de la gloria a la tragedia, y viceversa, en varias ocasiones.

Torró fue conocido en Gandia y en toda València, por situar a la empresa +Visión entre las líderes del mercado. Con una oficina-palacio en pleno centro de Gandia, Torró se abrió camino hasta llegar a deslumbrar a muchos empresarios de su sector y de los otros. Pero, como su propia vida, sus negocios acabaron en tragedia y, en 2013, fue declarado en concurso de acreedores a raíz de las pérdidas en operaciones bancarias de riesgo.

Pese a todo, su imagen de gestor, a veces plagada de espejismos, elevó su ego, se lanzó a la política y ahí optó por el PP cuando la dirección de Gandia le ofreció un mando que acabó por proclamarle presidente, no sin antes apartar a empujones a Fernando Mut.

Cuando logró la alcaldía gobernó sin contar con casi nadie y, una vez más, pasó de la alegría a la catástrofe. Dejó al Ayuntamiento de Gandia con la deuda más abultada de su historia, cerca de 350 millones de euros, obligando a un plan de ajuste económico que se prolonga hasta el año 2049.

En el PP tuvo amores y desencuentros. Estuvo bendecido no solo por Camps, sino también por Juan Cotino, uno de sus valedores para alcanzar sus objetivos, y no dudó en acusar reiteradamente a sus «enemigos», fundamentalmente los socialistas, con una y otra demanda en los tribunales, todas ellas archivadas.

Contra su antecesor en la alcaldía, el socialista José Manuel Orengo, se inventó la querella del ‘Caso Innova’ y dijo que era el mayor escándalo de corrupción conocido nunca en Gandia. A Orengo su imputación inicial le arruinó la posibilidad de asumir cargos de responsabilidad en la diputación y la Generalitat cuando los socialistas recuperaron ambas instituciones. Hizo lo mismo con Diana Morant, incluso acusándola de «asaltar» el despacho de alcaldía, pero en esta ocasión su estrategia judicial no dio resultado.

Entre sus amigos más destacados, y también gran valedor, estuvo el alcalde de Xàtiva, Alfonso Rus, a su vez presidente del PP de la provincia de València, que le ayudó a escalar en política.

En Gandia Torró «reinó» con una autoridad absoluta. La mayoría de 13 concejales conseguida fue clave para que nadie le hiciera sombra y para que pudiese presentarse nuevamente las elecciones de 2015, cuando el PP ya iba a la baja. Él se quedó con 12 concejales, a uno de la mayoría, y fue apartado de la alcaldía. De aquel pleno de investidura no solo salió derrotado, sino personalmente hundido, y esa nueva tragedia personal le marcó profundamente. Tocado en su orgullo, en 2019 intentó repetir como candidato, pero ahí se interpuso Víctor Soler, que había sido su número dos en el ayuntamiento. Soler venció la batalla orgánica, pero las urnas no le dieron la alcaldía.

En esa montaña rusa de rosas y espinas destacan otros dos episodios. El primero, duro e inesperado, fue la muerte de su Jefe de Gabinete en la alcaldía, José Miguel Villar, al precipitarse desde el balcón de su casa el día de Navidad de 2015. El segundo, por exultante, cuando se fotografió con Isabel Díaz Ayuso en el palacio de Gobierno de Madrid. Ella era una de sus políticas más admiradas y logró el encuentro para regalarle uno de los cuadros que pintó.

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