Días de Ramadán

El pasado 1 de marzo los musulmanes iniciaron su mes sagrado de ayuno, oración, caridad y abstinencia desde el amanecer hasta el anochecer. Preceptos que cumplen, también en la Safor, pese a que el contexto no ayuda, y menos en Fallas. Ilyas, Tarik y Ghizlane explican cómo están viviendo estas jornadas

De izquierda a derecha Tabbsam Ilyas Ghaffari,  en su «kebab» del Jardinet; el imán Tarik Khtira en la  mezquita del Grau, y Ghizlane Loulidi, en la biblioteca de Benipeixcar.

De izquierda a derecha Tabbsam Ilyas Ghaffari, en su «kebab» del Jardinet; el imán Tarik Khtira en la mezquita del Grau, y Ghizlane Loulidi, en la biblioteca de Benipeixcar. / Josep Camacho

Josep Camacho

Gandia

Los musulmanes de todo el mundo están inmersos estos días, desde el pasado 1 de marzo y hasta la noche del 30 al 31, en el Ramadán, el mes sagrado y uno de los pilares del islam. Esto implica, entre otros preceptos, el ayuno desde el amanecer hasta el anochecer, absteniéndose de beber y comer, además de reforzar la oración o la lectura del Corán. Hay excepciones, como los enfermos, mujeres embarazadas o en periodo de lactancia, niños, ancianos, o personas para las que el ayuno pueda suponer algún riesgo para su salud. 

En la Safor, tras los fenómenos migratorios de hace treinta años, hay miles de musulmanes, muchos también de segunda generación, para quienes su Ramadán pasa, lógicamente, más inadvertido que en los países de mayoría musulmana. Y precisamente por ello, ya que aquí la vida no se paraliza durante el día, como pueda suceder en Marruecos, Argelia o Pakistán, a muchos les resulta más difícil cumplir con este mes.

En muchos trabajos, como en la hostelería, no tienen más remedio que estar en contacto con la comida. Tabbsam Ilyas (40 años) es muy conocido en el barrio de Corea, en Gandia, donde regenta el «kebab» El Jardinet, desde hace siete años. Llegó en 2008 de Pakistán, de la región del Punjab, fronteriza con India. Está casado y tiene cuatro hijos, tres de ellos nacidos en Pakistán y una en España. Dos de sus hijos, de 13 y 12 años, también están ayunando. Son días para vivir en familia o entre amigos, que se juntan en torno a la mesa a la hora del iftar, para romper el ayuno. 

En el restaurante hay muchas «tentaciones», como la comida que preparan y sirven continuamente, y el calor en la cocina provoca sed, pero Ilyas asegura que están acostumbrados. «Alá nos ayuda y nos da paciencia para sobrellevarlo, yo no he tenido mareos ni dolor de cabeza», señala, y asegura que cuentan con la comprensión de los clientes. También él da permiso a sus empleados para los rezos, en los que se suele tardar unos minutos, pero apunta que en otros sectores, como en el campo, no suele ser así. 

En los días lluviosos el ayuno se puede sobrellevar mejor, porque no provoca tanta sed, que es casi peor que el hambre. 

El papel de la mujer en Ramadán es fundamental, pero a menudo poco valorado. En las familias es ella la que suele preparar,  durante el día y en la casa, los platos para romper el ayuno y comer durante la noche, por lo que a ellas también les supone mucha fuerza de voluntad y sacrificio. 

Una de ellas es Ghizlane Loulidi. Llegó de Rabat hace veinte años y trabaja en hostelería. Con 42 años, está casada y tiene tres hijos, dos chicos de 9 y 21 años, y una chica de 16 años. «En Marruecos un mes antes del Ramadán ya empieza el ambiente, por ejemplo en los comercios, aquí todo pasa más desapercibido y se vive dentro de las casas», señala. A Ghizlane, que no lleva velo, sí que le ayudan en casa, y también cocina por encargo platos marroquíes, y para ello tiene un perfil en Facebook llamado «Cocina marroquí con Sara». 

En estos días hay más afluencia de devotos a las mezquitas. Al frente de la del Grau de Gandia está el imán Tarik Khtira, nacido en Tánger (Marruecos) hace 36 años.

Comenta que el choque cultural entre las dos civilizaciones se percibe mucho más en Ramadán, por lo que algunos están más nostálgicos.   Como en otras mezquitas también se enseña árabe, la lengua en la que se reza y en la que los imanes se dirigen a los fieles en el sermón de los viernes. Asisten a las clases unas 60 personas, la mayoría niños, sábado y domingo.

«Nos gustaría tener un mayor diálogo interreligioso, y también con el ayuntamiento para tener un local más grande donde estudiar árabe», reconoce Tarik, aunque valora que el Gobierno local dé facilidades para celebrar con chicos jóvenes el Eid al-Fitr, la fiesta que simboliza el final del Ramadán.

Un colectivo numeroso

No está claro cuántos musulmanes hay en Gandia pero, si se toma como referencia a los residentes empadronados que llegaron de países de mayoría musulmana, se trata de un número muy significativo. 

Así, según los últimos datos disponibles del INE, de 2022, hay cerca de 3.000 personas procedentes del continente africano, de las cuales 2.120 de Marruecos, que sigue siendo la primera nacionalidad de extranjeros en la ciudad, además de 367 de Argelia, o 319 de Senegal, por ejemplo. A ellos habría que sumar más de 540 de Pakistán. Unas cifras que a buen seguro han crecido a fecha de hoy. 

En Gandia hay cuatro mezquitas; dos cerca de la avenida República Argentina, una más en Beniopa y otra en el Grau. Están en plantas bajas de edificios y, como mandan los cánones, tienen zona para abluciones y otra para el rezo, con la «qibla» orientada a la Meca. Se sostienen con la aportación de sus fieles, que en el caso del islam (el «zakat») es un pilar obligatorio. 

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