El colegio de Tavernes donde las familias también estudian

Más de la mitad del alumnado del CEIP Sant Miquel de Tavernes de la Valldigna es inmigrante. Esa circunstancia no ha quitado para que el valenciano se haya impuesto por abrumadora mayoría como lengua vehicular en la totalidad de las aulas que conforman este colegio ubicado en la zona noroeste de la localidad. 

Esta situación no es fruto de la casualidad. El compromiso del claustro de profesores con la integración de sus alumnos y sus alumnas no solo en el día a día del centro, sino en la vida social del municipio, es muy alto y ello implica también a sus familias.

No en vano, el Sant Miquel ha sido premiado por su programa de inmersión lingüística en valenciano para todo su alumnado, ya que la lengua se habla desde el momento en el que el niño o la niña pisa el centro por pimera vez.

Pero, además, el propio colegio imparte clases tanto de valenciano como de castellano a las familias extranjeras. Lo hacen dos días por semana y están impartidas por dos maestras ya jubiladas, que no han dudado en echar una mano cuando la actual dirección del centro les ha requerido. «Un maestro nunca deja de serlo», dice Enric Borràs, director del Sant Miquel.

El centro cuenta con alumnado procedente de 16 nacionalidades diferentes, pero hay mayoría de marroquíes, que no solo no entienden el valenciano, sino que llegan sin ni siquiera saber español, algo que dificulta el entendimiento incluso a los mismos maestros y maestras.

«El programa lo pusimos en marcha por interés nuestro porque nos dimos cuenta que necesitábamos comunicarnos con las familias», cuenta el director. Desde el centro envían formularios, comunicaciones, notas que son importantes para el día a día del alumnado del centro y que es necesario que queden muy claras para que la información llegue de forma correcta a casa.

Son entre 15 y 20 personas, la mayoría mujeres, las que acuden a este programa que, con el paso del tiempo, se ha convertido, además, en una herramienta de integración social. «Se han dado cuenta de que, además de entenderse con nosotros en el colegio también pueden hacer gestiones en el centro de salud, el ayuntamiento o cualquier otra administración. Eso hace que sean suficientemente independientes», afirma Borràs.

El Sant Miquel, además de un centro educativo se ha convertido, gracias al trabajo de su claustro, en epicentro de la vida social del barrio del Sant Miquel.«El hecho de que los niños y las niñas vean a las madres por aquí a las madres también ayuda a la convivencia, a la integración y a aumentar el sentimiento de pertenencia», cuenta el director.

Así, un programa que se inició por interés propio del centro no solo ha conseguido convertirse en un elemento de integración, sino que le ha valido ser designado por el Departamento de Salud de Gandia como Centre Promotor de la Salut y, de hecho, el propio Borràs y varios maestros del centro explicaron esta y otras acciones en la tercera edición de la Fira de la Salut, que tuvo lugar en Tavernes hace dos semanas.

El director explica que el SantMiquel es «un colegio abierto», donde la idiosincrasia es «que las familias participen del día a día del centro a través del programa «Escola de Famílies». 

Un entorno complicado

El CEIP Sant Miquel de Tavernes cuenta con un claustro comprometido no solo en el bienestar del alumnado dentro del centro sino en su influencia con el entorno en el que se encuentra, un espacio, además, donde muchas familias son inmigrantes y en un contexto socioeconómico en ocasiones complicado.Fruto de su labor, el centro ha sido reconocido a nivel nacional con diferentes premios y sus maestros acuden a colegios de toda España a impartir charlas sobre su modelo educativo y de convivencia en las aulas.

Entre los galardones recibidos están el Educació Ambiental en Ruta, Aula del Futur, Aula Transformadora, el Distintivo de calidad de Centres Docents Segell de Vida Saludable del Ministerio de Educación o la Xarxa de Centres de Qualitat Educativa de la Generalitat, entre otros.n