Una absurda propuesta

El pleno de Gandia / Natxo Francés
J. Monrabal
Nada más desatinado que la propuesta de pacto por “la decencia política” que se ha sacado de la manga este alcalde frecuentemente incomprensible, derretido por la retórica, el protocolo, la pose, por todo lo que, en fin, carece de sentido práctico, pero permite elaborar discursos edificantes, reverberantes, de púlpito, que son su especialidad. Siempre parece vibrar en él un eco de catacumba: regulemos las regulaciones, inauguremos las inauguraciones y sobre todo impartamos doctrina. Y lo peor es que debe de creer sinceramente que en materia de “decencia” el gobierno que preside anda tan sobrado que puede repartirla pródigamente entre la oposición.
Es una pretensión irreal, porque Soler no es precisamente un político novel y será extraordinariamente raro que se pliegue a una propuesta a la que él mismo ya cerró la puerta con un argumento, por una vez, perfectamente lógico: “¿para qué necesitamos un pacto así? Basta con que en los plenos se aplique el reglamento”.
Pero como la lógica está aún peor repartida en el consistorio que la decencia, ni el partido de Soler ni el de Prieto parecen haber reparado en que antes de enredarse en bizantinismos sobre la “decencia” o la “reprobación” de concejales deberían partir de un dato elemental: que los plenos municipales no los ve nadie y que la democracia local tiene un problema de audiencia, de vacío en la platea, que no es precisamente trivial. Sin embargo, pese a no ser una novedad, ese permanente apagón plenario no parece importarles absolutamente nada ni al rey de las peroratas (que no ha movido un dedo en cuatro años para hacer pedagogía sobre el problema) ni al pretendiente a la vara de mando local (que no la ha pedido).
Soler lleva más de una década montando periódicamente el número en las invisibles sesiones plenarias, y sus menciones a ETA o al “sanchismo”, a fuerza de girar sobre el vacío y carecer de público, resultan de una comicidad casi entrañable. Pero ahora el ordenancista gobierno local parece haber descubierto que la comicidad de Soler es algo realmente serio sobre lo que hay que tomar medidas urgentes y establecer pactos solemnes. Por enésima vez comparece la grandilocuencia como el remedio de todos nuestros males, y si un día suenan en Gandia las trompetas del Apocalipsis aparecerá Prieto para soltar un discurso grandilocuente y muy largo sobre la importancia del Apocalipsis como incentivo del turismo local.
Más que literaturizar frívolamente una noción tan gaseosa como “la decencia política” se diría que necesitamos con mucha más urgencia convicciones democráticas firmes (sobre el principio de realidad y el de responsabilidad) que todos los partidos locales parecen esquivar cuidadosamente, mientras predican para la bancada de enfrente las grandes virtudes de la etiqueta política, que, contra toda evidencia, están convencidos de representar sin tacha. ¿Pero qué sentido de la responsabilidad política pueden ofrecer hoy formaciones que o bien respaldan numantinamente a Carlos Mazón (PP de Soler) o bien han defendido su continuidad (el PSOE de Prieto, caso insólito en la socialdemocracia mundial) o no han criticado en los socialistas locales tan soberbia visión de la ética pública (Compromís)?
Si en vez de orientar tantos esfuerzos baldíos a invocar el fantasma de “la decencia” este gobierno se hubiese limitado a cumplir con sus obligaciones democráticas, a mirarse menos el ombligo y a no excederse en sus atribuciones, nos habríamos ahorrado buena parte de la temible farfolla política que hoy nos agobia. Porque resulta grotesco que un ejecutivo que ha convertido a esta ciudad en la tumba del laicismo institucional, ha impuesto por decreto la tradicionalización y folclorización de la vida pública, ha enterrado cualquier amago de debate político y cuyo fondo ideológico se ignora patrocine un pacto por la “decencia” cuando ni siquiera puede representar hoy las ideas y siglas que le sirven de coartadas para sus objetivos electorales.
En esto, la derecha no engaña a nadie, y raya a la altura acostumbrada, pero, ¿y la izquierda? ¿Qué representan hoy políticamente en Gandia el PSOE de Prieto o el Compromís de Izquierdo? Una pregunta tabú que el católico, apostólico y despolitizado gobierno local consideraría indecente y quizás motivo de uno o dos rosarios de desagravio.
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