Color local
El pensamiento cínico

. / Levante-EMV
J. Monrabal
Heredero de la acrisolada costumbre de “bufar en caldo gelat”, que ha convertido casi en un arte, no hay duda de que si en algo avanza el gobierno local es en la producción de eslóganes, en la pretensión de que las palabras creen las cosas, en inventarse cuentos, movidas. Si “Gandia brilla” ya marcó un hito como emblema de la más intrépida mentalidad de campanario al estilo de “¡Viva Cartagena!” y “Gandia avanza” nos ha llevado hasta las más altas cotas del inmovilismo, el nuevo eslogan de “Gandia Pensa” pretende hacernos creer que, entre procesión y procesión, también podemos ser el Bayreuth del pensamiento crítico.
¿Hay algún médico en la sala? Aquejado de una impresionante empanada mental, este gobierno local tiene que ver con el pensamiento crítico lo que la Legión Cóndor con la difusión universal de la ternura.
Con lo que tiene que ver este gobierno, y el anterior, desde el día en que tomó posesión de la vara de mando este benemérito alcalde (quizás enviado por Dios) para disciplinarnos en la verdadera fe e iniciar en la ciudad la más brutal inmersión teocon que recuerdan los tiempos democráticos es con el pensamiento cínico, con la desfachatez. Esa que predica una cosa, pero hace la contraria con la falta de escrúpulos de quien se sabe inmune no ya a cualquier grado de reflexión o contraste de ideas sino a la simple experiencia humana de sentir vergüenza. Y así, aliviado de tan molestas cargas, que no dan más que disgustos, este alcalde encantado de haberse conocido vuelve a faltarnos al respeto sin que le altere el pulso y sin perder la moderada sonrisa, esperando que el personal comulgue por enésima vez con las ruedas de molino que suele administrarle como dieta habitual. Ahora vamos a ser críticos, y reflexivos, y muy modernos y democráticos porque a la estrategia electoralista del principal partido del gobierno le conviene estar repicando y en misa y, después de todo, la izquierda también vota y estamos ya en campaña, compañeros. Así que “Gandia Pensa”.
Se cree este alcalde que tras cuatro años de neotradicionalismo, de costumbrismo populista, de haber impuesto a machamartillo el confesionalismo institucional, de haber elevado a clérigos y cofrades a consejeros áulicos y a ejemplos de civismo preeminente y de haberles colmado de privilegios y dinero público y de haber sometido, en fin, el pensamiento cívico a una involución sin precedentes, se cree este hombre que puede salir ahora y soltar que la ciudad que aspira a convertir en un foco de turismo religioso será también un referente democrático, un faro de modernidad, una isla de ilustración y sosiego frente al ruido exterior invasor y un modelo en la lucha contra la desinformación y el “fake”. ¿Qué nombre, a la luz del pensamiento crítico, habría que dar a semejante chifladura?
Más allá de su pedante nombre, “Gandia Pensa” es una iniciativa que, en condiciones ambientales que no pretendiesen imitar la mentalidad de Vetusta, habría sido alentadora en estos tiempos convulsos, ágrafos y terraplanistas. El proyecto cuenta, además, con la colaboración de la Universidad y con la dirección de Àngels Gregori, acreditada agente cultural y creadora de la exitosa “Poefesta” olivense. Pero sobre el telón de fondo del pensamiento político real impuesto por el gobierno local “Gandia Pensa” es un oxímoron, una maniobra grotesca a la que se le ven todas las costuras, un ejemplo de esa “razón cínica” habitualmente asociada a la derecha que no es tan raro que un gobierno derechizado hasta las cachas haya incorporado a sus prácticas sin temor ni temblor.
He aquí cómo un ejecutivo esencialmente opaco, pomposo y confesional que usa las políticas de participación para limitar la participación, que nos endosa sus arbitrariedades y ocurrencias como un trágala, que no sale de misa ni de las faldas de la tradición y de los curas y cuya relación con la crítica externa y la autocrítica interna es pura ficción, aparece ahora como el gran hacedor de la razón ilustrada, del diálogo con la sociedad civil y como antídoto de la ponzoña fake.
¿Se pueden combatir los fakes con artimañas electoralistas tan despreciables como los propios fakes? ¿Se pueden defender a la vez las luces y los dogmas religiosos, el veneno kantiano (como decían los jesuitas, tan añorados por este alcalde) y aparecer al día siguiente junto a clérigos reaccionarios en ritos mágico religiosos en la ciudad que piensa tanto?
Incluso en política hay algo esencialmente malsano en el cultivo consciente de la mentira, de la doblez, del engaño, en confundir voluntariamente la verdad con la trompetería de la publicidad. Decía Baroja que si uno buscaba en el baúl de la tradición acababa encontrando el roquete de sacristán. Pero como Gandia avanza, aquí también se puede encontrar junto al roquete el traje del clown. Y en eso estamos, ahora que el Circo Quirós nos ha dejado.
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