Gandia prueba su enorme resistencia a episodios de lluvia torrencial
Pese a los muchos lugares que aún requieren sistemas de evacuación, no hubo rescates de personas
El ayuntamiento destaca que en tres horas cayó casi una quinta parte de la pluviometría media anual

La planta subterránea del párking del hospital Francesc de Borja, una de las muchas zonas que presentó problemas por inundaciones. / Levante-EMV
La inmensa mayoría de las ciudades del tamaño de Gandia habrían sufrido peores consecuencias si, en apenas 3 horas, hubiesen registrado una quinta parte de la media de lluvia que cae durante un año. Porque eso es lo que sufrió la capital de la Safor en el excepcional episodio de precipitaciones torrenciales de este pasado lunes. Nada menos que 135 litros por metro cuadrado, medidos en el propio edificio ayuntamiento, que paralizaron buena parte de la ciudad y que mantuvo en vilo a miles de personas, y a las autoridades, durante varias horas.
En algo coinciden todos los técnicos. La brutal tormenta, que si situó físicamente encima de la ciudad, se detuvo en el momento exacto para no tener que lamentar consecuencias peores. De mantenerse una hora más el diluvio que sacudió la ciudad el relato de daños habría sido mucho peor.
Cierto que buena parte de las calles de la ciudad quedaron inundadas, que los accesos estuvieron bloqueados, que hubo que sacar agua de plantas bajas y garajes, que hay daños en algunas fachadas o que tuvieron que cerrar establecimientos comerciales, pero la Policía Local ha confirmado que, en esa situación de caos general de una ciudad de 80.000 habitantes, no hubo que activar el rescate de ninguna persona y, en solo 12 horas, la normalidad había vuelto prácticamente a todo el término.
«La primera premisa ha sido la seguridad de todas las personas», ha indicado el alcalde de la ciudad, José Manuel Prieto, quien ha confesado que el del lunes fue uno de los días más difíciles al frente de su responsabilidad.
La resistencia de Gandia a una tormenta tan excepcional, que incluso llegó a recordar aquella del 3 de noviembre de 1987, de consecuencias catastróficas, se tiene que buscar en los muchos proyectos que la ciudad ha acometido en los últimos años. Entre los más destacados figuran los enormes colectores de aguas pluviales que discurren, sin que nadie los vea, bajo grandes vías, como la calle dels Reis Catòlics, entre Benirredrà y el barranco de Beniopa, el de Benipeixcar, que circula hacia el Serpis cerca del término del Real de Gandia, o el de la avenida de Alacant, que saca la mayor parte del caudal que se acumula en el centro de la ciudad. Todo ello ha costado, al precio de hoy, muchos millones de euros que solo se aprecian en estos episodios.
Eso sí, otro de los aspectos positivos, y muy a tener en cuenta, es que llovió a ese ritmo tan bárbaro solo en el espacio que, más o menos, dibujan los municipios de Gandia, Benirredrà y Bellreguard, razón por la que los dos principales cauces fluviales, el barranco de Beniopa y el Serpis, nunca presentaron riesgo de desbordamiento y asumieron todo el caudal que los colectores sacaban de las calles.

Uno de los muchos rayos que cayeron en la comarca, este en Oliva. / Merche Ibiza Cabrera
Este martes el alcalde de la ciudad ha mantenido el cierre de colegios para proceder a una completa revisión de los edificios. «Los centros son lugares seguros, y así se ha demostrado», indica Prieto al agradecer a los padres su comportamiento cuando se pidió que nadie acudiera a los colegios hasta que pasara la tormenta.
Para este miércoles, una vez se disponga de los informes técnicos que avalen que los colegios e institutos cumplen todas las condiciones de seguridad, se retomará la actividad escolar, según han señalado la concejala de Educación, Esther Sapena.
También funcionaron los "nuevos" barrancos
Otra de las zonas que resultó especialmente golpeada por la tormenta estática que descargó esa lluvia torrencial fue Bellreguard, y también aquí se ha podido apreciar el buen funcionamiento de inversiones millonarias que, de no estar, habrían complicado las cosas. Una de las imágenes icónicas de este episodio es la inundación en esa zona baja donde confluyen los términos de Bellreguard, Miramar y Guardamar de la Safor, pero el agua allí duró poco y, cuando cesó la torrencialidad de la precipitación, desaguó rápidamente gracias a la ampliación de la capacidad de los barrancos que, años atrás, ejecutó la Confederación Hidrográfica del Júcar en colaboración con los ayuntamientos.
No se pudo evitar, y probablemente no se podrá nunca en estas circunstancias tan adversas, que zonas urbanas de las playas, desde Tavernes de la Valldigna a Oliva, quedaran inundadas durante unas horas hasta que el caudal pudo ser engullido por los colectores o los barrancos más cercanos. Afortunadamente, ocurrió en octubre, cuando el número de residentes en esas zonas ya es mínimo y, por lo tanto, los problemas que causa también.
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